(Comentario del Libro de Emilio Carrillo - El Tránsito)
Realmente me gustaría que
el concepto básico que da lugar a este libro, o sea, el de la reencarnación,
fuera un hecho cierto, y yo durante muchos años lo he tenido por principio
vital, en cuanto que por comodidad y lógica existencial, evitaba considerar un
final absoluto a la vida, ¿y por qué no más positivo y tranquilizador creer en
ello que lo contrario?
Sin embargo, por lo que
creemos saber, debemos cuestionar la afirmación categórica de que todas las
tradiciones religiosas tenían entre sus credos la reencarnación. Si hacemos una
sinopsis escueta de ello, tenemos que:
-El hinduismo creía en la
transmigración y la metempsicosis, muy distintas de la reencarnación.
-Buda negaba la existencia
de algo permanente en la persona que ocupe distintos cuerpos.
-El chamanismo nos dice
que en el momento de la muerte, el espíritu sobrevive y vuelve al mundo de los
espíritus para siempre.
-El Druidismo habla de un
estado gozoso tras la muerte en mundos felices, sin reencarnación.
-Para Sumerios y egipcios,
el alma realizaba una especie de recorrido o bien hasta una especie de infierno
o hasta el mundo de los dioses para toda la eternidad.
-El Mazdeísmo o
Zoroastrismo dice que el alma externa permanece 3 días y 3 noches junto al cuerpo
muerto. Durante este tiempo todas las acciones anteriores se presentan en un
juicio inexorable. Al final de los tiempos, se produce una especie de
Apocalipsis y Resurrección.
-El Cristianismo, el
Judaísmo y el Islamismo asumen lo anterior, basándose en las tradiciones
espirituales de la zona de la que surgen.
-El Taoísmo no cree en la
vida después de la muerte. El objetivo es alcanzar el conocimiento y la
inmortalidad, pero no la del alma, sino la del cuerpo físico.
-El Sintoísmo considera
que el espíritu que reside en el cuerpo sobrevive eternamente en el más allá.
-Para Aztecas y Mayas, el
alma va al inframundo.
-Platón habla de la
reencarnación en Fedro, quizá por influencia del Brahmanismo.
-Por fin el Brahmanismo,
posterior al hinduismo, nos dice que el alma evoluciona a través de la
reencarnación según obras y el karma. Supuestamente es una idea meditada por
los brahmanes para dar sentido al sistema de castas, una especie de
compesnsación hacia los menos favorecidos, y mantener su status de poder. Posteriormente,
el budismo tibetano, a partir del S.VIII lo adopta, creando el conocido como
“Libro de los Muertos”. Igualmente, lo adopta el ocultismo, el teosofismo y el
esoterismo del finales del s.XIX.
-La Metafísica pura
derivada de la tradición ancestral, uno de cuyos máximos exponentes fue Renè
Guenon, declara que es un concepto imposible, un mismo ser no puede ocupar
distintos cuerpos, que ya están ocupados por otros seres en cada uno de los
grados de existencia. Solo la metempsicosis tiene posibilidad, en cuanto a la
permanencia temporal de nuestros contenidos psíquicos en otro ser.
Otra cuestión es que el
hecho de admitir las ECM (experiencias cercanas a la muerte) no implica en modo
alguno la persistencia y posterior reencarnación, serían los últimos latidos de
la energía vital o alma, tal como yo la entiendo. Solo tenemos noticia de
sensaciones de los que no han llegado a morir cerebralmente; más allá de lo que
hay al final del túnel, no sabemos nada.
¿De qué me sirve a mí
particularmente una persistencia o reencarnación de un supuesto yo (alma o
chispa divina) superior individualizado del que no sé nada, que está toda la
vida en silencio absoluto, como esperando que yo muera en el momento que ya
previó antes de nacer? Si mi yo pequeño, por el cual tomo conciencia de ser,
por el que vivo, sufro y muero, aquí y ahora, desaparece, todo lo demás no es
de mi incumbencia inmediata.
¿Qué es eso de la
multidimensionalidad coetánea en otros planos vibratorios más sutiles, que
somos incapaces de experimentar?
Según el autor, todo
depende del estado de conciencia justo un minuto antes del fallecimiento.
Evidentemente, todos, cuando sintamos la muerte inminente, por si acaso, en ese
momento y por ansia vital, acaso nuestro instinto de supervivencia innato nos hará
creer en que espíritu divino y alma persisten, para poder descansar y morir en
paz.
