(Buda significa “Ser Despierto”, aquel que se
ha liberado de todos los oscurecimientos y ha desarrollado todas las cualidades
virtuosas. Todo ser dotado de mente tiene el potencial de actualizar el estado
de Buda)
En nuestro
lenguaje cotidiano hay cosas realmente muy llamativas. Y una de ellas es esa
frase tan común con la que, ante cualquier fallo de alguien, comentamos: “Eso
es muy humano.” Alguien hace trampas en un examen o en un concurso y decimos: “Es
muy humano.” Otro defrauda al Fisco y explicamos: “Es humano.” Un hombre celoso
hace la vida imposible a su mujer y comentario al canto: “Es muy humano.” Tras
un fracaso, alguien se viene abajo y se sumerge en la amargura, y le
compadecemos como un “es humano”. Curiosamente llamamos “humanos” solo a
nuestros vicios y carencias. Incluso, a veces, ese “humano” se convierte en sinónimo
de “animal”. Parecería que lo propio del hombre es lo bajo, lo caduco, lo que
le aleja de las cumbres. Pero… ¡si realmente lo humano es lo que nos diferencia
del animal! ¡Si lo humano es la razón, la voluntad, la conciencia, el esfuerzo,
la santidad! Eso es lo verdaderamente humano.
Humana es la
inteligencia que hace del hombre un permanente buscador de la verdad, un ser
ansioso de claridad, un alma hambrienta de profundidad.
Humana es la
voluntad, el coraje, el afán de luchar, el saber sobreponerse a la desgracia,
la capacidad para esperar contra toda esperanza.
Humana es la
conciencia que nos impide engañarnos a nosotros mismos, la voz que desde dentro
nos despierta para seguir escalando, la exigencia que nos impide dormirnos.
Humano es el afán
de ser mejores, el saber que aún estamos a medio camino, el señalarnos como
meta la perfección aunque sepamos que nunca llegaremos a la meta total.
Todo eso es lo
humano. Y difícilmente llegaremos a ser verdaderos hombres si empezamos por
autodisculpar nuestros errores bajo la capa de que “son humanos”.
Ser hombre, es
cierto, es una aventura ambivalente. Pascal definía al hombre como: “Juez de
todas las cosas; estúpida lombriz de tierra; depositario de la verdad; montón
de dudas; gloria y desperdicio del universo”. Sí, es todo eso y mucho más. Y por
eso la verdadera aventura y gloria de los humanos es, precisamente, elegir
entre esas cosas, sabiendo que podemos quedarnos en aquello que decía Baroja del
hombre (“un ser un milímetro por encima del mono, cuando no un centímetro por
debajo del cerdo”) o ser precisamente esa “gloria del universo”.
Y ¿cuáles son las
claves de la apuesta? Literalmente: apostar por lo que el hombre tiene de
animal o por lo que tiene de racional. Apostar por el egoísmo o por la
generosidad. Elegir entre una vida vivida o una vida arrastrada. Optar entre
vivir despierto o vegetar. Empeñarse en realizar nuestros mejores sueños o
masticar nuestros peores deseos. Pasar los años envejeciendo, pero sin madurar,
o esforzarnos por madurar sin envejecer. Saber que –como decía A. Dumas– “el
hombre nace sin dientes, sin cabello y sin ilusiones, y los más mueren sin
dientes, sin cabello y sin ilusiones”, o levantar tercamente la bandera de las
ilusiones y saber que podremos perder todo menos el entusiasmo.
Y lo grave del
asunto es que todo hombre tiene que hacer esas opciones y que cada uno tiene
que hacer la propia, sin buscarse disculpas en que el mundo o las
circunstancias no le dejaron.
Vivir,
efectivamente, es apostar y mantener la apuesta. No apostar y dejar la apuesta
en la primera esquina es, simplemente, morir antes de tiempo.
San Agustín, para
ofrecer a los humanos el mejor de los piropos, decía que el hombre es “capax
dei”, “capaz de Dios”. Y efectivamente lo que define el tamaño del alma es el
ser “capaz de…” capaz nada menos que de Dios, pero también capaz de un vacío
que, precisamente por esa grandeza, sería casi infinito. ¿Hay en el universo
tragedia mayor que un alma que se muere sin llegar a existir? ¿Qué aullidos no
dará la naturaleza cada vez que se la obliga a prostituirse de necedad y vacío?
