Quiero
Quiero desatar y quiero ser desatado
Quiero salvar y quiero ser salvado
Quiero ser engendrado
Quiero cantar: cantad todos
Quiero llorar: golpead vuestros pechos
Quiero adornar y quiero ser adornado
Soy lámpara para ti, que me ves
Tú ves lo que hago. No lo menciones.
La palabra engañó a todos,
pero yo no fui completamente engañado.
Prisciliano – Himno a Jesucristo
Creo
“No intento, Señor, penetrar tu profundidad,
porque de ninguna manera puedo comparar con ella mi inteligencia; pero deseo
comprender tu verdad aunque sea imperfectamente, esa verdad que mi corazón cree
y ama. Porque no busco comprender para creer, sino que creo para llegar a
comprender. Creo, en efecto, porque si no creyera, no llegaría a comprender”.
Anselmo de Canterbury
Somos
¿Acaso se vive verdaderamente en la Tierra ?
¡No para siempre, tan solo un poco!...
¿Dónde está mi verdadera morada?
¡Yo sufro, aquí en la Tierra !
Aquí nació la muerte florida.
Los que tomaron forma en Tlapalla,
nuestros antepasados, llegan hasta la Tierra …
Huérfanos nos han dejado en la Tierra.
¿Adónde iré?...
¿Quizás a la casa de Dios
adonde se baja en el centro del Cielo…?
Amigos, una misión nos ha traído al mundo…,
es cierto que vivimos en la Tierra.
Hemos venido aquí solamente para conocernos,
un día nos iremos…
Canto Azteca
Alma Inmortal
“Er, hijo de Armenio, panfilio
de nación, que murió en una guerra y, habiendo sido levantados, diez días
después, los cadáveres ya putrefactos, él fue recogido incorrupto y llevado a
casa para ser enterrado y, yacente sobre la pira, volvió a la vida a los doce
días y contó, así resucitado, lo que había visto allá. Dijo que, después de
salir del cuerpo, su alma se había puesto en camino con otras muchas y habían
llegado a un lugar maravilloso donde aparecían en la tierra dos aberturas que
comunicaban entre sí y otras dos arriba en el cielo, frente a ellas. Y así vio
cómo, por una de las aberturas del cielo y otra de la tierra, se marchaban las
almas después de juzgadas; y cómo, por una de las otras dos, salían de la
tierra llenas de suciedad y de polvo, mientras por la restante bajaban más
almas, limpias, desde el cielo. Y
las que iban llegando parecían venir de un largo viaje y, saliendo contentas a
la pradera, acampaban como en una gran feria, y todas las que se conocían se
saludaban y las que venían de la tierra se informaban de las demás en cuanto a
las cosas de allá, y las que venían del cielo, de lo tocante a aquellas otras;
y se hacían mutuamente sus relatos, las unas entre gemidos y llantos,
recordando cuántas y cuán grandes cosas habían pasado y visto en su viaje
subterráneo, que había durado mil años; y las que venían del cielo hablaban de
su bienaventuranza y de visiones de indescriptible hermosura…
…Y entonces el mensajero
de las cosas de allá contaba que el adivino habló así: "Hasta para el
último que venga, si elige con discreción y vive con cuidado, hay una vida
amable y buena. Que no se descuide quien elija primero ni se desanime quien
elija el último…Tal -decía- era aquel interesante espectáculo en que las almas,
una por una, escogían sus vidas; el cual, al mismo tiempo, resultaba lastimoso,
ridículo y extraño, porque la mayor parte de las veces se hacía la elección
según aquello a lo que se estaba habituado en la vida anterior. Y después de
haber elegido su vida todas las almas, se acercaban a Láquesis por el orden
mismo que les había tocado; y ella daba a cada uno, como guardián de su vida y
cumplidor de su elección, el hado que había escogido. Éste llevaba entonces al
alma hacia Cloto y la ponía bajo su mano y bajo el giro del huso movido por
ella, sancionando así el destino que había elegido al venirle su turno. Después
de haber tocado en el huso se le llevaba al hilado de Átropo, el cual hacía
irreversible lo dispuesto; de allí, sin que pudiera volverse, iba al pie del
trono de la Necesidad
y, pasando al otro lado y acabando de pasar asimismo los demás, se encaminaban
todos al campo del Olvido a través de un terrible calor de asfixia, porque
dicho campo estaba desnudo de árboles y de todo cuanto produce la tierra. Al
venir la tarde acampaban junto al río de la Despreocupación ,
cuya agua no puede contenerse en vasija alguna; y a todos les era forzoso
beber una cierta cantidad de aquella agua, de la cual bebían más de la medida
los que no eran contenidos por la discreción, y al beber cada cual se olvidaba
de todas las cosas. Y, una vez que se habían acostado y eran las horas de la
medianoche, se produjo un trueno y temblor de tierra y al punto cada uno era
elevado por un sitio distinto para su nacimiento, deslizándose todos a manera
de estrellas. A él, sin embargo, le habían impedido que bebiera del agua; pero
por qué vía y de qué modo había llegado a su cuerpo no lo sabía, sino que de
pronto, levantando la vista, se había visto al amanecer yacente en la pira.
Y así, Glaucón, se salvó
este relato y no se perdió, y aún nos puede salvar a nosotros si le damos
crédito, con lo cual pasaremos felizmente el río del Olvido y no contaminaremos
nuestra alma. Antes bien, si os atenéis a lo que os digo y creéis que el alma
es inmortal y capaz de sostener todos los males y todos los bienes, iremos siempre
por el camino de lo alto y practicaremos de todas formas la justicia,
juntamente con la inteligencia, para que así seamos amigos de nosotros mismos y
de los dioses tanto durante nuestra permanencia aquí como cuando hayamos
recibido, a la manera de los vencedores que los van recogiendo en los juegos,
los galardones de aquellas virtudes; y acá, y también en el viaje de mil años
que hemos descrito, seamos felices.
Platón – La República o el Estado
Eternidad
“… lo que no hay es manera alguna de liberarse de
la muerte. Y horrible sería si tuviéramos que vivir eternamente; entonces no le
encontraríamos placer a nada sabiendo que siempre lo íbamos a poder disfrutar.
Nada nos diría el perfume de una rosa, ni los colores de una puesta de sol, ni
los balbuceos de un niño, ni la caricia de una madre, ni la quietud de una
tarde, ni la penumbra, ni el ruido del agua… La muerte es necesaria porque sin
ella no valdría la pena la vida y ésta no tendría valor alguno. El hombre es un
ser hecho para la muerte, aunque éste no es su fin, sino la puerta abierta a un
universo-dios. Llegaremos a él a través de la vida, que no nos llena, aunque
debemos de gozar de ella como si con la muerte fuéramos a perderla para siempre,
y conscientes que hay algo más allá de la vida”.
Francisco Morales Padrón – Sevilla Insólita
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