al-Mutamid
Segundo hijo de al-Mutadid, se convirtió en heredero cuando su hermano mayor fue mandado ejecutar por su padre por supuesta traición. A los doce años, su padre lo envió a Silves, en el Algarve, para ser educado por el poeta Abu Bakr ibn Ammar (el Abenámar de los cristianos), el cual se convertiría posteriormente en su favorito.
En el segundo año de su reino, al-Mutamid anexionó la taifa de Córdoba, a cuyo frente puso a uno de sus hijos. Esta anexión supuso una amenaza para la taifa de Toledo, cuyo rey, Al-Mamun apoyó a un aventurero, Ibn Ukkasha, que en 1075 se apoderó de la ciudad y ejecutó al joven príncipe. Durante tres años al-Mutamid trató de reconquistar Córdoba, lo cual consiguió en 1078, al tiempo que todas las posesiones del reino de Toledo situadas entre el Guadalquivir y el Guadiana pasaron a formar parte del reino de Sevilla.
Al llegar al trono, al-Mutamid nombró visir a su amigo y antiguo mentor Ibn Ammar. Su relación fue excelente durante los primeros años de reinado. Por ejemplo, se atribuye a su habilidad que una expedición de Alfonso VI de León contra Sevilla acabase pacíficamente mediante la aceptación del pago de un doble tributo (1078).
Una leyenda cuenta que Ibn Ammar jugó una partida de ajedrez con Alfonso VI de León, el cual se encontraba asediando la ciudad. La apuesta era elevada, puesto que el ganador decidiría el destino de Sevilla. Ibn Ammar ganó la partida y le pidió al rey castellano que respetase la ciudad. Alfonso mantuvo su palabra y no atacó Sevilla, quedándose con el tablero y las piezas del juego de ajedrez.
Rumaikiyya
Paseando un día a orillas del Guadalquivir con su amigo Ibn Ammar, jugaban a improvisar poemas, entretenimiento extremadamente popular en la sociedad andalusí de la época. Al levantarse una ligera brisa sobre el río, dijo al-Mu‘tamid: "El viento tejiendo lorigas en las aguas".
Ante lo cual esperaba la respuesta de su compañero. Sin embargo, Ibn Ammar no tuvo tiempo de responder, puesto que ambos oyeron una voz femenina que completaba la rima:
"¡Qué coraza si se helaran!".
La voz correspondía a una muchacha escondida tras los juncos. Era una joven bellísima llamada Rumaikiyya, esclava de un arriero. Al-Mu‘tamid quedó inmediatamente enamorado, la llevó a su palacio y la hizo su esposa, tomando el nombre de Itimad. Cuando al-Mutamid fue depuesto, Rumaikiyya partió con él al exilio.ITIMAD
I nvisible a mis ojos, siempre estás presente en mi corazón.
T u felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.
I mpaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.
M i anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!.
A miga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia sea larga.
D ulce es tu nombre. Acabo de escribirlo, acabo de trazar estas amadas letras: ITIMAD .
T u felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.
I mpaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.
M i anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!.
A miga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia sea larga.
D ulce es tu nombre. Acabo de escribirlo, acabo de trazar estas amadas letras: ITIMAD .
Nuestra gloria es como el sol, en altura y brillo
Nuestra gloria es como el sol, en altura y brillo.
Por eso lo prefiere velado, por la luna o las nubes:
Se levantó y veló de mis ojos con su figura,
el disco solar ¡Ojala se velase igual la desgracia!
Ella sabe sin duda que es una luna.
¿Qué puede ocultar el sol sino la faz de la luna?
Por eso lo prefiere velado, por la luna o las nubes:
Se levantó y veló de mis ojos con su figura,
el disco solar ¡Ojala se velase igual la desgracia!
Ella sabe sin duda que es una luna.
¿Qué puede ocultar el sol sino la faz de la luna?
Mi corazón está malherido
Mi corazón está malherido. ¿Qué puedo hacer?
Me aconsejaron bien pero no quería escuchar.
¡Ay de mí! Amo sin ser amado.
Doy vueltas sin rumbo.
Guardo la promesa a quien no la guarda.
No me creía capaz de hacer un regalo de amor
y ahora me basta un simple saludo y me lo niega.
Vosotras que me abandonasteis,
contentas con mi sufrimiento,
animad a vuestro enamorado caído.
Contestadme con un saludo para devolverme
lo que queda de mi alma; si no, mi esperanza huirá.
Me aconsejaron bien pero no quería escuchar.
¡Ay de mí! Amo sin ser amado.
Doy vueltas sin rumbo.
Guardo la promesa a quien no la guarda.
No me creía capaz de hacer un regalo de amor
y ahora me basta un simple saludo y me lo niega.
Vosotras que me abandonasteis,
contentas con mi sufrimiento,
animad a vuestro enamorado caído.
Contestadme con un saludo para devolverme
lo que queda de mi alma; si no, mi esperanza huirá.
Disfrazó la pasión que quería ocultar,
más la lengua de las lágrimas se negó a callar;
Partieron, y ocultó su dolor, más lo divulgó
el llanto de la pena, tan evidente y balbuceante;
les acompañé mientras la noche descuidaba su vestidura,
hasta que apareció ante sus ojos una señal evidente:
Me detuve allí perplejo: la mano de la aurora
me había robado las estrellas.
más la lengua de las lágrimas se negó a callar;
Partieron, y ocultó su dolor, más lo divulgó
el llanto de la pena, tan evidente y balbuceante;
les acompañé mientras la noche descuidaba su vestidura,
hasta que apareció ante sus ojos una señal evidente:
Me detuve allí perplejo: la mano de la aurora
me había robado las estrellas.
