Las Bienaventuranzas
son mera utopía que no nos llevan a ninguna parte; es una esperanza que ya está
caduca. El hombre tiene que actuar con la razón, y más teniendo tan cerca los
problemas y los marginados. Bajémonos de los pedestales, despojémonos de las
vestiduras, repartamos lo que nos enriquece, hagámonos “pobres” de verdad,
demos ejemplo con ello y todo será diferente. La guerra de los pobres es una victoria
segura contra esos ricos sin escrúpulos que destrozan las naciones, las
sociedades, que están cambiando un mundo a costa de su avaricia, de su usura,
de sus políticas injustas e incumplidas.
No debe haber ningún
pobre, deben ser todos ricos en común. El pobre se hace en cuanto los ricos se
quedan con el salario de los trabajadores, no solo con violencia y engaño, sino
con el pretexto de las leyes. Las invenciones de los poderosos, adornadas con
los colores de la nación, se convierten en leyes, y los hombres perversos con
codicia insaciable se reparten entre ellos los bienes que debían destinarse a
la necesidad de todos.
Da la impresión de
que a la vez que nos vanagloriamos de lo que se llama progreso –que realmente
existe– se da en mayor medida el efecto contrario, el subdesarrollo, la
pobreza, las guerras. La mala distribución de la riqueza y el aprovechamiento
desmesurado de las clases altas hacen que se tenga que hablar de un
desequilibrio social que al final lo paga el que es débil.
Es muy difícil
establecer unas normas de conducta en el hombre para poder llegar a erradicar
esa pobreza que nace cuando se establecen las diferencias de clases. Lo primero
sería un cambio de actitud en el propio hombre, llevado a través del empleo de
su razón. La razón es ver las cosas tal como son. El hombre actual educado
desde niño por la religión, aun sin ser practicante, estando alejado de
cualquier tema relacionado con esa creencia en su vida, no le concede ninguna
atención en su vida cotidiana; está inmerso en su trabajo, su familia, sus
deudas –que no es poco– y vive más pendiente de sus problemas económicos y
familiares que del cumplimiento de su fe. El hombre actual no actúa en lo que
hace porque cree debidamente, sino por el simple hecho de “cumplir”. Luego de
haber cumplido, vuelve a la monotonía y se olvida de todo lo demás. La religión
no suele dejar huella en la mente del hombre, ni ocupa un lugar preferente en
su vida y su familia. El hombre vive cada vez más alejado de Dios.
Habría que pegar
muchos carteles por las calles de todo el mundo que dijeran:
AL HOMBRE DE HOY
Si quieres ser libre en una sociedad más justa
utiliza tu razón y olvídate de la fantasía.
Descubre quién eres verdaderamente y de dónde
vienes,
cómo es la Sociedad en que vives y cómo se formó.
Cuando conozcas esto pon en práctica la justicia
y la solidaridad; lucha por desbancar al explotador
y al usurero, al que te engaña
y al que te hace promesas falsas.
Los hombres libres unidos son invencibles
contra la escoria que provoca el desajuste económico
y crea pobreza y muerte a los más inocentes.
AL HOMBRE DE HOY
Pon en todos los ámbitos de tu vida
la solidaridad con quien es como tú.
No seas partícipe de la injusticia,
únete a sus problemas aunque no sean los tuyos,
defiéndelos con ellos para conseguir
una Sociedad, sobre todo laboral,
mucho más igualitaria
donde todos puedan vivir con dignidad,
no con necesidad y miseria.
No cierres los ojos ante quienes cometan,
con el pretexto de la legalidad, atrocidades.
Lucha unido por romper el esquema
que anula la dignidad del hombre
y lo lleva a la pobreza.
A LOS JÓVENES DE HOY
No permitid nunca ser ignorados ni engañados
por los políticos ni por las instituciones.
Sois el futuro de la nación.
Exigid, si es preciso con la lucha, vuestro derecho
a un trabajo, un salario y una vivienda digna.
La Sociedad en la que vivís no es una Sociedad
perfecta
y es a vosotros a quienes corresponde sanearla
para que en ella no existan clases sociales
y haya oportunidades para todos.
Hay muchos que se enriquecen a costa de la sinrazón
y de la falta de valores de solidaridad y respeto.
Romped las reglas del juego,
que se está jugando con cartas marcadas.
Joaquín Cózar
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