Las célebres «Profecías de
los papas», del monje irlandés san Malaquías (1094-1148), aparecieron en el
"Lignum vitæ, ornamentum, & decus Ecclesiae" (“El árbol de la vida, el
ornamento y la gloria de la
Iglesia ”) en 1595, publicadas por el monje benedictino belga Arnoldo
Wion. El Lignum vitae es una biografía colectiva de los benedictinos elevados a
la dignidad episcopal. Tras unos párrafos sobre la figura de san Malaquías,
termina diciendo: «Escribió varios opúsculos. Hasta el día de hoy no he tenido
ocasión de ver ninguno, exceptuando una profecía relacionada con los soberanos
pontífices. Puesto que es muy breve, y que yo sepa no ha sido dada a imprimir
todavía, y dado que a muchos les complacería conocerla, copio a continuación su
contenido». Sigue una serie de 112 pequeños lemas o frases en latín sin numerar
haciendo alusión alegórica a los siguientes 112 papas que gobernarían la Iglesia católica, desde Celestino
II (1143-1144) hasta un supuesto Pedro Romano, incluyendo a los antipapas.
¿Posible fraude? El
historiador español José Luis Calvo confirma que hasta el papa Urbano VII(1521-1590)
los lemas concuerdan muy bien con los respectivos pontífices y a partir de esa
fecha hay que hacer esfuerzos para que coincidan. Existe la posibilidad de que
la profecía haya sido hecha por alguien que utilizó el prestigio del erudito y
arquéologo dominico Alfonso Chacón, quien comentó los lemas en el texto hasta
Urbano VII. Ya Benito Feijoo anotaba en su Teatro Crítico Universal que la
profecía es apócrifa, que le fue entregada a Alfonso Chacón y que solo tiene
precisión hasta Urbano VII.
Bernardo de Claraval, íntimo amigo de
Malaquías, escribió en su Breviario que Malaquías gozaba del don de la
profecía, pero no mencionó en absoluto ninguna profecía acerca de Irlanda, y
menos aún una lista de los futuros papas (que incluye el año en que sucedería
el fin del mundo). En su Vida de san Malaquías, san Bernardo tampoco menciona
estas dos profecías.
Esta falta de
mención, y el hecho de que parte de los sucesos predichos ya habían sucedido
cuando se descubrió el texto, avalan la hipótesis de que se trata de una
falsificación posterior.
Pero un dato que
nos lleva en otra dirección es que las profecías ya eran sobradamente
conocidas mucho antes de su publicación en 1595, y resulta cuestionable que para
el jesuita Claude-François Menestrier fueran
fabricadas para propiciar la candidatura a papa de Girolamo Simoncelli,
cardenal de Orvieto, en 1590, en el cónclave de sucesión a Urbano VII. Habría
que poner en duda la sinceridad del monje benedictino, quien una vez puesto en conocimiento la existencia del texto
habría quizá retrasado varios años su publicación, y solo lo hizo después del fracaso
de esa candidatura; como también admitir que circularan otras copias del manuscrito original. En todo caso, alegaban sus partidarios, según nos dice Victoriano Domingo
en “Y dijo el Ángel: No habrá más Tiempo” (1972), que Orvieto es Urbs Vetus,
ciudad antigua, por lo que pueda parecer que solo a Simoncelli se aplicaba con exactitud la
divisa “Ex Antiquitate Urbis”. El hecho contrario es que triunfó la candidatura
del milanés Nicolás Sfrondato (Gregorio XIV), ascético y piadoso, que continuó
con la causa de la
Reforma Católica en los escasos diez meses que duró su
papado. El significado correcto del lema sería “de la antigüedad de la ciudad”, que
alude también a una dinastía o tronco familiar íntimamente enraizado en la
historia de la urbe, y encontramos que su padre fue Senador de Milán y posteriormente
Cardenal, cumpliendo perfectamente los requisitos de la divisa.
