martes, 31 de enero de 2012

Lo que da sentido a nuestra vida es el amor (Álex Rovira)




“Si tienes un amor, déjalo libre; si vuelve a ti, es porque es tuyo; si no vuelve, es porque nunca lo fue”.


Lo que da sentido a nuestra vida es el amor. Está en el origen de toda hoja de ruta, pero es mucho más que el punto de partida; es también la fuerza que nos mueve a avanzar, es el camino sobre el que iremos viajando, y es también el destino anhelado. Allí, en el proceso de desarrollo personal que nace del amor, se vive una experiencia mucho más intensa que el placer: la felicidad. Esta parece emerger de la toma de conciencia de aquello que es obvio y que precisamente por ello, obviamos: un buen estado de salud, la compañía de nuestros afectos, el contacto con la naturaleza, una buena conversación, tener el privilegio de trabajar en algo que nos gusta.

Y mientras hay quienes se dedican a perseguir la felicidad, otros la crean amando, sintiendo, desarrollando su conciencia, procurando cuidar lo esencial o brindando pellizcos de alegría a quienes les rodean. El verdadero poder surge de lo más profundo del alma de cada ser humano: es aquella fuerza que nos hace afrontar los retos, levantarnos después de caer una y mil veces, luchar por una causa justa o necesaria, no perder nunca la esperanza. Perseverar, dar una lectura constructiva a todo cuanto nos suceda; saber que eso que llamamos “yo” es en realidad un “nosotros” y actuar en consecuencia. Celebrar y agradecer cada instante de la vida, poner al mal tiempo buena cara, trabajar con el corazón por un futuro mejor para todos. Avanzar sin miedo, entregarse a cada soplo de la vida con coraje, responsabilidad, humildad y confianza.

La muerte del amigo o del ser amado que llega inesperadamente nos suele llevar no solo al inevitable duelo, sino a cuestionarnos los “para qué” de nuestra propia existencia y, eventualmente, a apretar el acelerador del coraje, atrevernos a crear nuevos escenarios existenciales, sabiendo que vivimos de prestado y que, de esta aventura que se llama vida, merece la pena que nos bebamos hasta la última gota. 

Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo.

Somos simplemente Presencia, Consciencia, Ser. La presencia que se da cuenta de que uno piensa, siente, vive, es. Su valor es infinito, porque es la vida misma. ¿Por qué no conectamos con el fluir de la vida aquí y ahora? Es en ese espacio, aquí y ahora donde yace nuestro poder de transformación y nuestra libertad de decidir, de elegir en conciencia.

La confianza en uno mismo, aunque sea contagiada por un tercero, puede darnos alas y ayudarnos a construir una vida mejor.

Álex Rovira – La Buena Vida


(Con mi agradecimiento a Gloriana...)

lunes, 30 de enero de 2012

Mantenernos despiertos en estos oscuros tiempos de cambio (Carol Schaefer)





Resumen del mensaje esencial del libro de Carol Schaefer : “La Voz de las Trece Abuelas”
 
El propósito más alto de la espiritualidad es tocar un misterio que va más allá de las palabras, que se percibe solamente en silencio y en soledad. Escuchar el silencio lo coloca a uno en contacto con la energía, la vibración y las fuerzas espirituales que son el Corazón de la Creación. Estos reinos son reales, no son imaginarios y sólo se puede llegar a ellos teniendo la mente tranquila y practicando. Esto no quiere decir que no se pueda pensar con la mente racional, pero si lo hacemos durante el proceso, la experiencia se para. Debemos volver a nuestro espíritu interno y al espíritu de todas las cosas, pues nos hemos desviado al buscar la felicidad fuera en vez de buscarla dentro de nosotros.

Ha habido una corrupción innegable del espíritu de la humanidad. La familia humana global, un microcosmos del sistema tribal, está perdida, confundida y enferma. Estamos desconocidos de nosotros mismos y del planeta que alimenta nuestro cuerpo y alma. Hemos perdido la enseñanza más fundamental: que toda vida es Sagrada, toda vida es parte del Uno. Estamos entrando en un proceso de purificación que es una limpieza natural de toda la negatividad que hemos ido acumulando, al centrarnos en el progreso material en lugar de nuestra búsqueda espiritual. Tenemos que honrar y proteger toda forma de vida, que están conectadas, por lo que la salvación, la calidad de vida y la evolución espiritual no están separadas de la política ni de la conciencia. Las culturas que no están basadas en las leyes naturales no pueden sobrevivir.

Se puede cambiar la dirección que ha tomado el mundo, asegurar la paz y la prosperidad para las generaciones siguientes, aplicando a los temas más importantes de hoy en día los métodos tradicionales indígenas de Ser y de Ver la vida.

El camino de la iluminación que siguen los iniciados les permite tener otra visión de la vida, otra manera de comprender la realidad y la vida propia. La espiritualidad que está dentro de todo ser humano, es igual en todas partes. Depende de las personas recorrer ese camino o no.

La enfermedad es algo que viene de fuera y que se apodera de nosotros para molestarnos y obligarnos a realizar los cambios espirituales necesarios. Es una pena que el mundo científico solo reconozca la enfermedad física, y que sus métodos de curación no lleguen a más al no tener en cuenta el aspecto espiritual del ser humano.

Solo existe la abundancia, y lo único que tenemos que hacer para vivir en paz es perdonar. Es esencial que nos permitamos conocernos a nosotros mismos, recordar lo que ya sabemos en lugar de poner todas nuestras energías en hacer o tener.

Nos obsesionamos con hacer cosas en lugar de permitirnos no hacerlas. Siempre tenemos prisa, siempre esforzándonos, siempre queriendo gustar a alguien, siempre queriendo ser fuertes. Permitirnos significa ser nosotros mismos. Debemos tomarnos tiempo para hacer lo que necesitamos hacer, respetarnos a nosotros y ser más flexibles a la hora de fijar objetivos.

Las razones principales por las que no encontramos la paz son la tremenda competitividad que hay entre los seres humanos, y que los individuos siempre quieren destacar por encima de los demás. El problema es que no nos queremos los unos a los otros, no tenemos ese amor profundo que permite conectarnos con los demás.

No nos perdamos en nuestras vidas materiales y tecnológicas, no olvidemos nuestra conciencia espiritual ni a Dios, el Gran Espíritu Creador de todas las cosas, no despreciemos su creación y detengamos la destrucción de nuestro planeta, que está enfermo. Sólo un giro hacia la conciencia espiritual nos proporcionaría una esperanza de salvación.

En el territorio Hopi existe una antigua “piedra sagrada” llamada la Rosa de la Profecía, que pone de manifiesto una línea temporal de los acontecimientos venideros. Hay un punto en el que la línea del tiempo se divide. Una rama de la línea representa a la gente del corazón. Al final de esa línea hay un dibujo de un hombre sujetando un bastón y una flor, que representan la vida y la felicidad. La otra rama de la línea representa el camino de la gente de doble corazón, el camino de las personas que se rigen sólo por las leyes del materialismo y la tecnología. Las figuras de esta rama están representadas con la cabeza separada del cuerpo. Esa rama va menguando, se desprende, hacia el caos, y finalmente desaparece. Justo después de la división de estas dos líneas hay otra línea que vuelve a conectarlas una vez más. Esa línea representa el corto espacio de tiempo que tenemos para escoger el camino que tenemos que seguir.

Los Hopi llaman también a nuestros tiempos “de purificación” y “limpieza de la Tierra”. Los cambios de la Tierra traerán consigo un despertar espiritual de la conciencia de las personas. Sólo cuando renunciemos a nuestro ego podemos escuchar la voz del Espíritu. A veces, cuando estamos en momentos de crisis y tenemos el ego humillado es cuando somos capaces de recibir impresiones intuitivas y conocimiento espiritual.