!Oh mi elegida entre todos los seres humanos!
¡Oh Estrella! ¡Oh luna!
¡Oh rama cuando camina,
oh gacela cuando mira!
¡Oh aliento del jardín, cuando
le agita la brisa de la aurora!
¡Oh dueña de una mirada lánguida,
que me encadena!
¿Cuándo me curaré? ¡Por ti daría la vista y el oído!
Tu frescor aliviaría
la oscuridad de mi corazón.
La noche de tu ausencia es larga
¡Que nuestro abrazo de amor sea como el alba!
¡Oh Estrella! ¡Oh luna!
¡Oh rama cuando camina,
oh gacela cuando mira!
¡Oh aliento del jardín, cuando
le agita la brisa de la aurora!
¡Oh dueña de una mirada lánguida,
que me encadena!
¿Cuándo me curaré? ¡Por ti daría la vista y el oído!
Tu frescor aliviaría
la oscuridad de mi corazón.
La noche de tu ausencia es larga
¡Que nuestro abrazo de amor sea como el alba!
El corazón
El corazón persiste y yo no cesa;
la pasión es grande y no se oculta;
las lágrimas corren como las gotas de lluvia,
el cuerpo se agosta con su color amarillo;
y esto sucede cuando la que amo, a mí está unida:
¿Qué sería, si de mí se apartase?
la pasión es grande y no se oculta;
las lágrimas corren como las gotas de lluvia,
el cuerpo se agosta con su color amarillo;
y esto sucede cuando la que amo, a mí está unida:
¿Qué sería, si de mí se apartase?
Paco Ibañez canta el poema de Fanny Rubio El rey Al-Mutamid
Soñaba en su lecho el rey,
soñaba de madrugada
que entre las ondas del río
buscaba manzanas blancas.
soñaba de madrugada
que entre las ondas del río
buscaba manzanas blancas.
Y el rey Almutamid
en su sueño contemplaba
la dulce fruta de nieve
que en los espejos temblaba.
en su sueño contemplaba
la dulce fruta de nieve
que en los espejos temblaba.
Noche de miedo en Sevilla,
víspera de la batalla.
víspera de la batalla.
En Sevilla, Almutamid
abrió los ojos al alba
cuando el sol enrojecía
en la ventana más alta.
abrió los ojos al alba
cuando el sol enrojecía
en la ventana más alta.
Y ni el amanecer halló
ni arrayán bajo la almohada
ni del agua el dulce nido
donde vio manzanas blancas.
ni arrayán bajo la almohada
ni del agua el dulce nido
donde vio manzanas blancas.
Noche de miedo en Sevilla,
víspera de la batalla.
víspera de la batalla.
Amor Onírico
Te he visto en sueños en mi lecho
y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más.
y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más.
Una historia muy interesante. Me ha gustado!
ResponderEliminarSaludos, Manuel!
Parece de las 1001 noches. Resulta que Abenamar era aún mejor poeta que Al-Mutamid, se convirtieron en amantes, puede que al conocer el rey a Rumaikiyya sintiera celos y le abandonara.Pero luego le traicionó declarándose rey de la taifa de Murcia. Lo destronaron y huyó a Zaragoza, desde donde le escribe esta carta de perdón:
ResponderEliminar¿Acaso Silves no ha llorado por el que sufre
y Sevilla no ha suspirado por un arrepentido?
La lluvia cubrió el manto de nuestra juventud
en un país donde los jóvenes rompían los amuletos de la infancia.
Al recordar el tiempo de mi juventud, es como si se encendiese el fuego del amor en el pecho.
Aquellas noches en que no hacía caso de la sensatez del consejo y seguía los errores de los alocados;
condené al insomnio a los párpados somnolientos
y recogí el tormento de las tiernas ramas.
¡Cuántas noches pasamos en el Azud, entre los meandros del río,
que se deslizaba con la sinuosidad de una serpiente!
Escogimos el jardín como vecino y nos visitaba con sus regalos que traían las manos de las suaves brisas;
nos enviaba su aliento y se lo devolvíamos aún más perfumado,
y con más suave brisa;
la brisa, en su ir y venir, parecía una chismosa,
que llevase y trajese maledicencia;
el sol nos daba de beber.
¿Quién ha visto el sol en mitad de la negra noche, sino nosotros?
Interesante entrada, me ha gustado mucho. Gracias por rescatar del olvido la historia de este poeta.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Hola Gloria, me alegra verte de nuevo, y también que te guste este episodio.
ResponderEliminarFueron varios siglos de mayor esplendor de la cultura mundial, puesta a salvo de la barbarie feudal. Al-Mutamid se convirtió en suegro de Alfonso VI, que era muy ambicioso y anhelaba sus riquezas. Los tributos no eran suficientes, lo quería todo. En una carta le decía: "Bien sabéis lo que ha pasado en Toledo, cabeza de España, y lo que ha sucedido a sus moradores; y que si vos y los vuestros habéis escapado hasta ahora ya os llegó vuestro plazo que he diferido por mi voluntad".
Ante su impotencia, finalmente Al-Mutamid pidió ayuda a los almorávides de Marruecos, a pesar de las advertencias de su hijo Raschid, diciéndole: "Antes prefiero acabar mis días siendo camellero en Marruecos, que continuar siendo rey si he de convertirme en vasallo de los cristianos".
Saludos