jueves, 8 de noviembre de 2012

Aforismos sobre Dios de Juan Ramón Jiménez




Cuando Dios habla bajo es verdadero, cuando grita es falso.

Si Dios existe, yo soy inmortal. Si yo no soy inmortal, Dios no existe. Váyase lo uno por lo otro.

Si creemos en lo natural, podemos creer en Dios. Una naturaleza hecha por Dios sería artificial. Si queremos un dios hay que buscarlo en la naturaleza, en nosotros, los naturales.

¿Solo existe Dios mientras vivimos?

Dios es el instinto.

Dios no es orijen ni fin, es medio.

Quien haya seguido mi escritura poética habrá podido ver que yo nunca he hablado de Cristo como dios. Cristo es para mí el mayor ejemplo de poesía en dios. El nunca dijo que era dios, sino hijo de dios y hablaba de dios como su Padre, es decir, como su orijen. No creo que se haya escrito nada superior a la doctrina de Cristo como moral auténtica y como belleza poética.
Dios para mi es orijen y no hombre ejemplo ni redentor de hombres. Dios es lo esencial infinito y es la belleza y verdad abstractas del universo. Y yo amo a este dios como amo la luz del sol, la mirada de una mujer encantadora o la gracia del niño. En modo alguno como nada relacionado con un código de moralidad ni de ninguna otra idea práctica. La moral reside para mí en la belleza y la verdad y obra sin leyes. Mi dios no es legal.

Dios no es más que unidad de conciencia en lo bello y lo justo. No digo lo verdadero, porque la verdad yo no la puedo comprender sino como belleza y justicia, y está por lo tanto integrada en los dos fines.
Y la comunidad humana no puede ser tampoco más que comunidad de las conciencias, que ya digo que es Dios.

Hay, sin duda, un Principio. Si algunos poetas le han encontrado nombres provisionales, que no nos bastan, el Verbo, el Dios, la Acción (nombres diferentes en cada idioma), un poeta, un nombrador del Universo, le encontrará, un día, el nombre verdadero y único, un nombre que defina toda la verdad física y moral y que suponga toda la belleza moral y física. Mientras, no sabemos lo que es. Para mí, por el momento, y mientras no se me dé nombre mejor, el principio de todo es la Conciencia, porque lo que sabemos lo sabemos por la Conciencia. Porque la Conciencia es superior al Verbo y la Acción. Por la Conciencia sabemos también lo que son el Verbo y la Acción, y sabemos que dios, palabra, no significa nada superior a Acción, Verbo o Conciencia.
Pero no es necesario adorar ni levantar templos a la Conciencia, hay que suprimir esa ideolojía de adoración al Principio. Lo que debemos es adorarnos a nosotros y por amor; nosotros, los seres que participamos de esa Conciencia y podemos comprendernos por ella. No hacen falta más templos ni para la Conciencia ni para nada. La Conciencia está en nosotros. Templo somos nosotros, todos, y el universo con nosotros. Tenemos nuestro dios, es decir, nuestro amor conciente dentro. Por amor conciente todos somos dioses, en parte, de todos y de todo y todo no es más que nosotros todos.

Yo entiendo a dios como conciencia suma, absoluta, y si mi conciencia es parte de dios, de lo absoluto, de lo sumo, es natural que yo desee unificarme con él por ella. Y no después de mi muerte sino en vida, con conciencia de la conciencia de dios y de mi conciencia, de mi parte de conciencia.
Vivificarse es hacerse uno con la unidad suma de dios. Y entiendo por unidad, igualdad. Si morirme es ir a dios, vivirme puede ser irme estando con dios. Por ejemplo, si yo creo que dios ama, yo amo, que dios canta, yo canto, que dios es comunicativo y generoso, yo lo soy, que dios no quiere ser (visto), yo no quiero serlo, si yo creo que dios no juega las cartas, yo no juego, que no roba, no robo, que no fuma, no fumo, que no es bebedor, no bebo, que no es comilón, como lo necesario, que se rebela contra lo injusto, la calumnia, la mentira, yo me rebelo.

Desde que supe que la poesía, como Dios, no existe, perdí las ganas de escribir, como mucho antes las de rezar.
Y si escribo a veces, como a veces rezo, es por falta de  memoria, o entrada de olvido.

Yo no creo en Dios, ni en la poesía, ni en el amor, pero los practico, como si tuviera fe en ellos y ella porque los necesito, a ella sobre todos.
Así, mi trajedia es que me digo que tengo fe en ellos y ella todos los días, porque son mis tres ideales inconseguibles.

Yo oro hacia dentro, lo lleno, no hacia fuera, lo vacío. Porque mi Dios está dentro de mí. Y como Dios no existe fuera, cuando muramos seremos muertos nuestro propio Dios. Dormido.

… Y esta es mi manera de parecerme a dios, este es mi narcisismo, este es mi misticismo, mi teologismo, mi humildismo. Mi humildismo. Que si Dios se ha salido de sí, se ha partido, repartido y compartido es por humildad, no por soberbia, y si yo, parte suya, me quiero hacer uno con él es por humildad. No quiero ser ni su émulo ni su imitador, sino él; de aquí que no creo en mí, sino en él. Más humildad no es posible.
Narciso es humilde. Ve a dios, se mira en él y en él se echa para hacerse él: Él.

2 comentarios:

  1. Nunca me había yo planteado un dios como el de Juan R. Jiménez. Curiosa su forma de verlo o de llamarlo. Yo a lo que él describe le llamaría de muchas maneras: Naturaleza, belleza, bondad, conciencia, caridad, solidaridad, libertad, generosidad... Tantas y más son las palabras que definirían mi concepto de dios.
    Un fuerte abrazo

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    1. Pues entonces estamos muy cerca de lo que él pensaba, ya que sin conciencia no habría nada de lo que hablar. Y de ella derivan los demás atributos que mencionas, que están en la naturaleza y en nosotros, no como algo lejano e inasequible sino presente en cada momento. Justo lo que el dice de que debemos adorarnos a nosotros por poseer esas cualidades, nosotros somos el templo.

      Gracias por tu respuesta, un abrazo.

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