Llegaste aquí
cuando te tocó llegar y te marcharás cuando sea el momento, independientemente
de tu opinión al respecto. Si ves cómo envejece tu cuerpo, saber que no eres tú
el que lo está cambiando, que los cambios simplemente ocurren. Tu cuerpo está
siendo vivido por el gran Tao, la fuente creadora de todo. Si tu ego fuera de
verdad el que manda, nunca te saldrían arrugas, ni manchas de la edad, ni
canas, ni morirías. Te guste o no, algo más grande que el ego está a cargo de
todo.
Al hacerte
consciente de tu auténtico ser, solo necesitas prestar una total atención a tu
ego, y éste retrocederá poco a poco y de manera natural ante la luz de tu
conciencia. Recuerda, tú no eres solo el cascarón temporal al que llamas tu
“cuerpo”, eres una esencia divina que no tiene límites ni forma, que es
infinita.
Cuando te fijas en
el parloteo del ego, descubres la capacidad de superar hábitos muy
establecidos, y empiezas a ver todo aquello para lo que estabas cegado a base
de poner excusas. El conocimiento te lleva a tu ser más elevado; el ego te
lleva a tu yo terrenal. Cuando dejas que lo divino crezca en ti, aportas
conocimiento a todos los aspectos de tu vida.
Dejar que lo divino
crezca en ti implica sinceridad, servicio a los demás, bondad y reverencia para
toda la vida. Emprender el camino del conocimiento fomenta el crecimiento y la
aparición de pensamientos auténticos en tu mundo interior, y tu yo inferior se
desvanecerá mientras lo divino crece dentro de ti.
A mí la lógica me
parece suficientemente clara: sintoniza
con la energía que lo puede todo, porque esa es tu naturaleza original. Las
excusas son pruebas de que has descartado una manera de pensar que todo lo
puede, a favor de una que todo lo limita. En otras palabras, es imperativo que
reduzcas el pensamiento dominado por el ego (que casi siempre solo te ofrece
excusas) a favor de un modo de pensar que esté sintonizado con las ideas de
“todo es posible”.
Estando en el
ahora y en un estado de gratitud por todo lo que es y por todo lo que eres,
domas al ego y entras en un estado en el que las excusas no se pueden ni
considerar. ¿Qué excusas necesitas cuando estás completamente presente?
Ninguna. ¿De qué sirve el ego, ese falso yo, cuando estás con la fuente en este
momento? No gastes el presente con pensamientos de pesar o preocupación. La
experiencia del conocimiento superior es tu premio. Cuando el ego toma el
control, prácticamente todos los pensamientos están poniendo excusas,
centrándose en lo que siempre ha sido o en lo que temes que siempre será. Pero
cuando haces amistad con el momento presente, dices adiós a ese molesto ego.
Las excusas que
utilizas con frecuencia (será difícil, va a ser arriesgasdo, se va a tardar
mucho tiempo, habría un drama familiar, no me lo merezco, no es mi manera de
ser, no me lo puedo permitir, nadie me va a ayudar, nunca ha ocurrido antes, no
soy lo bastante fuerte, no soy lo bastante listo, soy demasiado mayor, las
reglas no me lo permitirán, es demasiado grande, no tengo tanta energía, la
culpa es de mi historia familiar personal, estoy demasiado ocupado, me da mucho
miedo…) se han instalado en tu mente, que está dominada por tu ego o falso yo. Por
consiguiente, no se limitarán a hacer las maletas y marcharse sin entablar
lucha. Esas excusas se han convertido en compañeros familiares para tu ego, y
siempre están preparadas para saltar en tu defensa.
Probablemente las
excusas en las que tiendes a apoyarte incluyen algunas ideas que has contemplado
durante toda tu vida hasta la fecha. Cuanto más reflexionas sobre la
imposibilidad de que tus deseos se cumplan, cuanto más te quejas de lo injusta
que es la vida y más te molesta lo que la vida se empeña en manifestar, más
definen tu vida esas mismas cosas. Eso se debe a que aquello en lo que te
concentras aparece invariablemente en tu vida, ya sea lo que quieres o lo que
no quieres. Así que si siempre estás pensando o hablando de lo que va mal en tu
vida, estás atrayendo precisamente lo que no deseas.
Decidirse por una
actitud “!Basta de excusas!” significa negarse rotundamente a participar en el
ritmo derrotista que acabo de describir. Aprendes a moverte en un nuevo
terreno, donde tus pensamientos se ven como realidades potenciales, y tienes el
sagrado deber de contemplar solo lo que se origina en tu auténtico ser. Y esto
es algo en lo que puedes empezar a trabajar ahora mismo.
Para comprender
del poder de la contemplación, debes esforzarte por entender la ley de tu ser
como algo que te permite utilizar tus procesos de pensamiento para mantenerte
sintonizado con el espíritu o la energía de la fuente.
Procura imaginar
que todo y todos tienen su origen en una energía sin forma que hemos acordado
llamar “espíritu”, y después visualiza el espíritu como una fuerza creativa que
utiliza la contemplación para expresarse a sí misma en una forma material.
