martes, 25 de septiembre de 2012

Un encuentro con El Libro de los Esplendores


El Zohar nos dice que el alma ha sido enviada al mundo a fin de que pueda tomar parte activa en la vida. Debe penetrar y reflejar en su propia luz todas las acciones de la vida con la que la muerte le pone en contacto. Solamente así puede el alma reconocer su propio origen. Aquel que sale del crisol de la purificación se convierte asímismo en un artista creador, un compañero de Dios en sus creaciones.



La gloria de dios es tan sublime y está tan lejos por encima de la comprensión humana, que tiene que permanecer en un misterio eterno. Sin embargo, hay tres maneras en las que el hombre puede percibir la gloria parcial de Dios: la primera es la visión que el ojo puede percibir desde lejos, pero tan solo un rayo infinitesimal penetra dentro del ojo. No es bastante para derramar el alma del hombre. Así, la primera visión queda como una cosa vista desde lejos, y tan solo con el ojo exterior. La segunda manera es aquella en que el ojo se sumerge sin la debida preparación en una irradiación que no es capaz de soportar. Deslumbrado y confuso, se ve obligado a impedir la entrada de la gran irradiación por medio de su propio acto, después de no haber sido capaz de absorber mas que un diminuto rayo de la visión suprema. La tercera manera es cuando la visión se ve como un espejo brillante. Sobre éste el ojo puede permanecer y llenarse tan completamente de belleza que, finalmente, penetra en lo más íntimo del ser e inunda el alma con una luz siempre duradera. Y el alma, habiendo abarcado el significado interno de la luz que la inunda, se calienta en su irradiación y se satisface en todo momento con el gozo que emite.


El éxtasis es el grado más alto que viene a los místicos que buscan la revelación. Es el medio de alcanzar las visiones espirituales. Las fuerzas físicas parecen estar durmiendo la dulzura mística gozada durante este estado, no se puede comparar con cualquiera otra experiencia de la vida. El alma se sumerge en las aguas de la gracia donde anhelaría permanecer para siempre. En una especie de delirio, el alma se encuentra en el corazón de la sabiduría, comprendiendo todas las cosas y abarcando su verdadero significado en un relámpago. Mientras que se pasa por esta experiencia, el místico siente que podría dar voz al más grande de los cantos que jamás pudo haber sido compuesto, pues un espíritu, más grande que el que jamás ha sido poseído por cualquier poeta, ha tomado posesión de su alma.


Solo el amor une al hombre con Dios, pues en el amor está el misterio divino. La adoración del amor se eleva y se adhiere al mundo superior. Es tan solo por medio del amor como los mundos superiores e inferiores se unen. Cuando tal amor se apodera de un hombre, éste huye de todos los placeres terrenos, incluso de su amor por su mujer e hijos; nada es comparable al amor que se siente por Dios. Se liga a sí mismo con Dios como el carbón a la llama.



El nombre Adán fue dado a un hombre y a una mujer unidos en un solo ser.

No creáis que el hombre no es más que carne. Lo que realmente hace al hombre es su alma. Y lo mismo que Dios forma el punto oculto del cual todas las huestes celestiales y todas las regiones superiores, forman la cubierta, así también está el hombre representado por su más interna alma, de la cual todas las partes del cuerpo forman su envoltura. La carne, la piel, los huesos y el resto no son sino un vestido, un velo. No son el hombre. Y cuando el hombre deja este mundo se desprende de todos los velos que lo cubren. A pesar de todo esto, nosotros no debemos despreciar nuestros cuerpos, pues las diversas partes del cuerpo se conforman a los secretos de la divina sabiduría. La piel representa el firmamento, que se extiende sobre todo y cubre todo como un vestido. La piel recuerda el lado malo del universo, esto es: el elemento, que es tan solo externo y sensible. Los huesos y las venas son como la carroza celeste: las fuerzas que existen internamente, y que nosotros consideramos como los sirvientes de Dios. No obstante, todo esto es todavía un vestido, pues es tan solo en su ser interno donde nosotros hallamos el misterio del hombre celestial. Exactamente lo mismo que el hombre terrestre así es, por dentro, el hombre celestial. Pues todo lo que tiene lugar acá abajo es tan solo la imagen de todo lo que tiene lugar arriba. Es en este sentido que nosotros comprendemos que Dios creó al hombre a su propia imagen.


En tres cosas: el espíritu, el alma y la vida de los sentidos, nosotros hallamos una fiel representación de todo lo que sucede en los mundos superiores. Pues estas tres cosas no forman sino un simple ser donde todo está junto y unido. La vida de los sentidos no posee por sí misma luz alguna, pero por esta misma razón está íntimamente ligada con el cuerpo, del cual procura los placeres y el sostenimiento que necesita. El principio animal es la sede del alma. Y por encima del alma se eleva el espíritu que la domina y derrama sobre ella la luz de la vida. El alma se clarifica por medio de esta luz, y depende enteramente del espíritu. Después de la muerte, el alma no puede hallar sosiego alguno, ni están abiertas para ella las puertas del paraíso, hasta que el espíritu ha ascendido a su Fuente, para llenarse a sí mismo de Dios para toda la eternidad.


Los movimientos del alma después de la muerte son presentados como series de pruebas de purificación, por medio de las cuales puede purificarse paso a paso, en el camino que conduce a la perfección original. Los movimientos son muchos y variados, pues cada alma debe pasar a través de numerosos grados. ¡Cuán variadas, cuán misteriosamente múltiples son las formas por medio de las cuales el alma tiene que pasar hasta que alcanza la última forma de perfección. El alma conoce y alcanza lo que fue imposible para ella conocer y alcanzar en el mundo.




Todos los Misterios de la Fe están en esta doctrina: que todo lo que existe en el Mundo Superior es la Luz de Pensamiento, el Infinito. ¡Levantad la cortina y toda la materia aparece inmaterial! ¡Levantad otra cortina, y lo inmaterial aparece todavía más espiritual y sublime! ¡Y a medida que cada cortina siguiente se levanta nosotros somos transportados a los planos siempre más altos de sublimidad, hasta que se alcanza el Altísimo!

Y esto es el resumen de todo: que todas las cosas de que el mundo se compone, lo mismo que el alma y el cuerpo, volverán al principio y a la luz de donde procedieron. Pues Dios es el principio y Él es el fin de todos los grados de la Creación, y todos los grados están delineados con su sello. Él es el único Ser, a pesar de las innumerables formas de que Él está revestido.

Aquellos que penetran el significado interno de esos misterios, que son causa para temblar así arriba como abajo, se exponen  a la muerte. Y el alma que aprende acerca de Dios se consume en el deseo de volar hacia Él, tan pronto como los misterios le son revelados. Y el alma, saliendo de su gran anhelo, se entrega ella misma al beso. Entonces los ángeles llevan al alma detrás de la cortina, y ella empieza su jornada hacia arriba.


Ariel Bension: El Zohar en la España Musulmana y Cristiana




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