La idea de la liberación
no se refiere al maya del mundo
físico, sino al de las instituciones sociales. No es más que una hipótesis que
permite captar el sentido del Budismo y el Vedanta, el Yoga y el Taoísmo mejor
que cualquier otra interpretación. El nirvana
sería una visión transformada del mundo físico, una percepción del mundo en su
plena relatividad. Si, entonces, el maya o irrealidad no reside en el mundo
físico sino en los conceptos o formas mentales por las cuales se le describe,
es claro que el maya se refiere a las
instituciones sociales y a las formas en que modifican nuestra percepción del
mundo.
Todas las formas de
liberación han ofrecido una salida del infinito ciclo de las reencarnaciones:
el Vedanta y el Yoga a través del verdadero Yo, y el Budismo por medio de la
comprensión de que la vida no le está ocurriendo a ningún sujeto, de modo que
no hay nadie que pueda reencarnarse. Coinciden en que el alma individual con
sus reencarnaciones sucesivas de una vida a otra, e incluso de momento a
momento, es maya, una ilusión
traviesa.
La gran mayoría de los
hindúes y budistas asiáticos conserva la creencia de que la reencarnación es un
hecho, y los occidentales que adoptan el Vedanta o el Budismo abrazan también,
en general, la creencia en la reencarnación. Los budistas occidentales afirman,
incluso, que esta creencia les consuela, en abierta contradicción con su
objetivo declarado: obtener la libertad de los renacimientos. Sin embargo, es
lógico conservar la creencia en la reencarnación si uno cree, también, que maya es el mundo físico, y no las ideas sobre el mundo físico. Esto es lo
mismo que decir que uno sigue creyendo en esta cosmología hindú hasta que
comprende que no es más que una institución social. A mi juicio, los budistas y
vedantistas que comprenden profundamente sus propias doctrinas, que de hecho
están liberados, no creen en la reencarnación en sentido literal. Esta
liberación fue, y sigue siendo, una retirada fuera del alcance de las
instituciones sociales, y no una liberación del hecho de estar vivo.
El Budismo Mahayana
incorporó un refinamiento lógico y final: el Bodhisattva que regresa a la
sociedad acepta sus convenciones, pero sin “apego”, jugando al juego social, pero sin tomárselo en serio.
Si esta tesis es correcta, ¿por qué no fue
expresada con claridad, por qué se ha permitido que la mayoría de los budistas
y vedantistas siguiera creyendo literalmente en la cosmología
reencarnacionista? Hay dos razones. Primero, liberación no es revolución. No es
salir del propio camino para perturbar el orden social, arrojando dudas sobre
las ideas convencionales que unen a la gente. Además, la sociedad se siente
insegura, y por lo tanto hostiliza a quienes desafían sus convenciones.
Segundo, la propia técnica de la liberación requiere que el individuo descubra
la verdad por sí mismo, se le ha de exigir que experimente, que actúe de forma
coherente de cara a los conceptos que da por ciertos, hasta encontrarse con que
no lo son.
Las formas orientales de
liberación parecen culminar en un mismo estado de modalidad de conciencia,
caracterizada por la superación de la dualidad del ego y el mundo. Llámesela
“conciencia cósmica” o “experiencia mística”, a mí me parece una comprensión
sensorial del mundo físico como campo. Pero, a causa de la condición divisoria
del lenguaje, este sentimiento puede sugerir intentos descriptivos
contrapuestos. El Budismo subraya la irrealidad del ego, mientras que el Vedanta enfatiza la unidad del campo. De ahí
que, al descubrir la liberación, el primero parezca afirmar simplemente que el
punto de vista egocéntrico se evapora, mientras que el segundo sostiene que
descubrimos que nuestro verdadero yo es el Yo del universo.
Sin embargo, hay buenos
motivos para creer que algunos maestros de las formas de liberación saben
perfectamente bien lo que están haciendo, que tienen plena conciencia de su
piadosa triquiñuela, así como del hecho de que la liberación obtenida no
proviene de la reencarnación física sino de un pensar y sentir en medio de la confusión.
¿En Asia se considera, realmente, que la
liberación se refiere a las condiciones sociales, más bien que a las físicas o
metafísicas? Mis propias conversaciones con los maestros de Budismo Zen sobre
este asunto no me han dejado la menor duda. No he hallado uno solo que creyera
en la reencarnación como hecho físico, y menos aún que se atribuyera algún tipo
de poderes literalmente milagrosos sobre el mundo físico. A todas estas
cuestiones se las entiende simbólicamente.
¿Y qué decir de los misteriosos “maestros
del Tibet” a quienes tanto se ha atribuido en materia de conocimientos ocultos
sobre los mundos supra-físicos? Son contados los occidentales que practicaron
realmente sus disciplinas sobre el terreno. Una excepción es Alexandra David-Neel,
que afirma que la reencarnación no debe ser entendida literalmente, como
corporizaciones consecutivas de un ego individual, ni siquiera como “cadena de
karma” individual, o configuración de conducta casualmente conectada. La
multitud de vidas del individuo solo refleja la multiplicidad de sus vínculos
físicos y sociales. “Se espera que el
estudiante logre comprender que el incesante trabajo de su mente y la actividad
física efectuada por el cuerpo, nada de todo eso es de él, ni es él. Él, física
y mentalmente es la multitud de los otros. Esta “multitud de los otros” incluye
los elementos materiales que él adeuda a su herencia, a su atavismo, y luego
los que ha ingerido, ha inhalado antes de su nacimiento… En el plano mental,
esta “multitud de los otros” incluye muchos seres que le son contemporáneos:
gente que está ligada a él, personas con las que conversa, cuyas acciones mira.
De aquí la sostenida acción inhibitoria que sufre el individuo mientras absorbe
parte de las diversas energías que emiten aquellos con los que está en
contacto; estas energías desarticuladas, instalándose en lo que él considera su
“yo”, forman allí un hormigueante tropel. Esto incluye, en realidad, un
considerable número de seres pertenecientes a lo que llamamos el Pasado…”.
La interpretación
simbólica (y no física) de la reencarnación, es un elemento crucial para tomar
conciencia de que maya pertenece a la
esfera social de la descripción y el pensamiento, y no a la esfera más vasta de
las relaciones físicas y naturales. en la doctrina original de Buda, toda
especulación metafísica, así como todo interés en controles milagrosos sobre el
mundo físico, eran tenidos no solo por banalidades, sino también por estorbos
concretos de la liberación. Habría que agregar, también, que la teoría de la
reencarnación física no existe en el Taoísmo, y que, de acuerdo a
A.K.Coomaraswamy, la interpretación adecuada del Vedanta es que “el único y
singular transmigrante” es el Supremo Yo, el Atman-Brahman; nunca, pues, un
alma individual.
Estos enfoques disolvieron
la totalidad de la cosmología reencarnacionista de la antigua India,
reduciéndola, ora a mito, ora a simple posibilidad que no debe preocuparnos. La
pesadilla de que un mismo individuo soportara repetidamente la miseria, la
enfermedad y la muerte por periodos infinitamente largos de tiempo, o un
cautiverio de siglos en las cámaras de tortura de los demonios, llego a su fin
con la comprensión de que no hay
nadie para sufrir todo esto.
Alan Watts – Psicoterapia del Este, Psicoterapia del Oeste
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