Según las profecías mayas, durante ese corto periodo de tiempo entraremos en un campo electromagnético, una región del espacio que irradia una gran energía con la que nuestro sistema solar se encuentra cada 25.000 años (5 ciclos mayas serían exactamente 25.625 años, y 25.920 el movimiento de precesión de los equinoccios… ¿todos los ciclos coinciden en el 2012?). Ese encuentro desemboca siempre en una nueva era. “Es el tiempo de la esencia, durante este tiempo debemos movernos con la rapidez de la luz hacia la luz. En caso contrario, las vibraciones espirituales podrían dejar a muchos atrás”. Debemos aprender a despertarnos y a mantenernos despiertos en estos oscuros tiempos de cambio.

Las profecías que hablan de grandes cambios en la tierra son muy graves, pero sólo afectarán a aquellos que no hayan hecho caso a las advertencias. La gente necesitará fuerza física, mental, emocional y espiritual para cambiar. Lamentablemente, y dado que la mayoría de la humanidad no está orientada espiritualmente, sino materialmente, se teme que la reacción de muchas personas ante el inmenso estrés de esos tiempos será destruir todo lo que le rodea, porque no podrán manejar emocionalmente la situación.

Los supervivientes serán personas abiertas a un nuevo nivel de conciencia, y que buscan la verdadera comunicación entre la Tierra y el Creador.

 
“La civilización actual ha cortado de cuajo las raíces esenciales que constituyeron la humanidad. Estas raíces penetran profundamente en el universo sagrado, el ámbito del espíritu, donde las energías masculina y femenina se encuentran en armonía y en perfecto equilibrio. Sin embargo, en el mundo actual, el poder de lo femenino _la más potente, amorosa y creativa de las fuerzas de la naturaleza_, se ve severamente suprimido y, si no vuelve a ser reconocido, el desequilibrio entre las energías femenina y masculina puede provocar la destrucción de la humanidad e incluso de la propia Tierra. Ese poder femenino que sostiene la Tierra y a todos sus moradores y que es tan sumamente esencial para la supervivencia del planeta, reside dentro de cada uno de nosotros, hombres y mujeres por igual. Dado que las energías masculinas del mundo tienen ahora el control, el poder no está equilibrado con el amor incondicional, y la agresión, la codicia y el miedo dominan la humanidad. Las mujeres guardan en lo más profundo de su ser el antiguo conocimiento del divino femenino. Su sabiduría natural respecto a los ritmos del nacimiento, la vida y la muerte es mucho más amplia que la de cualquier hombre, y no debería estar nunca sujeta a ninguna religión. Con el mundo al borde de la destrucción, las mujeres deben despertar esta gran fuerza que poseen y devolverle al mundo la paz y la armonía. Cuando hombres y mujeres pongan en movimiento esta inmensa fuerza transformadora femenina de amor incondicional que llevan dentro, se producirá el cambio y una gran curación”.




“Cuando la Madre Tierra esté enferma y los animales estén desapareciendo, entonces llegará una tribu con gente de todas las culturas, que creerán en hechos y no en palabras, y ayudarán a restaurar la antigua belleza de la Tierra. Ellos serán conocidos como los Guerreros del Arcoiris”.

Profecia Hopi





Algunas flores del mal (Baudelaire)



“Baudelaire ha encontrado el medio de edificar, en el extremo de una lengua tenida como inhabitable y más allá de los confines del romanticismo al uso, un extraño quiosco, demasiado adornado, demasiado atormentado, más coqueto y misterioso, donde se lee a Edgar Poe, donde se recitan exquisitos sonetos, donde uno se embriaga con haschisch para razonar a continuación, donde se consumen opio y mil drogas abominables en tazas de acabada porcelana. A este singular quiosco, fabricado en marquetería, de una originalidad concertada y compuesta que, desde hace tiempo atrae las miradas hacia la punta extrema del Kamtchatka romántico, yo le llamo la locura Baudelaire”  (Saint-Beuve).



(En la mayoría de los casos la rima puede parecer, y de hecho lo es, forzada en la traducción del francés al castellano, tarea imposible recoger los matices y musicalidad del original. Mi mejor profesor de francés que tuve, un amante de toda la cultura gala, nos decía algo así como que los poemas de Baudelaire, Valéry, Maupassant, Verlaine, etc., del Parnaso en general, sólo podían disfrutarse y entenderse con un altísimo dominio de la lengua francesa)


Elevación

Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,
Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad
Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,
Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares
Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,
Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!




La voz

Se encontraba mi cuna junto a la biblioteca,
Babel sombría, donde novela, ciencia, fábula,
todo, ya polvo griego, ya ceniza latina
se confundía. Yo era alto como un infolio.
Y dos voces me hablaban. Una, insidiosa y firme:
«La Tierra es un pastel colmado de dulzura;
yo puedo (¡y tu placer jamás tendrá ya término!)
forjarte un apetito de una grandeza igual.»
Y la otra: «¡Ven! ¡Oh ven! a viajar por los sueños,
lejos de lo posible y de lo conocido.»
Y ésta cantaba como el viento en las arenas,
fantasma no se sabe de qué parte surgido
que acaricia el oído a la vez que lo espanta.
Yo te respondí: «¡Sí! ¡Dulce voz!» Desde entonces
data lo que se puede denominar mi llaga
y mi fatalidad. Detrás de los paneles
de la existencia inmensa, en el más negro abismo,
veo, distintamente, los más extraños mundos
y, víctima extasiada de mi clarividencia,
arrastro en pos serpientes que mis talones muerden.

Y tras ese momento, igual que los profetas,
con inmensa ternura amo el mar y el desierto;
y sonrío en los duelos y en las fiestas sollozo
y encuentro un gusto grato al más ácido vino;
y los hechos, a veces, se me antojan patrañas
y por mirar al cielo caigo en pozos profundos.
Más la voz me consuela, diciendo: «Son más bellos
los sueños de los locos que los del hombre sabio».




El enemigo

Mi juventud no fue sino un gran temporal
atravesado, a rachas, por soles cegadores;
hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.

He alcanzado el otoño total del pensamiento,
y es necesario ahora usar pala y rastrillo
para poner a flote las anegadas tierras
donde se abrieron huecos, inmensos como tumbas.

¿Quién sabe si los nuevos brotes en los que sueño,
hallarán en mi suelo, yermo como una playa,
el místico alimento que les daría vigor?

-¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Devora vida el Tiempo,
y el oscuro enemigo que nos roe el corazón,
crece y se fortifica con nuestra propia sangre.




Himno a la belleza

¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,
Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina,
Vuelca confusamente el beneficio y el crimen,
Y se puede, por eso, compararte con el vino.

Tú contienes en tu mirada el ocaso y la aurora;
Tú esparces perfumes como una tarde tempestuosa;
Tus besos son un filtro y tu boca un ánfora
Que tornan al héroe flojo y al niño valiente.

¿Surges tú del abismo negro o desciendes de los astros?
El Destino encantado sigue tus faldas como un perro;
Tú siembras al azar la alegría y los desastres,
Y gobiernas todo y no respondes de nada,

Tú marchas sobre muertos, Belleza, de los que te burlas;
De tus joyas el Horror no es lo menos encantador,
Y la Muerte, entre tus más caros dijes,
Sobre tu vientre orgulloso danza amorosamente.

El efímero deslumbrado marcha hacia ti, candela,
Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta antorcha!
El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bella
Tiene el aspecto de un moribundo acariciando su tumba.

Que procedas del cielo o del infierno, qué importa,
¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
De un infinito que amo y jamás he conocido?

De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o Sirena,
¿Qué importa si, tornas -hada con ojos de terciopelo,
Ritmo, perfume, fulgor ¡oh, mi única reina!-
El universo menos horrible y los instantes menos pesados?


El hombre y la mar

¡Para siempre, hombre libre, a la mar tu amarás!
Es tu espejo la mar; mira, contempla tu alma
en el vaivén sin fin de su oleada calma,
y tan hondo tu espíritu y amargo sentirás.

Sumergirte en el fondo de tu imagen te dejas;
con tus ojos y brazos la estrechas, y tu ardor
se distrae por momentos de su propio rumor
al salvaje e indomable resonar de sus quejas.

