Me regalaron hace varios
años este libro de poemas de José Hierro “Quinta del 42” (1953) , pero en ese momento no
prestaba demasiada atención a la poesía y solo le eché un vistazo. Ahora lo he
leído detenidamente, con satisfacción, y agradecimiento a mi benefactor, encontrado bellos y profundos pasajes
que trascienden la época en que fueron escritos, verdaderos monumentos poéticos.
He seleccionado los siguientes:
Aparición
A pesar de todo
yo te vi, Belleza.
Cuando ya dudaba
que jamás te
viera.
Cerrados mis ojos
te busqué,
Belleza,
naciendo en las
olas,
clavando tu flecha
divina en la gota
que enjoya la
hiedra.
Y a pesar de todo
te nombré,
Belleza.
Y a pesar de todo
creí en ti,
Belleza.
Y al abrir los
ojos
te tuve, Belleza.
¿No serán tus
nombres
“pasado”,
“perdido”,
“remoto”, Belleza?
¿No serán las
cosas
tu nido, Belleza,
la sangre y los
huesos
que el tiempo
dispersa,
y tú, su perfume
inmortal, Belleza?
Al abrir los ojos
te tuve, Belleza.
Luego te perdiste,
misteriosa y
súbita,
sin que ya te
viera.
Armonía
Quise tocar el
gozo primitivo,
batir mis alas,
trasponer la linde
y volver, al
origen, desde el fin de
mi juventud, para
sentirme vivo.
Quise reverdecer
el viejo olivo
de la paz, pero el
alma se me rinde.
¿Quién es sin su
dolor? ¿Quién que no brinde,
sin pena, su ayer
libre a su hoy cautivo?
Y ¿quién se
adueñará de la armonía
universal, si
rompe, nota a nota,
grano a grano, el
racimo, los acordes?
¿Quién se olvida
que es cuna y tumba, día
y noche, honda
raíz y flor que brota,
luz, sombra, vida
y muerte hasta los bordes?
Los tibios
I
Lo teníais todo:
las almas
sin dolor, la vida
apacible.
Alrededor, los
huracanes
os sabían inconmovibles.
Como torres, os
levantabais.
Como chopo de
hondas raíces,
como viejas
sabidurías
que iluminaban los
confines.
Aves fuertes de
altanería.
Aguiluchos de
vuelo firme.
Os despegasteis de
la tierra,
volasteis por los
cielos grises.
No llorasteis con
los que lloran,
ni cantasteis con
los que cantan,
ni reísteis con
los que ríen.
Nos dejasteis, de
cara al cielo,
frente al signo de
lo imposible.
II
Pero ahora todo es
distinto.
(No es verdad que
muchos ciegos
no aciertan con el
camino).
Día a día,
segundo a segundo,
fuimos
aprendiendo la
verdad.
Casi la
aprendimos.
a luz de las
estrellas
descifrábamos lo
signos.
Día a día,
segundo a segundo…
Hilos
maravillosos,
Ariadnas
secretas nos
conducían
a través del
laberinto.
Día a día.
Ahora ya es todo
distinto.
Ahora sabemos que
el hombre
vive mientras está
vivo
su recuerdo,
aunque él se muera.
El hombre es
llama, encendido
cántico, y el
tiempo, leña
olorosa, pasto
rico
para el fuego que
alimenta
el pecho en su
abismo.
Segundo a segundo,
día a día lo aprendimos.
Junto al mar
Si muero, que me
pongan desnudo,
desnudo junto al mar.
Serán las aguas
grises mi escudo
y no habrá que
luchar.
Si muero que me
dejen a solas.
La mar es mi
jardín.
No puede, quien
amaba las olas,
desear otro fin.
Oiré la melodía
del viento,
la misteriosa voz.
Será por fin
vencido el momento
que siega como
hoz.
Que siega
pesadumbres. Y cuando
la noche empieza a
arder,
soñando,
sollozando, cantando,
yo volveré a
nacer.
No soy de leer poesía y entono el "mea culpa", pero no me pegó nunca por ahí.
ResponderEliminarSoy más de aprender algunas a base de escucharlas en canciones (sobre todo si las entonaba Serrat).
Pero mira tú por dónde que las que has puesto de José Hierro me gustan. Igual tengo que plantearme que, de vez en cuando, debería coger algún libro de poemas que tengo por casa.
Un abrazo
Me gustan especialmente aquellas que tocan algún punto trascendente o metafísico, en pocas y bellas palabras en las que es fácil sumergirse unos momentos, vivir con el autor lo que sintió dentro de lo inexpresable...
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