Los
seres humanos no solo no somos “los reyes de la creación” ni las criaturas más
inteligentes del Universo, sino que ni siquiera somos los reyes de este
planeta, ni las criaturas más inteligentes de la Tierra. La Humanidad,
por más que esto hiera nuestro amor propio, pertenece a otros seres más
inteligentes que nosotros, que también habitan este planeta y que son sus
verdaderos reyes.
Estos
seres son, de ordinario, invisibles (aunque se hacen visibles cuándo y como
quieren): son llamados ángeles o demonios por el cristianismo, y “devas”, “asuras”,
“dakinis”, etc., en otras religiones y culturas, aunque vulgarmente reciben el
nombre de “espíritus”.
Estos
seres, dentro de las escalas cósmicas, están en un peldaño superior al nuestro,
pero nos usan lo mismo que nosotros usamos a los animales. Y, si bien tienen
principios éticos, los usan solo entre ellos. Además son más inteligentes que
nosotros, disimulan su presencia en el planeta y nos dejan creer que somos
nosotros quienes mandamos aquí, cuando, en realidad, globalmente hablando, solo
hacemos lo que ellos quieren que hagamos; y, de hecho, nos tienen programados
para ello. El lector tiene que reflexionar sobre el hecho de que –si es
creyente cristiano-, en su religión se admite como algo incuestionable la
existencia de estos seres y, de hecho, los vemos a lo largo de la Biblia interfiriendo
constantemente en la vida de los hombres; y si no es creyente tiene que
resultarle muy extraño que semejantes personajes aparezcan en todas las
literaturas y en todas las culturas de todos los tiempos, con toda suerte de
nombres.
Otro
hecho que debe hacernos reflexionar es la espantosa historia humana. Ésta es, más
que nada, un conjunto de disparates y salvajadas llevadas a cabo concienzuda y
recalcitrantemente. Es una guerra permanente de unos contra otros y de todos
contra todos, basada en principios “muy serios” y, a veces, “sagrados”, como son
las religiones, las patrias, las diversas razas, el honor, etc., dando como
resultado final ríos de sangre y una auténtica montaña de muertos.
¿Por
qué el ser “más inteligente” del planeta se comporta de una manera tan bárbara
y no es capaz de vivir en paz consigo mismo? Porque a estos seres (que son los
auténticos dueños de este mundo) les interesa que los hombres peleen entre
ellos. Estos seres son las entidades que se manifiestan en todas las
apariciones. Ellos son las diferentes “vírgenes” que han estado apareciendo por
siglos. No obstante, ¿por qué a veces se manifiestan positivamente y a veces
negativamente? Porque ellos, en sus manifestaciones, atienden principalmente
sus intereses, y no a los nuestros. Vienen a por lo que les interesa y
prescinden de si nos perjudica o nos beneficia.
El
próximo paso es conocer por qué se aparecen, saber qué es lo que buscan cuando
se manifiestan en nuestro mundo:
1) Cierta energía sutilísima que produce el cerebro humano. El cerebro produce no solo las ondas que se pueden ver en los electroencefalógrafos, sino también muchísimas más, de unas frecuencias y de unas longitudes variadísimas. Estas ondas constituyen la actividad psíquica del cerebro, pero esta actividad psíquica es tan física como la energía cinética, y no es “espiritual”, en el sentido que a esta palabra suele dársele. Los seres inteligentes que se manifiestan en las apariciones pueden captar estas ondas con gran facilidad, les producen un placer especial y la utilizan de alguna manera que nos es desconocida.
2) Preferentemente, la energía de muchos cerebros simultáneamente (que deben estar lo más apiñados que sea posible), para así poder sumar las energías de todos. La estrategia que han usado siempre los “dioses” que nos dirigen desde las sombras ha sido la de erigir los templos y santuarios en los que se reunían los devotos. En los tiempos modernos, cuando la asistencia a iglesias y santuarios ha descendido notablemente, la estrategia que los “dioses” han utilizado para reunir a los humanos son los campos de deportes, y especialmente los estadios. Y esto domingo tras domingo en el mundo entero.