El caso poco
cuestionable es que las coincidencias de la gran mayoría de los lemas con la
figura y circunstancias de cada pontificado son muchísimo más certeras de lo
que cabría esperar por puro azar o malabarismos lingüísticos... y con varios siglos
de antelación. Definen escuetamente y a la perfección el talante y la obra de cada Papa.
Si nos detenemos
un poco en los más recientes…
108: "Flos florum" (Flor de las
flores) Pablo VI. Su escudo contenía tres flores de lis, "flor de las
flores".La flor de lis simboliza el Árbol de la Vida , la perfección, la luz,
la resurrección y la gracia del dios que ilumina. De todos es conocida la luz
de santidad y pureza que emanaba de él, el Papa peregrino. No se puede cumplir
más certeramente un lema, hasta el punto de que su muerte ocurrió el dia de la
“Transfiguración”.
109: "De medietate Lunae" (De la Media Luna ) Juan Pablo
I. Nació en la diócesis de Belluno, conocida como de bella luna. Su pontificado
duró escasamente poco más de un ciclo lunar. Su nombre Albino Luciani significa
“luz blanca”, se ha mencionado que los eventos más importantes de su vida
correspondieron a fechas de media luna. Un trágico y sospechoso "affaire".
110: "De labore solis" (Del trabajo
del sol) Juan Pablo II. El día de su nacimiento y de su muerte hubo eclipses de
sol.
Esta descripción le
encaja perfectamente a quien surgió como una luz especial para la Iglesia Católica ,
promoviendo la fe desde todos los ángulos. Sus obras fueron el
trabajo de Dios, la labor del sol.
El segundo
significado de "de labore solis" es el de un eclipse solar, en el
cual parece que el sol tiene que trabajar para dar luz. Tal vez el hecho de que
Juan Pablo II fue un Papa muy mariano, que tuvo una devoción especial a la Virgen Maria , la
mujer vestida con el sol que aparece en el Apocalipsis, y que surgiera como si el sol fuera opacado temporalmente por la luna.
111: "Gloria Olivae" (La gloria del
olivo) Benedicto XVI. Tomó su nombre de San Benito. Los monjes benedictinos,
conocidos como olivetanos, tienen ramas de olivo en su heráldica. A través de la historia, sabemos que de las ramas
del olivo se han hecho coronas para reyes y atletas como símbolos de poder y de
gloria. Las hojas y el aceite tienen propiedades medicinales, derivadas del
ácido oleico que es un componente anti-canceroso. El olivo es un símbolo de
paz, de abundancia, de gloria y de purificación. Con las propiedades
purificantes del olivo, el Pontífice vino a desafiar el error con un coraje
especial, preparado a sanar el cáncer de la herejía, la infección de la
apostasía y a promover la salud de la fe Católica… ¿lo consiguió?
Nos centramos ahora en
la célebre estrofa final de la
Profecía de san Malaquías:
"En la persecución última contra la Santa Iglesia Romana
ocupará la sede Pedro Romano, quien apacentará a las ovejas entre grandes
tribulaciones. Pasadas las cuales, la ciudad de las siete colinas será
destruida y el Juez tremendo juzgará al mundo".
Para aventurarnos
en su significado, según Daniel Miccael Sais en “El próximo Papa será Pío
XIII”: “el libro Petrus Romanus, de Thomas Horn y Cris Putnam, menciona como la
masonería iluminista (satánica) logró introducirse dentro de la Iglesia con el objeto de
manipularla, destruyendo su fe, para poder convertirla en instrumento colaborador
del gobierno mundial que en su momento ejercerá el Anticristo. Esa tarea de
infiltración lleva casi un siglo, y obedece a la estrategia del Caballo de
Troya: introducirse para destruir desde dentro. Si bien ya muchos miembros de
la masonería eclesiástica han llegado hasta el nivel de obispos y cardenales,
nunca han podido lograr su objetivo esencial, que es posicionar como Papa a uno
de sus miembros. En Petrus Romanus se narra un acontecimiento que ya había sido
dado a conocer en 1998 por el Padre Malachi Martin, la entronización de Satanás
dentro de El Vaticano. Pero el libro lo relaciona con el tema de los Papas al
subrayar que en esa misa negra fue consagrado a Satanás el sacerdote que habrá
de ser el último Papa (antipapa) coincidiendo con Pedro Romano.
