sábado, 10 de septiembre de 2016

Libertad: elegir con responsabilidad (Jorge Bucay)



La libertad, tal como la entiendo y la propongo, consiste nada más (y nada menos) que en la posibilidad o el derecho que tiene cada uno de elegir una (y a veces más de una) de las alternativas que se presentan en un determinado momento.
     La libertad es la capacidad de elegir dentro de lo posible. Esta libertad incluye y necesita, por supuesto, la honestidad de no calificar como imposible lo que no lo es, solamente para negar que descartara todas las otras opciones por mis principios, por mis temores o por mi conveniencia.
     La consecuencia de dar este paso hacia nuestra libertad consiste también en aceptar que algunas situaciones donde no podemos elegir son, en realidad, producto de una elección previa. Sin embargo, parece demasiado tentador para muchos decir que no se podía hacer otra cosa para disminuir así su responsabilidad en el resultado de su elección.

Declararse libre es dar el paso hacia nuestra definitiva autonomía, asumir el coste de mis decisiones, y aunque hoy me dé cuenta de que me equivoqué, aceptar que era posible hacer todo lo contrario y no lo hice, admitir que, de hecho, otros lo hicieron aunque siga pareciéndome de lo mas lógico haber hecho lo que hice.



Como en todas las cosas, los problemas empiezan en las pequeñas cosas. En nuestra vida cotidiana tu y yo hemos pasado, y seguiremos pasando, por esos momentos en los cuales, sin demasiada conciencia, decidimos renunciar a algunas libertades. ¿Que me cuesta –pensamos a veces– renunciar a mi elección? Después de todo nos decimos es un tema tan poco importante... ¿Para qué hacer de esto una cuestión de debate? –terminamos argumentando–. Además de ser ciertamente un tema menor... seguramente sea transitorio.
     E incluso respiramos hondo antes de dar por cerrado el asunto y nos conformamos con la renuncia a nuestro rumbo, convencidos de que la lucha por la libertad es la batalla de las grandes cosas, no de las minucias. Sin embargo, muchas veces estas ideas son el disfraz con el que escondemos la falta de energía al defender nuestras libertades.

Es importante ser capaz de desapegarse de algunas actitudes, pretensiones y caprichos, pero habrá que temer a las "pequeñas" renuncias cuando no son elegidas con nuestro corazón, con conciencia y con responsabilidad.
     Es necesario recordar que la libertad es tan importante como para no renunciar a ella ni siquiera un momento. El desafío puede sonar casi heroico, pero todos somos capaces de mostrar esa cuota de sana osadía.

Este paso es tan trascendente que para algunos pensadores lo que define el paso de ser un individuo a ser una Persona Adulta es justamente nuestra libertad. La capacidad de optar entre dos o más posibilidades y la responsabilidad que se debe asumir después de tomar cada decisión. Y aunque a veces no podremos elegir lo que pasa, podremos elegir como actuar frente a ello.



Es el derecho que me otorgo de elegir una u otra respuesta lo que me hace libre o esclavo (y no el alto precio que, con frecuencia, debo pagar por mi elección). Dar este paso será una manera de decidirnos a afrontar nuestra vida con absoluto protagonismo, con responsabilidad, sobre todo lo que nos ocurre, entendiendo los hechos de nuestra vida como una consecuencia deseada o indeseable de algunas de nuestras decisiones.

Soy responsable de las decisiones que tomo; por lo tanto, soy libre de quedarme o salir, de decir o callar, de insistir o abandonar, de correr los riesgos que yo decida y de salir al mundo a buscar lo que necesito.

En las circunstancias mas difíciles y en los momentos en que nos invade la sensación de haber perdido el rumbo, la certeza del resultado final es justamente lo que podrá hacernos recuperar la fuerza para hacer y para arriesgar; las motivaciones para avanzar, para desear, para insistir, para valorar el camino recorrido y para seguir luchando por lo que creemos.

Hacen falta coraje y solidez para enfrentarse a los precios que la sociedad querrá cobrarnos casi siempre por la osadía de enfrentarnos a ella, por la frescura de declararnos libres de decidir por nosotros mismos, por el desplante de desconocer la inviolabilidad de sus mandatos o por la insolencia de pedir explicaciones a las actitudes de los más poderosos.


Podemos y debemos animarnos a hacer, a preguntar, a protestar y a cuestionar, aún en minoría, frente a los caprichos de algunos o las injusticias de muchos; quizá con la única restricción de cuidar de que esa libertad sea ejercida dentro del estado de derecho, que no involucremos a quien no quiere estar involucrado, y que nuestra forma de protesta o de rebeldía no este diseñada para destruir a los que piensan diferente, sino para sumarlos a todos en la construcción de un mundo mejor.



Jorge Bucay - 20 pasos hacia adelante

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