Oscuros a la vez ambos sois y discretos:
hombre, nadie sondeó el fondo de tus simas,
tus íntimas riquezas, oh mar, a nadie arrimas,
¡con tan celoso afán calláis vuestros secretos!

Y en tanto van pasando los siglos incontables
sin piedad ni aflicción vosotros os sitiáis,
de tal modo la muerte y la matanza amáis,
¡oh eternos combatientes, oh hermanos implacables!




A la que es demasiado alegre

Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.

A
sí, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.



Reversibilidad

Ángel lleno de gozo, ¿sabes lo que es la angustia,
La culpa, la vergüenza, el hastío, los sollozos
Y los vagos terrores de esas horribles noches
Que al corazón oprimen cual papel aplastado?
Ángel lleno de gozo, ¿sabes lo que es la angustia?
Ángel de bondad lleno, ¿sabes lo que es el odio,
Las lágrimas de hiel y los puños crispados,
Cuando su infernal voz levanta la venganza
Y en capitán se erige de nuestras facultades?
Ángel de bondad lleno: ¿sabes lo que es el odio?

Ángel de salud lleno, ¿sabes lo que es la Fiebre,
Que a lo largo del muro del lechoso hospital,
Como los exiliados, marcha con pie cansino,
En pos del sol escaso y moviendo los labios?
Ángel de salud lleno, ¿sabes lo que es la Fiebre?

Ángel de beldad lleno, ¿sabes de las arrugas?
¿Y el miedo a envejecer, y ese odioso tormento
De leer el secreto horror del sacrificio
En ojos donde un día los nuestros abrevaron?
Ángel de beldad lleno, ¿sabes de las arrugas?

¡Ángel lleno de dicha, de luz y de alegría!
David agonizante curación pediría

A las emanaciones de tu cuerpo hechicero;
Pero de ti no imploro, ángel, sino plegarias,
¡Ángel lleno de dicha, de luz y de alegría!



Tristezas de la luna

Esta noche la luna sueña con más pereza,
cual si fuera una bella hundida entre cojines
que acaricia con mano discreta y ligerísima,
antes de adormecerse, el contorno del seno.

Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes,
moribunda, se entrega a prolongados éxtasis,
y pasea su mirada sobre visiones blancas,
que ascienden al azul igual que floraciones.
Cuando sobre este globo, con languidez ociosa,
ella deja rodar una furtiva lágrima,
un piadoso poeta, enemigo del sueño,
de su mano en el hueco, coge la fría gota
como un fragmento de ópalo de irisados reflejos.
Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz.



Invitación al viaje

    Mi hermana, mi ser,
    sueña en el placer
de juntar las vidas en tierra distante;
    y en un lento amar,
    amando expirar
en aquel país a Ti semejante.
    Los húmedos soles
    de sus arreboles
mi alma conturban con el mismo encanto
    de tus agoreros
    ojos traicioneros
cuando resplandecen a través del llanto.

    Allá todo es rítmico, hermoso
    y sereno esplendor voluptuoso.

    Pulieron los años
    suntuosos escaños
que serán la muelle pompa de la estancia
    donde los olores
    de exóticas flores
vagan entre una ambarina fragancia.
    La rica techumbre,
    la ilímite lumbre
que dan los espejos con magia oriental,
    hablaran con voces
    de incógnitos goces
al alma en su dulce lenguaje natal.

    Allá todo es rítmico, hermoso
    y sereno esplendor voluptuoso.
    Mira en las orillas
    las dormidas quillas
de innúmera ruta, de sino errabundo:
    siervas de tu anhelo,
    su marino vuelo
tendieron de todos los puertos del mundo.
    Ponentinos lampos
    revisten los campos,
la senda, la orilla. Cárdeno capuz
    de oro y jacinto,
    por el orbe extinto
difunde la tarde su cálida luz.
    Allá todo es rítmico, hermoso
 

    y sereno esplendor voluptuoso.


Feeling the River Flow - Dean Evenson

viernes, 27 de enero de 2012

Gustavo Rol, un Hombre extraordinario (Semblanza y pensamiento)





Gustavo Adolfo Rol (20 junio 1903-22 septiembre 1994) Rol nació y vivió en Turín. Fue un gran pensador y pintor italiano, aunque la faceta que ahora más nos interesa de él son sus dotes extraordinarias de carácter paranormal. His devotees consider him to have been a great spiritual master and have testified to miraculous feats he supposedly accomplished. Sus devotos consideran que fue un gran maestro espiritual, un sensitivo capaz de empresas fuera de lo común e imposible de interpretar, y han dado testimonio de hechos inexplicables que había realizado a lo largo de su vida. Cursó estudios más profundos en lo espiritual y tuvo una experiencia en París, según comentaba Pitigrilli, una especie de iniciación por parte de un médium polaco, de la que escribió en su diario: "Descubrí una terrible ley que vincula el color verde, el quinto musical y el calor, tanto que he perdido mis ganas de vivir, me asusta el poder !No escribiré más!

Según el propio Rol todo empezó en Marsella durante 1927, mientras estaba contemplando un arco iris. Le encantó tanto aquel color verde que permanece en el centro de la inmensa faja irisada, que no pudo apartar los ojos de él. Lo sintió vivir en sí como pura vibración inmaterial, a la vez que advertía que aquella vibración le evocaba otra, correspondiente a la quinta nota musical, e incluso una tercera, de naturaleza fisiológica. Sintió que lo invadía una sensación de calor que se iba irradiando desde la base del cráneo. Al mismo tiempo se encontró interiormente transfigurado, como si su yo de antes hubiera cedido el puesto a otro yo más grande, más fuerte y capaz de vibrar en la onda creativa del propio Cosmos. Entonces advirtió que podía conocer cosas que permanecían escondidas a los demás y que imponen su voluntad hasta a las fuerzas de la Naturaleza. O sea, había descubierto el secreto de ésa que él llama la “consciencia sublime”. He pursued deeper spiritual studies and had an experience in Paris of which he wrote in his diary: "I discovered a terrible law that links the color green, the musical fifth, and heat. I have lost my will to live. I am frightened by power. I shall write no more!"

Gustavo Adolfo Rol está considerado como el más grande “sensitivo” del siglo XX. Pero el término no es suficiente para dar una definición. Esto se debe a que en la época actual, por lo menos en Occidente, falta completamente la figura del Maestro Espiritual, así como no siempre se encuentra, incluso donde existen los Maestros Espirituales, alguno que haya conseguido el estado de Iluminación o Despertar. Gustavo Rol pertenecía a esta categoría de Hombres, extremadamente rara a encontrarse en todas las épocas y ciertamente extinguida hoy día. Tal vez Rol ha sido uno de los últimos “ejemplares” que ha pisado el planeta Tierra.

Pero…¿quién era en realidad? Lo han definido como un sensitivo, un médium, un mago, adivinador y mucho más aún. Es el triunfo de la voluntad sobre lo imprevisible; de la armonía creadora sobre la casualidad. Hay un finalismo que se antepone a la entropía; decía que “…depárese que el Cosmos es regido por leyes armoniosas, que los científicos no conocen. El que llega a poseer este tipo de conocimiento al nivel de la “conciencia sublime”, puede hacer otras muchas cosas”

Así describe Buzzati a Rol:
«Impacta de Rol que a sus sesenta y dos años aparenta al menos diez años menos, una vitalidad extraordinaria y gloriosa. Insisto en su serenidad y la alegría que emana. Algo beneficioso se irradia sobre los demás. Es ésta la característica que no puede faltar, al menos según mi experiencia, con hombres especiales que han llegado, con la propia superación de ellos mismos, a un alto nivel espiritual, y como consecuencia a la auténtica bondad. En cuanto a su rostro, es difícil describirlo. Algunos lo han definido como un “bon vivant”. No es cierto. Podría ser el de un gurú indio. Pero también podría pertenecer a un cirujano, a un obispo a un tierno niño. Se espera una máscara impresionante y magnética. Nada de eso. Lo que está detrás de aquella frente, al menos a primera vista, no se transparenta.