En su libro
"Windswept House" (Casa Azotada por el Viento) Malachi Martin,
sacerdote irlandés jesuita, cultísimo, gran teólogo, exorcista por 30 años y
experto en Iglesia Católica, secretario del Cardenal Bea y consultor de varios
Papas, dio a conocer que apenas electo Paulo VI se llevó a cabo, el 29 de junio
de 1963, en la Capilla
Paulina de El Vaticano, un ritual satánico en el que se
entronizó a Satanás, y en el que participaron varios cardenales y obispos.
Según Martin, se
estaba cumpliendo una profecía del satanismo que anunciaba el comienzo de la "Era
de Satanás dentro de El Vaticano", cuando un Papa tomara el nombre de
Paulo. Montini (Pablo VI) fue electo el 21 de junio de 1963, y a los ocho días
se llevó a cabo el ritual satánico, entre la noche del 28 y del 29. Se invocó a
Satanás, afirman Horn y Putnam, siguiendo a Martin, no solo para entronizar a
Satanás, sino para que éste invistiera con su poder a un joven sacerdote
destinado a ser el antipapa que será el coincidente con Pedro Romano.
Se combinaron dos
rituales que se llevaron a cabo simultáneamente, en El Vaticano, que fue
incruento, y otro en una iglesia parroquial en Charleston, Carolina del Sur,
que fue sangriento, los dos intercomunicados telefónicamente. Según Martin, el
ritual en Charleston incluyó la violencia sexual contra un niño, en primer
lugar drogado y abusado, y posteriormente sacrificado. A partir de esa misa
negra simultánea comenzó a difundirse el abuso sexual de menores por parte de
sacerdotes, así como otra serie de actos homosexuales y satánicos entre
miembros del clero.
En otro 29 de
junio, pero de 1972, el Papa Paulo VI admitió públicamente con amargura:
"El humo de Satanás se ha introducido por las grietas de la Iglesia ",
refiriéndose sobre todo a la desacralización que se estaba llevando a cabo en
la liturgia. El Padre Gabriele Amorth, experto exorcista y autor del libro
"Habla un Exorcista" coincide con todo lo anterior y añade: "En
El Vaticano hay cultos satánicos. No se ven, pero están en el mismo centro de la Cristiandad ".
Aseguraba más
tarde el entonces Cardenal Karol Wojtyla, ante el Congreso Eucarístico de
Pennsylvania, en 1977: "Estamos ante la confrontación histórica más grande
que la humanidad haya tenido. Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-iglesia,
el Evangelio y el anti-evangelio. Esta confrontación descansa dentro de los
planes de la Divina
Providencia y es un reto que la Iglesia entera tiene que
aceptar".
Entre los posibles
sucesores para encarnar el lema del siguiente y último Papa, Petrus Romanus, tras la renuncia de Benedicto XVI, las opciones principales son tres:
Una nutrida
representación del Colegio Cardenalicio, la más inmutable de todas, la llamada
curial, quiere ante todo recuperar el poder que este Papa les ha quitado. Se
trata de devolver a los movimientos neocon (Opus Dei, legionarios de Cristo,
Comunión y Liberación y sobre todo los temibles kikos) la vara de mando
absoluto que Juan Pablo II les concedió para hacer y deshacer en Roma.
Este grupo de
ultraconservadores fue suave pero contundentemente desplazado por Ratzinger y
se sintió traicionado cuando el Papa comenzó su valiente y arriesgadísima
“cruzada” contra la pederastia en la
Iglesia , históricamente silenciada, y contra los manejos
económicos sin control. Este grupo es el que ha terminado por aislar casi por
completo a un Papa anciano y el que está detrás de maniobras de desprestigio
tan vergonzosas como las filtraciones del llamado Vatileaks.
