Tú ya eres felicidad, eres
la felicidad y el amor, pero no lo ves porque estás dormido. Te escondes detrás
de las fantasías, las ilusiones y también de las miserias de las que te
avergüenzas. Lo importante es ser capaz de darse cuenta de que no eres más que
un “yo-yo”, siempre de arriba para abajo, según tus problemas, tus disgustos o
depresiones, que eres incapaz de mantener una estabilidad. Darte cuenta de que
te pasas la vida a merced de personas, de cosas o de situaciones. Que no eres
dueño de ti ni capaz de mirar las situaciones con sosiego, sin enfados ni
ansiedad.
Solo lo que nace y se
decide desde adentro es auténtico y te hace libre. Lo que se hace como hábito y
que no puedes dejar de hacer porque te domina, te hace dependiente, esclavo de
lo que crees, porque te lo han programado. Tienes que liberarte de tu historia
y su programación para responder por ti mismo. La espiritualidad ha de nacer de
ti mismo; y cuanto más seas tú mismo, serás más espiritual.
Cuando tu mentalidad
cambia, todo cambia para ti a tu alrededor. Lo que antes te preocupaba tanto,
ahora te importa un bledo y, en cambio, vas descubriendo cosas maravillosas que
antes te pasaban desapercibidas. Nuestra vida se convierte en un lío porque
tomamos por realidad lo que no son más que programaciones que no sirven de
nada. Lo más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente, con sinceridad,
sin engañarse, y estamos acostumbrados a buscarnos asideros y a andar con
muletas. Necesitamos desmontar la tienda en la que nos refugiábamos y seguir
por el sendero adelante sin apoyos. Hay que quitar las vendas para ver. Si no
ves no puedes descubrir los impedimentos que no te están dejando ver.
El hacer esfuerzos por
cambiar es contraproducente, pues lo que te va a cambiar es la verdad. El
observar es lo que te va a cambiar. Mirar con objetividad, como si no fueras
tú, concienciándote de lo que pasa, dentro y fuera de ti, estando atento.
Hacerlo sin juicios valorativos, porque si le pongo etiquetas, ya no veo la
cosa como es. Caer en la cuenta, sin prejuicios, solo entendiéndolo.
Si no cambiamos
espontáneamente es porque ponemos resistencia. En cuanto descubramos los motivos
de la resistencia, sin reprimirla ni rechazarla, ella misma se disolverá. La
vida es en sí un puro gozo y tú eres amor-felicidad. Solo los obstáculos de la
mente te impiden disfrutarla plenamente. Son las resistencias que pones en tu
programación lo que te impide ser feliz.
Despertarse es la
espiritualidad, porque solo despiertos podemos entrar en la verdad, y descubrir
qué lazos nos impiden la libertad. Esto
es la iluminación. Es como la salida del sol sobre la noche, la luz sobre
la oscuridad. Es la alegría que se descubre a sí misma, desnuda de toda forma.
Esto es la iluminación. El místico es el
hombre iluminado, el que todo lo ve con claridad, porque está despierto.
¿Y cómo sabré si estoy
dormido? El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se
cierre a la verdad. Si estás doliéndote
de tu pasado, es que estás dormido. La solución está en tu capacidad de
comprensión y de ver otra cosa que lo que se permite uno ver. Ver lo que hay
detrás de las cosas. Cuando se te abran los ojos, verás como todo cambia, que
el pasado está muerto… y el que se duerme en el pasado está muerto. Despertarse
y no perderse la vida. Es vivenciar el presente. Si sufres es que estás dormido. El sufrimiento no es real, sino una
obra de tu mente; es un producto de tu
sueño. Si tienes problemas es que estás dormido. La vida no es
problemática. Es el “yo” (la mente humana) el que crea los problemas.
Estar despierto es
aceptarlo todo, no como ley, ni como sacrificio, ni con esfuerzo, sino por
iluminación. Aceptarlo todo porque lo ves claro y nada ni nadie te puede
engañar. Es despertar a la luz. El
dolor existe, y el sufrimiento solo surge cuando te resistes al dolor. Lo
insoportable es querer distorsionar la realidad, que es inamovible. No hay que
buscar la felicidad en donde no está. El desasosiego, la congoja, el miedo, la
inseguridad… Nada de esto existe sino en nuestra mente dormida. Cuando
despertemos, se acabó.
¿Qué hace falta para
despertarse?: la capacidad de pensar algo nuevo y de descubrir lo desconocido.
Es la capacidad de movernos fuera de los esquemas que tenemos. Hay que
cuestionarlo todo estando atento a descubrir las verdades que puedan encerrar,
separándolas de lo que no lo son. Si nos identificamos con las teorías sin
cuestionarlas con la razón –y sobre todo con la vida– y nos las tragamos
almacenándolas en la mente, es que seguimos dormidos.
Cuando despertamos de
nuestro sueño y vemos la realidad tal cual es, nuestra inseguridad termina y
desaparecen los miedos. Entonces puedo decirle al otro: como no tengo miedo a
perderte, pues no eres un objeto de propiedad de nadie, entonces puedo amarte
así como eres, sin deseos, sin apegos ni condiciones, sin egoísmos ni querer
poseerte. Y esta forma de amor es un gozo sin límites. En cuanto te agarras a
la permanencia destruyes toda la belleza del amor. El apego mutuo, el control,
las promesas y el deseo te conducen inexorablemente a los conflictos y al
sufrimiento. Porque los lazos que se basan en los deseos son muy frágiles. Solo
es eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre
vulnerable.
Cuando te quiero, te
quiero independiente de mí, y no enamorado de mí, sino enamorado de la vida.
Puesto que tú eres el amor y la felicidad en ti mismo, solo mostrando ese amor
y gozándote en él vas a ser realmente feliz, sin agarraderos ni deseos.
Despertarse es la única
experiencia que vale la pena. La infelicidad no viene de la realidad, sino de
los deseos, de las ideas equivocadas. Eso solo se consigue manteniéndote
despierto y llamando a las cosas por su nombre.
Anthony de Mello – La Iluminación es la Espiritualidad
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