Rol tiene un comportamiento apuesto, asentado sobre una discreción civilizada, que en ocasiones se contradecía con descuidadas alegrías, y entonces habla con un fuerte deje dialectal que exagera conscientemente, y cuenta chistes encantado. Creo que el motivo de este comportamiento esté en que tiene una constante y previsora preocupación por desdramatizar las esperas, los temores, el desasosiego que se puede experimentar ante sus traumatizantes prodigios de mago. Pero, no obstante toda esta atmósfera de familiaridad, de bromas entre amigos, no obstante su manera de diminuir, ignorar, hacerlo gracioso para hacer olvidar y olvidarlo a él en primer lugar ante todo lo que está sucediendo, sus ojos, los ojos de Rol, no se pueden mirar durante mucho tiempo. Son ojos quietos y luminosos, ojos de una criatura que viene de otro planeta, los ojos de un personaje de una buena película de ciencia ficción. Cuando se hacen “juegos” como los suyos, la tentación del orgullo, de una cierta misteriosa omnipotencia, tiene que ser fortísima. Y sin embargo Rol sabe alejarla, se redimensiona cotidianamente en un tamaño humano aceptable. Tal vez porque tiene fe y cree en Dios. Sus intentos frecuentemente desesperados por establecer una relación individual con las terribles fuerzas que lo habitan, de intentar definir cualquier construcción conceptual, ideológica, religiosa, que le permita domesticar parcialmente, en tolerable armisticio, la tempestuosa noche magnética que lo invade, delineando y borrando las delimitaciones de su personalidad, tienen algo de patético y heroico.»

En general, las posibilidades de Rol iban de la lectura de libros cerrados a viajes en el tiempo (con incursiones en el pasado y en el futuro) experimentados por parte de los presentes, de la adivinación selectiva (observación del aura energética que circunda el cuerpo humano, útil para la identificación de enfermedades) a la endoscopia (la visión del interior del cuerpo humano). Era capaz de actuar dinámicamente sobre la materia, es decir, podía mover a distancia objetos de cualquier género (telequinesia), o materializarlos y desmaterializarlos (aportes), sabía preveer los eventos futuros (clarividencia), leía el pensamiento (telepatía), era capaz de curar personas enfermas aun a distancia (entre los sistemas usados también el de la pranoterapia) o encontrarse en dos lugares distintos en el mismo momento (bilocación). Podía atravesar superficies sólidas (por ejemplo, paredes) o hacer que cualquier objeto las atravesara, así como podía alargar o reducir el propio cuerpo físico a placer. Por último, Rol producía otros dos tipos de fenómenos particulares, es decir, la proyección a distancia de figuras o escritos (sobretodo a grafito) sobre cualquier tipo de superficie y la pintura de cuadros que se pintaban solos, o con los pinceles que se movían solos, liberándose en el aire, pintando en manera rapidísima con la ayuda del “espíritu inteligente”.


Durante sus experimentos podían verificarse epifanías de espíritus, que contribuían a la dinámica de los experimentos. Pero estos espíritus no eran de los difuntos, al contrario Rol afirmaba firmemente que los difuntos no estaban entre nosotros. Lo que llamamos espíritus, no son sino residuos psíquicos dejados por el difunto en el momento de la muerte. De hecho, así como se deja un residuo orgánico tras la muerte del cuerpo, se deja también un residuo psíquico. Este residuo es denominado por Rol como “espíritu inteligente”. Para Rol cada cosa tiene un espíritu, pero el del hombre es un espíritu inteligente, por las posibilidades superiores que su naturaleza le confiere. La relación entre Rol y los espíritus no tenía nada que ver con cuestiones mediúmnicas, se trataba, sin embargo, de algo no demasiado diferente a algunas prácticas egipcias y sumerio-babilonias.

Él mismo comentaba: «¿Está seguro de que yo sea importante para su investigación? Yo soy una persona cualquiera. No tengo nada que ver con los médiums, los curanderos, los espiritistas que usted entrevista. Éste mundo está lejos de mi mentalidad. Mis modestos experimentos forman parte de la ciencia. Son cosas que en el futuro todos los hombres podrán realizar.»

«Siempre he pensado no ser un sensitivo, un vidente, médium, taumaturgo ni nada por el estilo. Es todo un mundo, el de la Parapsicología, al que no pertenezco aunque haya conocido personas verdaderamente dignas y animadas con intenciones nobilísimas. Se escribe demasiado sobre mí, y muchos de los que lo han hecho pueden decir que me he quejado por la publicación de una vasta gama de fenómenos y nunca de lo que transmito en el intento de dar una explicación a estas cosas indagando sobre cómo y por qué se producen ciertos eventos maravillosos.»

«No creo que sea un médium en el sentido literal de la palabra, y ni siquiera un sensitivo. Tal vez posea dotes de una intuición profunda e instintiva, y de esto me he dado cuenta desde niño.»

«No soy un mago. No creo en la magia... Todo lo que soy y lo que hago viene de allá -e indicaba el cielo-, todos nosotros somos parte de Dios... Y a quien me pregunta por qué hago ciertos experimentos, respondo: lo hago justo para confirmar la presencia de Dios.»



Comenta Giuditta Dembech:
«Si hay algo que irrite profundamente a Rol, es justo pedirle que se ponga al lado de un prestidigitador, es un tema que lo saca de quicio. Cualquier experimento que salga de sus manos se ha conseguido gracias a la intervención del Espíritu, de una fuerza superior extra humana; ¿por qué afianzarse a unos profesionales del truco y del ilusionismo? ¿qué podrían conocer, sino trucos y engaños?


Otro libro acerca de Rol “Gustavo Rol – el hombre, la vida, el misterio” del periodista Maurizio Ternavasio, recoge algunos testimonios inéditos de gran valor documental. Entre estos, en particular, destaca el del Dr. Carlo Buffa di Perrero, un profesional que, entre otras cosas, era también un prestidigitador. Dice Buffa: «Una tarde, en casa de María, Gustavo preguntó: ‘¿Qué querrías que hiciera con esta baraja de cartas?’. Y yo, de rebote, después de haberlo pensado un poco, respondí: Deseo que todas las cartas estén rasgadas. De hecho es bien sabido que, al igual que con un paquete de folios, no es absolutamente posible reducir en ese estado una baraja entera con un único movimiento, y menos en una fracción de segundos. Entonces, después de algunos instantes, Gustavo cogió la baraja dentro de la confección que tenía delante y me la dio aún cerrada dentro de la caja original para que la abriera: y bien, todas las cartas estaban rasgadas por la mitad. Conociendo a fondo los trucos de este tipo de juegos, estoy seguro de que no se trataba de una ilusión realizada por un prestidigitador: ninguna técnica de prestidigitación puede explicar, valorar o dar cuentas de un fenómeno de este tipo. Si cuando era joven era un poco escéptico sobre lo que se decía de él, desde entonces he creído ciegamente. En presencia de Gustavo, mi atención estaba siempre al máximo preparada para enfocar cada pequeño detalle. Por otro lado, en más de una ocasión me han encargado, de parte del círculo de magia al que pertenezco, de desenmascarar a quien declaraba tener poderes ocultos, mientras era, sin embargo, un simple ilusionista. Y éste no era el caso de Rol, obviamente».

María Luisa Giordano refiere algunos testimonios de Arturo Bergandi, hombre de confianza  en casa de Rol durante varios años:

«¡Cuántas cosas sucedían en aquella casa! A veces, mientras el doctor intentaba pintar, veía correr por el suelo de las habitaciones grandes canicas de acero que saltaban y bajaban de los sofás y las butacas. De todas formas ya estaba acostumbrado a todo, pero esto me asustaba.
Corría a pedirle ayuda al doctor, que, imperturbable, seguía pintando: “Ah, sí”, me decía, “no es nada, Bergandi, significa que no estamos solos, no tema”. Y entonces todo volvía a la normalidad.