El libro, de hecho, niega que nuestro libre albedrío sirva para algo, ya
que casi todo lo importante que nos sucede está predeterminado por un supuesto
espíritu que tiene completamente prefijada nuestra vida, las enfermedades que
vamos a sufrir, ¡y en que momento vamos a morir y junto a quién!
Igualmente, nos dice que
el conductor de nuestra vida es el espíritu. No llego a comprenderlo. El
conductor soy yo, y en todo caso, el espíritu es un pasajero desconocido que no
ha pagado ni el billete del viaje. Lo máximo que podemos constatar es que el
conjunto de mi pequeño yo físico, mental y emocional, tira a duras penas de un
coche, que es el alma, dentro del cual va paseando inmisericorde el espíritu.
Como si no lo necesitara
en absoluto, el autor no aporta investigaciones importantes que se están dando
en este terreno, ningún dato ni estudio científico. ¿Y por qué? ¿No será porque
precisamente estas investigaciones ponen en serias dudas las teorías de la
reencarnación? No obstante, toma como ejemplo lo expuesto en libros y películas
de ficción como el "6º Sentido" o "4 Bodas y un Funeral" y otras más.
¿No existen la enfermedad,
ni los cánceres, ni las epidemias? El autor recalca que son producto de nuestra
imaginación…“La muerte es un imposible un fantasma de la imaginación humana”, ¿cómo
vamos a estar de acuerdo en eso? “El yo no es nada”, pero resulta que lo es, por ahora, casi todo.
“Si nos muriéramos y no
nos recreáramos, seríamos la única excepción en el universo entero”. Un dicho oriental nos dice que:”la bellota se
hace roble, pero el roble, por mucho que lo intente, jamás volverá a ser
bellota.
“Las tragedias colectivas
conmueven a muchas personas e impulsan su proceso consciencial y evolutivo” ¿De
qué manera, si ya estamos curados de espanto…? No entiendo la relación entre
sufrimiento y consciencia divina.
Por otro lado, el autor nos
presenta un comentario ecléctico y coherente del Bardo Todol tibetano, única
doctrina que deberíamos tener en cuenta. Pero aquellos que gustan de la lectura
y la investigación razonada no encuentran en él un apoyo firme.
En fin, sin poder negar que
el contenido del libro pueda tener algo u mucho de cierto, aun teniéndolo por
completo, le veo escasa utilidad; al contrario, nos empapa de un determinismo
peor que el de las religiones tradicionales, pero modernizado. Precisamente,
aquellos que no creen que haya otra vida, tienen más razones aún para vivir
intensamente ésta y no dejar nada para un mañana incierto.
Parece más bien la Biblia de un nuevo profeta
del S. XXI, uno más, que ha vuelto para “transmitir seguridad a las personas”,
proclamando una verdad absoluta, que no admite réplica, como una nueva religión
sin posibilidad alguna de comprobación científica ni intelectual, ignorando los
esfuerzos de grandes pensadores e investigadores en estos turbios vericuetos.
Una nueva fe consoladora, pero no es la que el ser humano necesita actualmente.
Evidentemente, ni yo ni un
montón de cientos de millones de los encarnados actualmente pertenecerán a ese
grupo selecto de 9 mil millones que se necesitan, según el autor, para el
cambio total de conciencia planetaria, ya que la conciencia vibracional del
planeta no admitirá nuestros renacimientos. Quiero creer en la
transformación de la materia por el ser
Psíquico, según la denominación de Sri Aurobindo del espíritu divino, presente
en nuestro interior, pura consciencia que aspira a la Consciencia Pura
a través de indefinidas encarnaciones, para lo que necesita una ardua y
concienzuda ascesis, pero no comparto el tránsito como base del sistema, y de
que solo es necesario tener consciencia de la única realidad de este
yo-espíritu divino para ese salto evolutivo.
Aún así, recomiendo su
lectura encarecidamente, ni yo mismo estoy convencido de mis propias críticas;
es posible que a otros les suponga una auténtica transformación. Puede que, por
mi parte, aún no esté preparado para interiorizar este asunto y que, algún día,
sienta haber desperdiciado el tiempo con tantas dudas.
(Comentario del Libro de Emilio Carrillo: El Tránsito)
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