Otra opción es la
de quienes pretenden que el camino abierto por Ratzinger, que pasa por la
transparencia, la regeneración moral y la evangelización conservadora pero sin
sectarismos, siga abierto y progrese. Sería la opción de “centro”.
La tercera
posibilidad, la de la “izquierda” eclesial, que hasta su muerte encabezó el
prestigioso cardenal jesuita Carlo Maria Martini, está hoy tan adelgazada,
desmochada y desnutrida que prácticamente no cuenta.
¿A quién ha
señalado el papa alemán? Tampoco hay dudas: su preferido es el lombardo Angelo Scola. Lo tiene todo. Es, para
empezar, italiano, lo cual agrada a los curiales, hartos ya de “exotismos”
centroeuropeos. No es demasiado viejo ni demasiado joven: 71 años, la edad
justa. Como Ratzinger, es un profundo intelectual que ha publicado decenas de
libros. Un gran teólogo que ha enseñado en Alemania. Se lleva muy bien con
movimientos neocon como Comunión y Liberación, pero es cualquier cosa menos un
iluminado, un actor de teatro o un títere fácil de manipular. Es un hombre
honesto, que domina el funcionamiento de la Curia [trabajó en el Santo Oficio durante cinco
años], que tiene las ideas muy claras y que seguirá la línea conservadora, pero
valiente, de Benedicto XVI.
Éste hizo con él
algo casi inaudito: lo sacó del Patriarcado de Venecia y lo hizo arzobispo de
Milán. Son dos de los primeros puestos de la Iglesia. La señal no
puede ser más clara. Scola, pues, está en la pole position del cónclave del mes
que viene. Agrada a muchos y no termina de disgustar a nadie.
Tarcisio Bertone, secretario de Estado y teórico número dos, sería
una buena opción, pero el turbio asunto Vatileaks le ha salpicado demasiado. No
es una persona querida en el Sacro Colegio: su fuerte carácter le ha creado
demasiados enemigos, y además tiene ya 78 años. Sería un buen Papa “de
transición”, pero ¿es eso lo que buscan ahora los cardenales?
La edad
descalifica al que sería el Papa ideal: Camillo
Ruini, un hombre de un currículum impresionante y de un carácter
conciliador, uno de los puntales de la Iglesia en Italia. Lástima que tiene 82 años.
Pero ahí está, sin
dar un ruido, sin hacer mucho más que sonreír, el canonista Carlo Caffarra, miembro de Comunión y
Liberación, especializado en bioética, reproducción, ingeniería genética y
teología moral. También está en el Santo Oficio. Es un conservador “amable” de
74 años que lo tiene todo… menos la popularidad. Podría ser la sorpresa que, al
final, nunca lo es.
Cardenal Marc Ouellet, uno de los cardenales más
cercanos y más influyentes en los últimos años. Este canadiense desempeña la de
prefecto para la
Congregación de Obispos, encargado de elaborar la lista para
nombrar los obispos. Además, ha desempeñado importantes cargos fuera de la
curia y la edad juega a su favor.
Cardenal Angelo Bagnasco. Uno de los candidatos
italianos, arzobispo de Génova y presidente de la Conferencia Episcopal
Italiana. Tiene la amistad y conocimiento de un gran número de purpurados.
Actualmente tiene 70 años.
Roger Mahony, el cardenal de Los Angeles, ha sido la última
“víctima” de la guerra de Benedicto XVI contra la pederastia y sus
encubridores, pero no es posible ignorar a Timothy Dolan, el poderoso
arzobispo, de Nueva York, un hombre de una capacidad oratoria asombrosa que,
además, lo sabe casi todo sobre las finanzas vaticanas. Es un hombre del siglo
XXI y de gran prestigio en la
Iglesia , pero sus ideas podrían resultar demasiado
“avanzadas” para los curiales… Y tiene 62 años.