«Una vez tuve que ayudar al doctor a cargar un cuadro en el coche de una señora que había venido a verlo y después se ofreció a llevarlo. Lo acompañé al Topolinode la señora, que estaba aparcado en la avenida. La señora estaba avergonzada y dijo: “Lo siento, mi coche es demasiado pequeño, está bien para el profesor Valletta, usted no puede entrar”. “No se preocupe, señora”, le respondió el doctor Rol, “todo se resolverá”. De pronto se volvió pequeño y menudo, y pudo sentarse en el coche fácilmente. Estaba perplejo, estupefacto, me temblaban las piernas».


El periodista Renzo Allegri incluye este suceso:
 
«Estaba en su casa, con algunas amigas mías. Rol estaba un poco triste, creo que había discutido con una persona a la que quería. Empezó a hablar de la pena de las cosas que se acaban, de las relaciones que se interrumpen, de los amores que se desvanecen. Decía que parecen una rama rota, una rama que se queda casi como una herida incurable en el paisaje. Cogió una tela virgen, pegada a la cartulina. Me la enseñó a mí y a las demás personas que estaban presentes para que pudiéramos examinarla y constatar que era virgen. Después la puso en el caballete. Delante de la tele, sobre una mesita, puso la paleta de las pinturas, algunos pinceles, la espátula, el vaso con el agua, en fin, todo lo que necesita un pintor. Después se alejó y nos pidió que no nos moviéramos de nuestro sitio. Era mediodía, y por consiguiente la habitación estaba llena de luz. Se acercó a la cocina donde se estaba preparando la comida. Bromeaba, decía frases divertidas, preguntaba si nosotros también queríamos comer el potajito. Estaba en la parte opuesta al caballete con la tela. Nosotros lo mirábamos a él y a la tela. Yo sabía que estaba a punto de suceder algo extraordinario, y no le quitaba el ojo de encima a nada. En un momento dado ocurrió el prodigio. Los pinceles empezaron a moverse solos: se levantaban de la paleta, se impregnaban de pintura, de agua, volaban sobre la tela, tenían los movimientos típicos como si estuvieran en manos de un artista invisible. El trabajo se desarrollaba de manera frenética, se oía incluso el ruido que hacían los pinceles contra la tela. Rol reía y seguía bromeando. El fenómeno duró 5, tal vez 6 minutos. Después los pinceles volvieron a su sitio, inertes. El cuadro estaba terminado. Rol dijo que podíamos mirarlo bien. Nos levantamos y fuimos a mirarlo de cerca. Los colores estaban frescos y la escena reflejaba su razonamiento».

“En otra ocasión, nos habían invitado a una casa muy chic. Gente muy conocida de Turín, y un poco snob. Rol no tenía ganas de ir, y fui yo quien insistí porque deseaban enormemente tenerlo como invitado. Pero desde el principio me di cuenta de que no era un ambiente en el que se pudiera sentir a gusto. Demasiada etiqueta, demasiadas reservas, demasiado manierismo. Rol sí que era muy elegante y señoril, pero también muy simple y cordial. Me di cuenta de que estaba nervioso porque daba golpecitos con los dedos sobre la mesa y hablaba con monosilábicos. De repente me cuchicheó al oído: “Cuánto beben en esta casa”. “Pórtate bien”, le dije, intuyendo que estaba pensando una de las suyas. La dueña de la casa, que se había dado cuenta del malestar de Rol, intentaba conversar, pero él contestaba de manera evasiva. Después de un rato me dijo de nuevo al oído: “Cuánto beben en esta casa”. “No es verdad”, rebatí. “Mira, en la mesa no hay nada con alcohol”. Rol me fulminó con una de sus terribles miradas. Rol tenía una baraja de cartas en la mano, se levantó de golpe de la silla. “Te he dicho que aquí beben”, dijo en voz alta y lanzó las cartas contra la pared. En la habitación de al lado se oyó un grito. La dueña de la casa acudió; fui yo también con otros invitados. Las cartas que Rol había lanzado contra la pared habían atravesado el muro y le habían caído encima a la camarera, que estaba sentada en un sofá con una botella de vino en la mano y se la estaba acabando. Estaba asustada y lloraba. Volvimos al salón y Rol, sonriendo, me dijo: “Te había dicho que aquí beben”. Pero la escena no había gustado y poco después nos fuimos”.

Muchos médicos se valían de las posibilidades “paranormales” de Gustavo Rol. Durante complicadas operaciones quirúrgicas requerían su presencia, determinante en muchos casos. También son muchos los testimonios de curaciones realizadas por él.

Remo Lugli, en “Rol, una vida de prodigios” muestra su testimonio:
«Un día volví a casa y mi hijo tenía la fiebre altísima, a más de cuarenta. Llamé al pediatra, que le mandó un tratamiento. Pero no le bajaba la fiebre y siguió durante toda la noche y todo el día siguiente. Cuando volví a casa la tarde siguiente, encontré a mi mujer preocupada porque el niño aún tenía cuarenta de fiebre y desvariaba. Fui a verlo. Estaba rojísimo, ardiendo: tenía un fiebrón tremendo. Soy muy amigo del doctor Rol y decidí llamarlo. Fui a mi estudio y lo llamé por teléfono. Le dije: “El niño tiene un fiebrón de caballo y no conseguimos que se le pase”. “Cuelga, ya me ocupo yo”, respondió. Rol colgó. Creí que había colgado tan rápida y bruscamente porque tenía cosas que hacer. Volví a la habitación del niño para contarle a mi mujer la llamada a Rol y me di cuenta de que el rostro de mi hijo ya no era tan rojo como hacía medio minuto. Le toqué la frente y ya no estaba ardiendo. Medí la temperatura y la encontré normal: menos de 37».

«Otro episodio del que he sido testigo, está relacionada con una extraña curación. Rol cenaba dos mesas más allá de la mía, en su habitual mesa redonda de la esquina. Estaba con médicos que yo conocía de vista y entre ellos había un señor traqueotomizado. Rol le puso las manos en la garganta y el señor se levantó de un salto gritando: habían desaparecido todas las vendas y las heridas. Rol se dio cuenta en ese momento de que, entre el gentío del restaurante, había alguno que lo había visto en ese preciso momento. Se giró hacia mí y me puso el índice delante de la boca para imponerme que no dijera nada. Yo hice exactamente lo que me había dicho. La tarde siguiente lo vi en el restaurante y, como si no pasara nada, le dije (refiriéndome al milagro que había visto la tarde anterior): “Pero doctor, usted que puede curar a todos ¿por qué no lo hace?”. Él sonrió y me dijo: “Porque no está en el karma de todos el ser curados. Dios usa las enfermedades para que entendamos muchas cosas. Aquél señor podía ser curado y así ha sido”».


Era un Maestro Espiritual cuyo despertar de la Luz interior le ha permitido expandir las normales posibilidades humanas. ¿Qué papel ha tenido? El de confirmar la presencia de Dios en una época de gran materialismo y el de encorajar a cada hombre a emprender su mismo camino con la finalidad de demostrar que lo divino no es inalcanzable y no está lejos del hombre, sino que está a su alcance cuando éste desee buscarlo. Además ha indicado a la Ciencia (la Ciencia Sagrada, la de la Armonía, síntesis de todas las ciencias) el Camino a seguir:

«Es así que he esperado que fuera justo la Ciencia la que me ayudara a reconocer y codificar estas sensaciones mías que estoy seguro de que cada hombre posee, y será la Ciencia misma quien revelará estas facultades y las promoverá en todos los hombres.»





Gustavo Rol, un Hombre extraordinario (Experimentos)




                                                        Casa de Rol en Turín




La fenomenología de Gustavo Rol se divide básicamente en dos categorías: por un lado aquellos que él llamaba experimentos, y por otro una vasta antología de prodigios de cualquier tipo. Los experimentos se desarrollaban entorno a una mesa, en su casa o en casa de otras personas. El número de los asistentes oscilaba, normalmente, entre las cinco y las diez personas. Los “instrumentos” generalmente se constituían de folios blancos extra fuertes y por barajas de cartas normales. Bien sea los folios que las cartas normalmente eran nuevos, todavía confeccionados en sus respectivos envoltorios. Algunas veces alguno de los presentes (con frecuencia, un escéptico) traía de su casa, o recién comprados, sus barajas o sus folios. A través de sólo estos dos instrumentos, de los que hacían uso todos los presentes de manera casual dependiendo de los temas que se trataban, Rol realizaba numerosas variantes de un esquema de fondo preestablecido, como podría hacer un músico de jazz que improvisa un motivo inédito pero que tiene como base el inconfundible ritmo del jazz.