¡Es tanto lo que podemos ganar! ¡Tanto lo que podemos perder! Me asusta ser
hombre. Me entusiasma y me asusta. A lo que no estoy dispuesto es a engañarme,
a pensar que esto es un jueguecito sin importancia, que los años son unas
fichas de cartón que nos dieron para ir entreteniéndonos mientras cae la tarde.
José Luis Martín
Descalzo – La Apuesta
de Ser Hombre
Salvo el lenguaje sexista (y no hes poco), que hace daño a la vista, vale la pena leerlo. Aunque hay que esquivar los tropezones de un lenguaje machista ¡Aimsss como chirría eso!
ResponderEliminarDe verdad que insisto. Hoy en día, escribir un texto de reflexiones de tan "altas miras" y no ver mas allá en cuanto lo adecuado de un lenguaje inclusivo, hace que el texto decaiga bastante. Es una pena. Pero leer "hombre", aún hoy en día, como genérico (aunque a mi de siempre), genera urticaria intelectual, pitan los oídos y a la identidad de mi ser se le pone la carne de gallina, espantada de tal atrocida otra vez, porque se me excluye, una vez más, por ser mujer. Mi mente tiene que ir reconstruyendo el texto y adaptádandolo a las palabras reales para sobrevivir a la lectura. Y preguntándome, sin poder distinguir claramente (lógico), si es verdaderamente genérico o sólo se refiere al hombre. Nunca he conseguido distinguirlo.
Si llaman a los "chicos", yo, esta "chica", nunca acudirá porque no se refieren a mi, y no pienso darlo por hecho tampoco, puesto que yo tengo bien claro quien soy.
El lenguaje es fundamental. Sí o sí.
Si no hay coherencia no hay autenticidad y desaparece la veracidad del contenido.
Este autor, haciendo alusión a su propio texto, sí que tiene que despertar.
Autora: MariCarmen Rodríguez © ®
La segunda acepción de la palabra "hombre", según la RAE, es la de "individuo de la raza humana". Usamos el lenguaje del que disponemos...
EliminarUsamos el lenguaje que creamos al orden de los cambios. Es el diccionario quien se adapta a los campos y no al revés. O sino, aún tendríamos que hablar como la edad media.
ResponderEliminarQue alguien me encuentre un argumento menos denostado que ese, por favor.
Ah! Y yo no soy una segunda acepción, o se nos incluye o se nos excluye, simple.
Además, en un texto como este, que pretende tener una visión tan lúcida, decae por sí mismo, sino autogenera un lenguaje holistico. Que por cierto, para las personas fieles al diccionario, también se puede hacer.
Para ejemplo, mi propio texto con el que respondo. Sencillo y no tan reaccionario.
Siento que padezcas de resistencias, (curiosa contradicción)
Muchas palabras, mucho discurso pero poca práctica por lo que veo.
En fin, patatillas con calabacín.
Espero que esa expresión esté en el diccionario. Porque sino, ¡Uf! sería atroz escribir o usar términos que nuestra querida, machista y cuadriculada academia no admite.
Por tanto, seamos fieles a la academia y hablemos en verso del medievo:
Anda que... Tela marinera con la respuestita, manulondra. Porque atolondra tan poca y sesgada visión. Curiosidades de la contradicción.
Le deseo pronta recuperación, de semejante ceguera y de tan profunda escasez, digo, de tal lineal sesera.
La verdad es que no entiendo esta "pataleta" con agrio tinte feminista. Aunque comprenda sus motivos y esté de acuerdo con el carácter machista del idioma, lo que busco para mi blog son reflexiones que crea importantes por su contenido y que nos hagan crecer y madurar, en tanto que la forma no sea agresiva y alienada. El autor es del sexo masculino; si fuera al contrario, vería adecuado que utilizara otros términos para designar hombre, individuo, etc. que englobaran los dos sexos sin menoscabar el contenido. Por otro lado, sí que veo algo insultante la frase "Le deseo pronta recuperación, de semejante ceguera y de tan profunda escasez, digo, de tal lineal sesera", no viene a cuento en absoluto, usted no me conoce. Y aquí pongo fin a esta conversación, creo que no éste el lugar adecuado para tales debates.
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