El inmenso
prestigio del dominico Christoph
Schönborn, el cardenal de Viena, uno de los pesos pesados de la Iglesia europea que en el
cónclave de hace cinco años puso toda su influencia en la apuesta por
Ratzinger: quizá piense que, a sus 68 años, puede dejar de ser “gran elector” y
competir por el trono de Pedro. No le faltarían apoyos. Es otro conservador
“con guante de seda” y un consumado diplomático. Tímido, pero intelectualmente
pocos pueden competir con él. Ahora bien, ¿salimos de un alemán para meternos
en un austriaco, por más conde que sea? Los curiales se lo van a tener que
pensar.
Puestos a jugar al
exotismo puro y duro, alguien llamado a alzar la voz en la Iglesia del siglo XXI es
el arzobispo de Manila, Luis Antonio
Tagle. Un hombre lanzado a internet, con madera de líder, con opiniones muy
audaces en cuestiones sociales y con un gran carisma. Pero tiene sólo 55 años:
quizá en otra ocasión. O por qué no en ésta…
¿Y los españoles? La verdad es que parecen contar muy poco. El más “afinado” con las sensibilidades romanas no es, contra lo que pudiera parecer, Rouco, ni tampoco Cañizares. Es el barcelonés Lluís Martínez Sistach. Pero no parece que en este cónclave suene la hora de un Papa español, el primero desde Alejandro VI Borgia.
La importancia de
este momento histórico para la
Iglesia no se centra tanto en el cumplimiento de las
profecías: la posibilidad de dos papas simultáneos, el fin de la Iglesia, el comienzo de las Grandes Tribulaciones según el Apocalipsis, sino, especialmente ahora, en
comprobar si llega a la sede alguien capaz de transformar y regenerar todos los
estamentos católicos, muy viciados y alejados del beneplácito general y la opinión
pública. Un punto de flexión interesante sería la elección de un Papa no
europeo, relativamente joven y con agallas suficientes para esa gran tarea
pendiente, que ya no puede retrasarse más.
El tiempo y los
hechos lo pondrán todo en su sitio…
Fuentes principales:
Daniel Miccael Sais: “El próximo Papa será Pío
XIII”
Luis Astúriz: “La sucesión de Benedicto XVI…”
Victoriano Domingo: “Y dijo el Ángel: No habrá más
tiempo”
Documentos varios en la Red
*(Actualizado
9/3/2013) En el momento de publicarlo en el blog olvidé repasar algunas notas
sobre la figura del nuevo Papa. Según creo, ningún otro Papa ha tomado nunca el
nombre de Pedro, carencia que resulta cuando menos sorprendente, quizá nadie
quiera resaltar ese carácter rocoso, poco fluido e incrédulo que nos muestran
las escrituras del apóstol, quien negó hasta por tres veces ser discípulo de
Jesús, y por otras razones como que quizá él no era el destinatario de la sentencia:
“… sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
También podemos
entender que al indicarnos la profecía “Petrus Romanus”, o Pedro Romano, se refiera
a la constatación y señal de que el círculo se cierra sobre sí mismo, como el
alfa y el omega de una religión, un Pedro le da comienzo en Jerusalén y otro le
da término en Roma. Hay variadas profecías que nos hablan de un Papa que huye
en medio de la destrucción, esperemos que no se cumplan y que los hechos no
pretendan superar ese dramatismo fatídico.
Quien tenga sobre
sí la labor de “apacentar” deberá ser un hombre de grandes virtudes, de talla
humana y moral intachables, de capacidad de liderazgo, decidido a sanear el
Vaticano y la Iglesia
de tántos escándalos por todo el mundo. Que no crea ni esté aprisionado en su
acción por profecías ni designios satánicos, que proceda sin demora a una
regeneración espiritual profunda y, si es preciso, retornando a las fuentes y
los orígenes, para asumir que gran parte de las condenas a las llamadas
“herejías” de los primeros siglos eran totalmente infundadas, cegándose desde
entonces el acceso a la verdadera espiritualidad interna, al menos en Occidente.
El mundo necesita
reeencontrarse con la Unidad
y la luz primordiales, y si la Iglesia
Católica no abandera o se suma a esta corriente de
transformación, verdaderamente deja de tener autoridad y toda razón de ser su
pretendido liderazgo espiritual, entonces entrará en trance rápido de desaparición.