Las veladas estaban divididas normalmente en dos partes: primero una charla, después los experimentos. Se discurría al menos durante una hora; y era sobre todo Rol quien orientaba la conversación afrontando un tema filosófico o de actualidad. O recordaba los años de juventud.
Pero había veladas en las que también le gustaba bromear, se olvidaba de los temas serios y se ponía a contar chistes. Y sabía ser muy divertido. A un cierto punto, generalmente hacia las 23, terminaba la primera parte de la velada. Rol proponía que se abandonaran los sillones y se pasara a la mesa, que siempre estaba cubierta por un mantel verde, su color favorito, el que le había dado inspiración en sus primeros experimentos.

La atmósfera, digamos paranormal, se preparaba con las cartas. Delante de él había alineadas al menos ocho barajas de póker, cada una con el dorso de un color y con un diseño distinto, casi siempre nuevísimas, porque el uso intenso las deterioraba fácilmente, o había que conservarlas porque se habían convertido en “testigos” de un experimento en particular con una o más inscripciones que aparecían entre los palos sin su directa intervención. Podía suceder que, ante una baraja aún envuelta en su celofán tuviera la inspiración de empezar la velada justo a partir de ahí: establecida una carta, en la homóloga aún empaquetada hacía aparecer una marca a lápiz dejando el envoltorio intacto y sin tocarlo. Los mazos los manejaba poco, los hacía barajar y levantar a los presentes.



Los experimentos de Rol con las cartas de juego – eran experimentos y no “juegos”, esto hace falta recordarlo – se hacían a veces en secuencias rápidas como una explosión pirotécnica. Hermosísimos, elegantes, viéndolos te dejaban anonadado pero al mismo tiempo con la impresión de que fuera una cosa natural, fácil. Por ejemplo: hacía mezclar siete barajas de cartas y de una octava baraja hacía elegir una carta, pongamos el siete de picas. Pasaba una mano por el dorso de las siete barajas alineadas y después daba la vuelta a la primera carta de cada baraja: ¡eran todas siete de picas! O apoyaba en la mesa una baraja abierta a modo de abanico con el dorso en alto y pasaba el dedo índice por encima, como un arco o la aguja de un reloj. “¡Decidme cuándo paro!”. Cuando se decía alto, el dedo descendía hasta la carta que quedaba debajo que se extraía. Pongamos que fuera el tres de tréboles. Delante suya estaban alineadas las siete barajas precedentemente mezcladas, todas con las figuras cubiertas. Cogía una y con un gesto rápido la lanzaba sobre la mesa de tal manera que las cartas se extendieran alineadas a lo largo de una recta. Aparecían todas giradas, excepto una que mostraba la figura: y era el tres de tréboles. Aún no se habían apagado las exclamaciones de los presentes, maravillados, cuando Rol lanzaba, una a una, las restantes seis barajas y todas las filas se alineaban mostrando cada una la carta girada: el tres de tréboles.

“Doctor Rol, no le pedimos que nos presente sus experimentos. Explíquenos de qué se trata. ¿Qué queréis que os explique? Mandad a comprar algunas barajas de cartas. Una vez traen las barajas nuevas Rol le dice a uno de ellos: póngase usted una baraja de cartas en el bolsillo, la que le parezca. Abotónese el bolsillo. Abra la otra baraja, elija una carta cualquiera. Mírela. Y ahora, con su lápiz y con su bolígrafo, dibuje en el aire una palabra, o su firma, o una cifra. Sobre la carta aún cerrada dentro de la baraja, en el bolsillo abotonado, es la correspondiente a la que ha elegido, encontrará la palabra que usted ha escrito en el aire con su bolígrafo o con su lápiz. La persona que se presta elige una carta, el cuatro de tréboles, dibuja en el aire una firma; abre el paquete; busca el cuatro de tréboles; la firma, realizada con el lápiz, atraviesa la carta.»


«Una tarde estábamos en casa del periodista y pintor Enrico Gianieri-Gec. Después de algunos experimentos, Rol dijo: “Gec, usted me resulta simpático; hasta ahora ha visto experimentos de primer y segundo grado. Le ofrezco algo más. Tome una baraja de cartas cualquiera, téngala fuerte entre sus manos. Repita las palabras siguientes” (y le recitó una fórmula que no transcribo). El periodista repitió la fórmula y todas las cartas de la baraja fueron proyectadas en abanico como si contuvieran explosivo. "Elija una".
“Diez de picas”, respondió Gec.
“¿En qué carta quiere que lo transforme?, preguntó Rol.
“En el as de corazones”, respondió el periodista.
“Mírela fijamente y diga estas palabras”, y Rol pronunció una frase.
Gec la repitió, empalideció y tuvo que sentarse. La carta que tenía entre las manos se decoloró, se volvió gris, una pálida mancha rojiza se delineó en el centro, se hizo roja, y se dibujó un corazón. Llamamos a todos los amigos que jugaban al bridge en la habitación contigua y a la dueña de la casa que, en su dormitorio le enseñaba a una amiga sus últimas adquisiciones. Nadie sabía nada del experimento, pero todos a la pregunta “¿Qué carta es?” concordaron en afirmar que se trataba de un as de corazones; exactamente como el as de corazones que estaba presente en la serie.»




Una buena descripción de experimentos con las cartas la encontramos en el periódico Quaderni di Parapsicologia del 26 de enero de 1970, dirigido por los Doctores Piero Cassoli y Massimo Inardi.
 

«Rol me hace que escoja, que mezcle y que corte una baraja que está delante mía. Él está distante, a más de un metro; hace coger una carta de la baraja al hermano del Dr. B. “¡Láncela al aire y déjela caer!” le dice. La carta cae con la figura cubierta. “Póngala sobre la mesa así como está”. “Coja otra y láncela al aire”. Esta cae al suelo con la figura visible: es el diez de corazones. Rol me dice: “¡Lance sus cartas sobre la mesa, venga, vamos, así como están!” Las lanzo deslizándolas una sobre otra. Todas están cubiertas. Justo en medio de la baraja solo una carta aparece al descubierto y visible: el diez de corazones.»
«Rol me da una baraja para mezclar y cortar. La pongo delante mía. Con la otra baraja y con varias técnicas se indica el cuatro de corazones. Rol me dice que ponga la mano sobre mi baraja, que cierre los ojos, que intente ver, visualizar un cuatro verde y que pronuncie “Hamma Hemma”. Una vez hecho esto me dice: “Corta la baraja”. Abro los ojos y corto. Corto exactamente por donde está el cuatro de corazones boca arriba, es decir, con la figura visible, mientras todas las demás están como era normal boca abajo.»

«Rol le pide dos libros a la propietaria de la casa a su elección. Se los traen: Cesare Pavese: Cartas 1924-1944 y La bella estate. Desde el principio él no parecía muy convencido de la posible consecución del experimento; ojea un libro, el primero, como para tomarlo en “posesión”, todo durante poquísimos minutos; después me pide que exprese un pensamiento, lo que yo quiera, o un deseo. Yo digo en voz alta “Desearía volver a Turín”. Entonces Rol cogió una baraja, la abre encima de la mesa y la extiende con las figuras boca arriba, bien visibles. Después desde la izquierda con el dedo índice tenso comienza a extenderla hacia la derecha bastante rápido, después de haberle pedido a la señora B que lo parase cuando ella quiera. Durante tres veces se repite la carrera del dedo sobre las cartas y durante tres veces la voz de alto de la señora detiene el dedo sobre la carta cuatro, ocho, cuatro. Rol entonces dice: “Mirad en la página 484”. Hago lo que me pide y leo en voz alta la primera página indicada: ¡¡¡“Vosotros deseéis volver a Turín”»!!! (la frase completa, desde la página anterior era: “¡Me maravilla mucho, me impresiona que vosotros deseéis volver a Turín!”).