3) Cerebros que no se hallen en reposo o en funcionamiento normal, sino excitados por alguna emoción fuerte y, sobre todo, por algún dolor. Tienen que estar ansiosos, angustiados, expectantes, eufóricos y, mejor aún, llenos de ira, dolor y miedo. El dolor parece ser lo que más propicia la producción de esas ondas cerebrales, aparte de que se puede conseguir más fácil y rápidamente. En los estadios los hombres no solo están apiñados, sino que con mucha frecuencia están eufóricos y, más aún, excitados, angustiados y llenos de ira. En cuanto a los santuarios, hay una mezcla de fervor, expectación, temor reverencial, tedio, hastío, e incluso rechazo y miedo por las amenazas de castigos eternos.
1) Cierta energía sutilísima que produce el cerebro humano. El cerebro produce no solo las ondas que se pueden ver en los electroencefalógrafos, sino también muchísimas más, de unas frecuencias y de unas longitudes variadísimas. Estas ondas constituyen la actividad psíquica del cerebro, pero esta actividad psíquica es tan física como la energía cinética, y no es “espiritual”, en el sentido que a esta palabra suele dársele. Los seres inteligentes que se manifiestan en las apariciones pueden captar estas ondas con gran facilidad, les producen un placer especial y la utilizan de alguna manera que nos es desconocida.
2) Preferentemente, la energía de muchos cerebros simultáneamente (que deben estar lo más apiñados que sea posible), para así poder sumar las energías de todos. La estrategia que han usado siempre los “dioses” que nos dirigen desde las sombras ha sido la de erigir los templos y santuarios en los que se reunían los devotos. En los tiempos modernos, cuando la asistencia a iglesias y santuarios ha descendido notablemente, la estrategia que los “dioses” han utilizado para reunir a los humanos son los campos de deportes, y especialmente los estadios. Y esto domingo tras domingo en el mundo entero.
3) Cerebros que no se hallen en reposo o en funcionamiento normal, sino excitados por alguna emoción fuerte y, sobre todo, por algún dolor. Tienen que estar ansiosos, angustiados, expectantes, eufóricos y, mejor aún, llenos de ira, dolor y miedo. El dolor parece ser lo que más propicia la producción de esas ondas cerebrales, aparte de que se puede conseguir más fácil y rápidamente. En los estadios los hombres no solo están apiñados, sino que con mucha frecuencia están eufóricos y, más aún, excitados, angustiados y llenos de ira. En cuanto a los santuarios, hay una mezcla de fervor, expectación, temor reverencial, tedio, hastío, e incluso rechazo y miedo por las amenazas de castigos eternos.
Las
religiones han causado a la humanidad mucho más dolor que alegría y se puede
decir que, en gran parte, han sido la causa del estancamiento cultural, social
y tecnológico de muchos pueblos del mundo. En lo que a las apariciones se
refiere, es bastante ordinario que los videntes se conviertan en seres
sufrientes. La insistencia enfermiza de todas las “vírgenes” en demandar
sacrificios, penitencia y dolor, es algo que tiene que hacernos sospechar.
La
gran conclusión a la que indefectiblemente debemos llegar es que la entidad que
se manifiesta es una energía inteligente o un conjunto de ellas, tienen algún
grado de personalidad, tanto los videntes como los acompañantes proporcionan a
estas entidades una energía suplementaria para hacer su presencia más palpable
entre nosotros.
A
estas inteligencias, o seres de otros niveles de existencia, no les es difícil
manipular la materia y producir fenómenos atmosféricos. En el fenómeno OVNI (que
es otra manera que tienen de manifestarse) los producen constantemente y de mil
formas diferentes. Los milagros se realizan para que acudan multitudes, y las
amenazas de castigos terribles para la Humanidad , la exigencia de penitencia y sacrificios
y el tono doliente y atormentado de algunos videntes sirven para que reine en
el lugar un clima de ansia y de angustia. Millones de fieles ingenuos y llenos
de buena voluntad acuden pensando que están en presencia de algo divino.
Lo
que se deduce de todo lo dicho es que en vez de correr ingenua y gregariamente
a los lugares donde haya apariciones o donde sucede cualquier fenómeno
extraño, para caer de rodillas en adoración o para convertirse en uno más de la
manada de boquiabiertos papanatas, lo que tenemos que hacer es fortalecer
nuestro psiquismo y nuestra personalidad, no solo contra estos intrusos del más
allá, sino contra los grandes manipuladores de la conciencia y de las mentes de
acá, que han convertido a gran parte de los humanos en auténticos gusanos,
seguidores inconscientes y ciegos de sus “líderes” y de sus ídolos: líderes políticos,
líderes religiosos, ídolos deportivos y musicales.
Salvador
Freixedo – Las Apariciones Marianas
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