Todos los que hemos vivido
buscando la verdad, nos hemos encontrado en el camino con muchas ideas que nos
sedujeron y habitaron en nosotros con la fuerza suficiente como para
condicionar nuestro sistema de creencias.
Sin embargo, pasado un tiempo, muchas de
las verdades terminaban siendo descartadas porque no soportaban nuestros
cuestionamientos internos, o porque una “nueva verdad”, incompatible con
aquellas, competía en nosotros por los mismos espacios. O simplemente porque
estas verdades dejaban de serlo.
En cualquier caso,
aquellos conceptos que habíamos tenido como referentes dejaban de ser tales y
nos encontrábamos, de pronto, a la deriva. Dueños del timón de nuestro barco y
conscientes de nuestras posibilidades, pero incapaces de trazar un rumbo
confiable.
Y entonces me pregunto, por un lado:
¿existirán las verdades sólidas como rocas e imperturbables como accidentes
geográficos? ¿O será la verdad solo un concepto que lleva en sí mismo la
esencia de lo transitorio y frágil de las flores? ¿Es que acaso las montañas,
los ríos y las estrellas no están también amenazados de pronta desaparición?
El primero de estos
pensamientos confiables forma parte inseparable de la filosofía guestáltica y
es la idea de saber que
Lo que es,
es
El concepto, no por obvio
menos ignorado, contiene en sí mismo tres implicaciones que me parece significativo
remarcar: saber que “lo que es, es” implica la aceptación de que los hechos,
las cosas, las situaciones son como son.
La realidad no es como a
mí me convendría que fuera
No es como debería ser
No es como me dijeron que
iba a ser
No es como fue
No es como será mañana
La realidad de mi afuera
es como es.
Solo puedo iniciar mi camino desde mi punto de
partida, y esto es aceptar que las
cosas son como son.
La segunda derivación
directamente relacionada con esta idea es que
Yo soy quien soy
Yo no soy quien quisiera
ser
No soy el que debería ser
No soy el que mi mamá
quería que fuese
Ni siquiera soy el que fui
Yo soy quien soy.
De paso, para mí, toda
nuestra patología psicológica proviene de la negación de esta frase. Todas
nuestras neurosis empiezan cuando tratamos de ser quienes no somos.
Y si es difícil aceptar
que yo soy quien soy, cuánto más difícil no es, a veces, aceptar la tercera
derivación del concepto “lo que es, es”:
Tú… eres quien eres
Tú no eres quien yo
necesito que seas
Tú no eres el que fuiste
Tú no eres como a mí me
conviene
Tú no eres como yo quiero
Tú eres como eres.
Aceptar eso es respetarte
y no pedirte que cambies.
La segunda verdad que creo
imprescindible la tomo de la sabiduría sufí:
Nada que
sea bueno es gratis
Y de aquí derivan, para
mí, por lo menos dos ideas. La primera: si deseo algo que es bueno para mí,
debería saber que voy a pagar un precio por ello. Este precio es a veces muy
alto, y otras muy pequeño, pero siempre existe. Porque nada que sea bueno es gratis. La segunda: darme cuenta de que si
algo recibo de fuera, si algo bueno me está pasando, si vivo situaciones de
placer y de goce es porque me las he ganado. He pagado por ellas, me las
merezco.
Incorporar esta verdad
(nada que sea bueno es gratis) es abandonar para siempre la idea infantil de
que alguien debe darme algo porque sí, porque yo lo quiero. Que la vida tiene
que procurarme lo que deseo “solo porque lo deseo”, de pura suerte,
mágicamente.
Y la tercera idea que creo
que es un punto de referencia podría enunciarla de la siguiente manera: es
cierto que nadie puede hacer todo lo que quiere, pero cualquier puede NO hacer
NUNCA lo que NO QUIERE.
Me repito a mí mismo:
Nunca
hacer lo que no quiero
Incorporar este concepto
como una referencia real, es decir, vivir coherentemente con esta idea, no es
fácil. Y sobre todo no es gratis.
Estoy diciendo que, si soy
un adulto, nadie puede obligarme a hacer lo que no quiero hacer. Lo máximo que
puede pasarme, en todo caso, es que el precio sea mi vida.
Sin embargo, en lo cotidiano, en el pasar
de todos los días, los precios son mucho más bajos. En general, lo único que es
necesario es incorporar la capacidad de renunciar a que algunos de los demás me
aprueben, me aplaudan, me quieran.
Estas tres verdades son
para mí ideas-montaña, ideas-río, ideas-estrella.
Verdades que continúan siendo ciertas a
través del tiempo y de las circunstancias. Conceptos que no son relativos a
determinados momentos, sino a todos y cada uno de los instantes que, sumados,
solemos llamar “nuestra vida”.
Verdades-montaña para
poder construir nuestra casa sobre una base sólida.
Verdades-río para poder
calmar nuestra sed y para navegar sobre ellas en la búsqueda de nuevos
horizontes.
Verdades-estrella para
poder servirnos de guías, aun en nuestras noches más oscuras…
Jorge Bucay – Cuentos para pensar