Poco tiempo después, estábamos charlando durante una brevísima pausa y el Dr. Inardi estaba diciendo “Son las tres y yo me tengo que ir a Bolonia a las seis, es inútil que me vaya a dormir, si no, no conseguiré despertarme a tiempo para partir. Prefiero pasar tres horas en la estación”. Rol dice: “Intentémoslo con una palabra que se ha dicho ahora mismo, por ejemplo “dormir”. “Veamos si esta palabra está en el otro libro de Pavese (e indica el segundo, El hermoso verano). La misma técnica que en el experimento precedente, con cifras que salían de la baraja en el orden as, dos, as. En la página 121 del libro, en la primera línea, se podía leer: “-dían dormir” (en la página anterior estaba escrito “no po-dían dormir”).»

«Una tarde, en el estudio de la abogada Lina Furlan, Rol invitó al profesor Marco Treves, docente universitario y director del manicomio de Turín.
“En esta caja” dijo Rol “yo pongo un folio de papel doblado en cuatro partes y un trozo de grafito de lápiz (le enseñó el papel en blanco y el grafito). Cierro la caja. Todos vosotros apoyad las manos. Y ahora usted, profesor, diga una frase cualquiera.
El profesor citó un verso de Dante: Amor que no perdona amar a amado alguno.
“Alzad las manos, abrid la caja y leed”, dijo Rol.
Sobre el folio estaba escrito el verso de Dante.»


 En" Universo prohibido" Leo Talamonti cuenta algúnos episodiosde su encuentro con Rol:
«Fue en marzo de 1961 que encontré por primera vez al dr. Rol. Lo había llamado desde Milán un miércoles por la tarde, habíamos acordado que nos veríamos en su casa dos días más tarde, es decir, el viernes siguiente, a las 21,30. Pero yo anticipé mi partida y llegué a Turín a primera hora de la tarde del jueves. Acababa de llegar a un hotelito escogido por casualidad entre los numerosos hoteles de la zona de Porta Susa, cuando me llegó su llamada completamente inesperada: “He cambiado de idea: venga si quiere esta tarde, a la misma hora que habíamos quedado para mañana.”
“¿Pero usted cómo sabía que ya he llegado y que me alojo en este hotel?”
“Estaba pintando a carboncillo y la mano ha escrito automáticamente su nombre, añadiendo la indicación: hotel P., habitación 91”.
Elementos, dentro de lo normal, ignorados por el sensitivo.

Cuando me presenté en su casa...traía conmigo una de las usuales carpetas de cuero con varios expedientes... Me apostrofó con estas palabras: “Veo que su carpeta contiene dos artículos sobre la telepatía, ya listos pero aún si publicar. Un tema interesante”. “Era verdad, pero ¿cómo podía saberlo? Sin dejarme tiempo para que continuara, dijo: “Pero le advierto que el episodio que trata de Napoleón, del que habla en el segundo artículo, contiene una inexactitud. Le puedo dar una prueba.”» Y de hecho Rol le dio la prueba mostrándole algunos textos de historia y documentos específicos".

En 1975 Talamonti publica Gente de Frontera, con un capítulo entero dedicado a Rol. Aquí narra cuando, en 1961, fue a verlo para hacer un servicio periodístico acompañado de un fotógrafo:
 
«Mi improvisado colaborador no sabía nada del enigmático señor que íbamos a entrevistar; imagínense, pues, cómo reaccionó cuando el doctor Rol se dirigió a él con estas preguntas, después de habernos conducido al estudio: “Usted está casado desde hace pocos meses, ¿verdad? ¿Y su mujercita es morena con los ojos negros?”. “Sí, pero como diablos...” “Espere. ¿Cómo es que se siente siempre medio dormido? Como ahora, por ejemplo. Usted padece astenia, ¿y sabe por qué? Yo se lo diré. Son muchos los motivos, pero en primer lugar está la apendicitis crónica que padece: ¿no es verdad, tal vez?”. “Sí, ¿pero usted cómo puede saber todas estas cosas? ¿Me ha mandado espiar?” Ahora dígame: es verdad que usted ha ganado 37.000 liras en el totocalcio? Pero ha perdido mucho más, si tiene en cuenta todas las cantidades de dinero que ha jugado durante tantos años. Pero créame: no insista.
 
Esta vez el estupor había incluso bloqueado las facultades de reacción verbal del joven, el cual no miraba ya a Rol, sino a mí, sus ojos descolocados, llenos de preguntas sin expresar... después de lo cual nos condujo a su bien fornida biblioteca, y nos pidió que eligiéramos a placer todos los libros que quisiéramos, para cierto experimento.
Cogimos por casualidad unos volúmenes en varias lenguas, después lo seguimos hasta una habitación más grande, donde nuestro anfitrión se situó a siete u ocho metros de nosotros; y aquí se verifican algunas cosas que ningún espíritu positivista podrá creer jamás.
Yo indicaba al azar – con el dedo, sin precisar el título – alguno de los libros que el joven sostenía bien cerrado bajo el brazo, pidiendo al mismo tiempo que nuestro anfitrión “leyera” tal página y en tal línea, y la misma cosa hacía cuando le tocaba al fotógrafo, en relación con los libros que había traído conmigo. A cada petición, el doctor Rol, con seguridad y precisión leía en el punto indicado del libro bien cerrado, y justo después controlábamos la exactitud de la lectura. No conseguimos que se equivocara jamás. Para evitar la posibilidad de que él nos impusiera mentalmente la elección de las páginas, establecimos los números sobre la base del valor de ciertas cartas escogidas al azar de las barajas bien mezcladas. Nos alternamos en la elección de textos; repetimos la misma experiencia hasta que nos cansamos; al final nos rendimos a la evidencia».

«Poco antes de que nos despidiéramos de nuestro anfitrión, éste se sentó un momento en la escribanía, garabateó algo en un folio y tapó lo escrito con la mano; entonces llamó al fotógrafo y le pidió que dijera un número cualquiera. “¿De cuántas cifras?” preguntó el fotógrafo. “Como usted prefiera”, dijo Rol. “Entonces digamos 753”, dijo el joven. “Qué extraño: ya lo había escrito”, respondió Rol mostrándole el folio. Era verdad.»

Son innumerables sus muestras, ante todo tipo de personas, literatos, pintores, médicos, cineastas, científicos... todos se rendían ante la evidencia, aunque no pudieran explicar cómo lo hacía.

 

El primer libro dedicado exclusivamente a Gustavo Rol es el del periodista Renzo Allegri, “Rol, el misterio” de 1986. He aquí algunos fragmentos:

«Un día invité a mi casa a Rol para enseñarle un cuadro que acababa de comprar. Sé que no es un apasionado de cierta pintura contemporánea, pero, ya que es un gran entendido de arte, consideré importante su opinión. Acompañándolo al salón le dije: He aquí el cuadro. “No me gusta” dijo en seguida Rol, y añadió: “Te lo garabateo”. Extrajo su famoso lápiz y apuntó al cuadro haciendo unos signos en el aire. Por favor, no lo hagas, grité yo. Me ha costado muchísimo dinero. Corrí hacia el cuadro para ver si Rol me lo había arruinado, pero no noté ninguna marca. Menos mal que no has hecho ningún desastre, exclamé aliviado. “Intenta quitar ése cuadro”, dijo aún. “Lo quité y en la pared había un gran garabato a lápiz. Rol se había ahorrado el cuadro; pero había manifestado su disconformidad escribiendo en la pared detrás del cuadro».

