viernes, 30 de octubre de 2015

Reencarnación, una teoría moderna (René Guenon)



  
Lo cierto es que ninguna doctrina tradicional auténtica ha hablado jamás de la reencarnación, y ésta no es más que una invención moderna y occidental. Esta teoría fue adoptada del espiritismo francés en primer lugar por el teosofismo y luego por el ocultismo papusiano y otras diversas escuelas, que han hecho de ella uno de sus artículos de fe. 
    Debemos decir que las objeciones formuladas normalmente contra la teoría reeencarnacionista apenas son más determinantes que las razones invocadas para apoyarla; ello se debe, en gran medida, a que los adversarios y los partidarios de la reencarnación se sitúan igualmente sobre un terreno moral y sentimental. Lamentablemente, hay mucho más que decir contra la reencarnación, ya que se puede establecer su absoluta imposibilidad.

El término reencarnación debe ser distinguido de dos términos que tienen un significado totalmente diferente, y que son los de “metempsicosis” y “transmigración, muy bien conocidos por los antiguos, como aún lo son de los orientales, pero que los occidentales modernos, inventores de la reencarnación, ignoran absolutamente.
    Está claro que cuando se habla de reencarnación, esto significa que el ser que ya ha estado encarnado retoma un nuevo cuerpo, es decir, vuelve al estado por el cual ya ha pasado; por otra parte, se admite que ello concierne al ser real y completo, y no simplemente a los elementos más o menos importantes que han podido entrar en su constitución. Aparte de estas dos condiciones, no puede en absoluto tratarse de reencarnación; ahora bien, la primera la distingue esencialmente de la transmigración, y la segunda no la diferencia menos profundamente de la metempsicosis, en el sentido en que era especialmente entendida por los órficos y los pitagóricos.

Podemos decir (con respecto al término metempsicosis) que hay en el hombre elementos psíquicos que se disocian tras la muerte, y que pueden pasar entonces a otros seres vivos, hombres o animales, sin que por ello tenga más importancia, en el fondo, que el hecho de que, tras la disolución del cuerpo, los elementos que lo componían pueden servir para formar otros cuerpos; en ambos casos, se trata de elementos mortales del hombre, y no de la parte imperecedera que es su ser real, y que en absoluto es afectada por esas mutaciones póstumas.



En cuanto a la transmigración, esta vez se trata efectivamente del ser real, aunque no es para él un retorno al mismo estado de existencia, retorno que si pudiera tener lugar, sería quizá una “migración” si se quiere, pero no una “transmigración”. De lo que se trata es, por el contrario, del paso del ser a otros estados de existencia, definidos por condiciones completamente distintas de aquellas a las cuales está sometida la individualidad humana.
   Quien dice transmigración dice esencialmente cambio de estado; entendida según el sentido ofrecido por la metafísica pura, es lo que permite rechazar de forma absoluta y definitiva la idea de reencarnación. Debe quedar claro que un mismo ser no puede tener dos existencias en el mundo corporal, poco importa que sea sobre la tierra o sobre cualquier otro astro, poco importa además que sea en tanto que ser humano o, según las falsas concepciones de la metempsicosis, bajo cualquier otra forma, animal, vegetal o incluso mineral; poco importa que se trate de existencias sucesivas o simultáneas.

Debemos agregar que la demostración válida contra todas las teorías reeencarnacionistas, se aplica igualmente a ciertas concepciones de aspecto más propiamente filosófico como la idea del “eterno retorno”, y que suponga en el Universo una repetición cualquiera. El fundamento de la teoría metafísica de los estados múltiples del ser es que la Posibilidad universal y total es necesariamente infinita, pues comprendiéndolo todo y no dejando nada fuera de sí, no puede ser limitada absolutamente por nada, una limitación de la Posibilidad universal es una imposibilidad, una pura nada; suponer una repetición es suponer una limitación.
    Desde el momento en que el Universo es verdaderamente un todo o, mejor dicho, el Todo Absoluto, no puede existir en parte alguna un ciclo cerrado, jamás puede volver nada al mismo punto. En la Posibilidad total, esas posibilidades particulares que son los estados condicionados son necesariamente en multiplicidad indefinida; negar esto es pretender limitar la Posibilidad.



A quienes imaginan que rechazando la reencarnación corremos el riesgo de limitar de otra forma la Posibilidad universal, simplemente les responderemos que lo que rechazamos es una imposibilidad, que no es nada, y que no aumentaría la suma de posibilidades más que de un modo puramente ilusorio, al no ser sino un puro cero. Por otro lado, según los “neoespiritualistas”, cada ser debería, en el curso de su evolución, pasar sucesivamente por todas las formas de vida. Tal teoría no expresa más que una imposibilidad manifiesta, por la simple razón de que existen indefinidas formas de vida por las cuales podrá pasar un ser cualquiera, siendo éstas todas aquellas que están ocupadas por los demás seres. Incluso aunque un ser hubiera recorrido sucesivamente indefinidas posibilidades particulares, no por ello estaría más avanzado respecto al término final, que no podría ser de este modo alcanzado.


Quienes sostienen la teoría de la multiplicidad de nacimientos humanos jamás han desarrollado en sí mismos el estado lúcido de conciencia espiritual. Una educación exterior es relativamente ineficaz como medio para obtener el verdadero conocimiento. La bellota se hace roble; pero, por muchas miríadas de frutos que dé el roble, éste jamás se hará bellota. Al igual para el hombre; desde el instante en que el alma se ha manifestado en el plano humano, y ha alcanzado así la conciencia de la vida exterior, nunca volverá a pasar por ninguno de sus estados rudimentarios. Todos los pretendidos "despertares de recuerdos" latentes, por los cuales algunas personas aseguran recordar sus existencias pasadas, pueden explicarse, e incluso sólo pueden explicarse por las simples leyes de la afinidad y de la forma.


René Guenon – Reencarnación

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