«A veces Rol “escribe” en las servilletas de las personas que están en las mesas cercanas. Lo hace sólo cuando se lo piden los amigos, que se quieren divertir. Me han contado que uno de estos es Federico Fellini. Cuando está en Turín, el referido director de cine va siempre a saludar a Rol. Después lo invita a comer e infaliblemente le pide que “escriba” a distancia, sobre las servilletas de ciertos comensales. Rol lo rechaza porque dice que no consigue hacer algo que otros quieren, pero al final cede. Fellini elige ciertos señores corpulentos, que almuerzan con la servilleta remetida por el pecho sobresaliente. “Escribe algún epíteto gracioso”, le sugiere a Rol. El sensitivo hace unas marcas en el aire y en la servilleta blanca del tranquilo comensal aparecen las frases más extrañas, normalmente hirientes. Cuando el “blanco” se da cuenta se queja a los dueños del restaurante, se enfada, amenaza...  y Fellini se divierte muchísimo".

"Un médico me enseñó un mantel con una rosa dibujada encima, una rosa en un jarrón de cristal. “Rol dibujó la rosa”, me dijo el médico “que estaba en nuestra mesa, y me regaló el mantel” añadió. Le indiqué que faltaba el jarrón. “Eres imposible de contentar”, dijo Rol “Ten bien alzado el mantel” añadió. Así, a un metro de distancia, ante los ojos de las personas que estaban en la mesa con nosotros, el jarrón se trazó en el aire y apareció inmediatamente en el mantel, completando el dibujo".

«Otra persona me enseñó un cuadro y me dijo: “Me lo regaló Rol. Aquí, en la esquina, estaba la dedicatoria que yo enseñaba a todos mis amigos. Un día Rol y yo discutimos por teléfono. Él se enfadó bastante, y después de haberme reñido duramente, me dijo: “Me he equivocado contigo. Lo que te he escrito en la dedicatoria del cuadro ya no es cierto, y por eso lo retiro”. Creía que con estas palabras quería decir simplemente que repudiaba el contenido de la dedicatoria; sin embargo, como hacía normalmente, lo dijo en sentido realista. Una vez terminada la turbulenta conversación telefónica, pasé por delante del cuadro y con enorme maravilla constaté que la dedicatoria de Rol había desaparecido. No había quedado ni rastro de lo escrito”».

Allegri narra la dinámica de uno de los experimentos más típicos de Rol:

«Distribuyó unos folios de papel completamente blancos. Los observé atentamente: eran folios blancos normales, extraídos de un montón intacto. Nos invitó a que los dobláramos algunas veces y a reponerlos en el centro de la mesa. Uno de aquellos folios, aislado y marcado, y me fue entregado a mí con la propuesta de metérmelo en el bolsillo. Lo miré e hice lo que me pedía.
En este momento, Rol pidió a los presentes que dijeran un tema. Consultamos entre nosotros y decidimos hablar de arte. “Está bien” añadió Rol. “Hablemos de arte”. Se empezó diciendo que el arte proviene del pensamiento, que es posible dividirlo en arte antiguo y arte moderno, arte clásico y arte abstracto. Una señora dijo: “El arte clásico proviene de la impresión del pensamiento”. “No es una definición estrictamente ortodoxa” dijo Rol, de todas maneras está bien. Ahora pidamos a la Enciclopedia Treccani una definición del arte abstracta. A través de las cartas, en el caso en el que haya que decidir, elegiremos dos números de dos cifras cada uno. El primero indicará el volumen de la enciclopedia, y el segundo la página del volumen. Y bien, la primera línea de la página que indicarán los números escogidos al azar, deberá empezar con una frase que sea una respuesta lógica a la pregunta: ‘¿De dónde proviene el arte abstracto?’”.
La primera carta que se extrajo fue un 2 y la segunda un 3: el primer número, entonces, era el 23; el segundo resultó ser el 22. “Entonces”, dijo Rol “tenemos que mirar en el volumen 23 en la página 22”. Se trajo el volumen vigésimo tercero de la Treccani: en la primera línea de la página 22 se leía:
‘de la metafísica del pensamiento’.
“Es una buena definición”, dijo Rol. “El arte abstracto proviene de la metafísica del pensamiento. Es un concepto que no me desagrada. Muéstreme el folio que tiene en el bolsillo”, dijo dirigiéndose a mí. Me había olvidado. Lo cogí, y en el centro a lápiz estaba escrito: ‘de la metafísica del pensamiento’: la misma frase indicada en la enciclopedia por los números escogidos al azar. Rol sonrió mirando mi estupor. Después quiso firmarme el folio como recuerdo de ése experimento».

En otra ocasión, Allegri iba acompañado de un colega periodista, muy escéptico, que recibiría una buena lección:
«Con el procedimiento habitual, Rol hizo escoger uno de los folios blancos que habíamos doblado y puesto sobre la mesa, cogí uno y se lo di a mi colega diciéndole que se lo metiera en la cartera. Mi amigo lo cogió, lo observó bien y después dijo: “En lugar de este folio, ¿puedo meter este otro?” y enseñó un folio de papel encabezado de nuestro diario Gente.
Rol sonrió. “Usted no se fía de mí” dijo. “El paquete de folios de la que hemos cogido los folios se ha comprado hoy en un supermercado de Turín. No hay ningún truco. De todas maneras ponga en su bolsillo el folio del periódico que usted ha traído.”
El experimento continuó más o menos con el esquema de los que he referido anteriormente. Llegados al momento en el que Rol alza el lápiz de bambú y traza unos símbolos en el aire hubo un momento de pausa. Rol lo pensó mejor. “Venga aquí conmigo” le dijo a mi colega. Le puso el lápiz en la mano e hizo el gesto de trazar unos símbolos en el aire guiando la mano de mi colega. Después lo mandó a su sitio. “Coja el folio que tiene en el bolsillo y  examínelo”, dijo Rol.
Aquel amigo mío tenía en la cara una sonrisa de satisfacción. Era completamente cierto que sobre “aquel” folio, aquella tarde, no aparecería nada escrito. Sacó la cartera del bolsillo. Extrajo el folio doblado. Lo examinó para verificar que estuviera doblado como cuando lo había metido. Lo abrió, lo observó y empalideció tremendamente.
“¿Qué pasa?”, pregunté preocupado.
Casi balbuciendo, mi colega dijo: “Pero esta es mi letra”.
En el centro del folio, que era el auténtico, de papel encabezado de periódico, aparecía la frase pronunciada por el "espíritu inteligente" que, poco antes mientras habíamos estado sentados, se había manifestado ante Rol. La frase estaba escrita con la grafía inconfundible de mi colega».


  
Para terminar  este repaso incompleto a su figura, el 20 de junio de 2003, con ocasión del centenario del nacimiento de Gustavo Rol, se  constituyó una asociación llamada Società Europea di NeuroTeologia (de cuyas investigaciones hablamos en una entrada anterior). El siguiente fragmento tomado del estatuto define su finalidad:
«La Sociedad Europea de NeuroTeología representa el proseguimiento ideal del espíritu que caracterizó la constitución de la Asociación Científica Gustavo Adolfo Rol". El término “Neuroteología” fue acuñado por Franco Rol sobre la base de los estudios relacionados con la vida, la experiencia y la doctrina de Gustavo Adolfo Rol, y también para proponer una síntesis capaz de representar, por una parte, la esencia metafísica que caracteriza cada Religión y cada Enseñanza Tradicional, y, por otra parte el proceso de transformación realizado por la conciencia activa de tal metafísica.

En este cuadro, las posibilidades de Gustavo Adolfo Rol se introducen como conquista y superación de los grados de un riguroso recorrido espiritual, posibilidades desligadas de cualquier contingencia profana y de cualquier interpretación de carácter heterodoxo que no esté en línea con las Tradiciones consolidadas, teniendo igualmente presente la originalidad aplicativa de los Principios propia de medios y símbolos de los que solía servirse. La demostración de la existencia de tales posibilidades, el reconocimiento de su labor funcional y no de final que éstas tienen, su integración en un cuadro teórico de tal manera que permita, en calidad de Ciencia Sagrada, una comprensión bien sea objetiva que subjetiva, su reproducción y su “replicabilidad” en un contexto puramente ético y para el beneficio de toda la comunidad humana, su función de instrumento cognoscitivo de otros estados de manifestación, expresión de las Superiores Posibilidades de la Inteligencia Divina, cual ulterior ayuda para la superación de los mismos, representando el objetivo y la finalidad de esta asociación.