Cuando simplemente
te haces consciente, dejas de ser una víctima de los infinitos virus mentales
que parece que te impiden acceder a tu completa realización. Ya no te resulta
difícil cambiar aquellos viejos patrones de pensamiento que te impiden vivir a
niveles óptimos de éxito, felicidad y de salud. Disfrutas conscientemente del
conocimiento de que ni los memes, ni los genes, ni ninguna otra cosa del mundo
material tiene control absoluto sobre ti… y no hay límites respecto a en quién
puedes convertirte.
La renuncia es el
primer paso. Pero la verdadera renuncia consiste en darse cuenta de que no hay
nada a lo que renunciar, puesto que nada es tuyo. Aunque te pueda resultar difícil
asimilarlo, cuando renuncias produces riqueza. Estar dispuesto a rendirse
significa no volver a necesitar excusas. Al final, todo es como es. Dios no
necesita excusas… y como tú y Dios sois la misma cosa, tú tampoco las necesitas.
Tienes que estar
dispuesto a aceptar los aspectos de la vida que te salgan al paso y ordenarlos
de manera que trabajen contigo y para ti, no contra ti. La clave es estar
dispuesto. Las piezas aparecerán. Siempre lo han hecho y siempre lo harán. Tu disposición
a ordenarlas en lugar de quejarte o poner excusas, tendrá su recompensa.
Cuando cambias al
estado de compasión toda culpa desaparece. Así que, independientemente de lo
que quieras para ti mismo, descubre cómo puedes querer más para algún otro y
después haz ese cambio. En ese momento de contemplación, la compasión erradicará
el señalar con el dedo y derrotará a la presentación de excusas. Y empezarás a
pensar como piensa Dios: servir, ofrecer, dar y amar libremente.
Ahora es el
momento más importante porque es el único momento en que tenemos algún poder. La
persona más importante es aquella con la que estás, porque nadie sabe si alguna
vez tratarás con alguien más. Y el asunto más importante es hacerle el bien,
porque solo para ese propósito fue enviado el hombre a esta vida.
Entabla una
conversación con tu mente subconsciente en la que dejes claro que no vas a
permitir que parte de tu vida esté dirigida por un extraño invisible que actúa
y reacciona basándose en una programación memética o genética. Y decide que no
vas a consentir (o a excusar) una conducta originada en una parte inconsciente
de ti.
Cuanto más vivo, más
dispuesto estoy a dejar que unos poderes invisibles hagan su magia conmigo y a
mi alrededor, y menos lo pongo en cuestión. He renunciado a la idea de que
estoy separado de la mente omnisciente del universo. En este estado de
reverencia siento pasión todo el tiempo. No necesito hacer nada: la siento ante
cada rostro que miro, ante cada noche estrellada y cada flor que observo. Mis mejores
momentos de entusiasmo ocurren cuando intento pensar y actuar como lo hace la
ommnisciente y benevolente fuente de todo. Cuando me libro del ego, soy más
capaz de mantener mi pasión. La presencia de la pasión (sentirse bien) es también
lo mismo que haber despertado al Dios que hay dentro.
-->
Wayne Dyer – ¡Basta
de excusas! Cómo cambiar los pensamientos de toda una vida. (... en español se ha editado con el título: "Piensa diferente,
vive diferente. No te creas todo lo que piensas". Creo que el original del autor es más directo y apropiado. Una lectura enormemente recomendable, junto a su conmovedora película: El Cambio -The Shift-).
La felicidad
parece ser más bien el resultado de la aceptación gozosa de cuanto nos ofrece
la vida, cuando nos decidimos a sentirnos satisfechos con nuestro destino. El
hombre feliz comprende que la vida tiene sentido. Por unos momentos la vida
deja de pesarnos y se vuelve leve, como si alguien hubiera tomado sobre sus
hombros nuestra carga.
La felicidad es un
rayo de luz que nos viene de otro mundo, y que se quiebra en mil colores en el
corazón de cada ser humano. La felicidad es una decisión de la voluntad, no
entregues a nadie la llave de tu felicidad. No existe una felicidad total.
Puedes aprender a
sembrar las semillas de la felicidad y hacerlo consciente de cuáles son las
raíces de tu propia infelicidad. Cada uno tiene que responsabilizarse de su
propia felicidad; para que sea posible y duradera puedes buscarla por dos
caminos esenciales: la serenidad y el control de la mente. Si no fuéramos
felices desde nosotros mismos, nunca podríamos conseguirlo; nada ni nadie puede
dárnosla.
Serenidad es lo
mismo que transparencia, apertura, dejar que se haga presente lo que somos, y
vivir gozosamente en esa conciencia. Nunca conseguirás una serenidad permanente
si no logras controlar tu mente. En realidad se trata más bien de
“descontrolar” la mente de tantos pensamientos y creencias erróneas que
distorsionan tu mirada y tu encuentro con la vida. Hablar de control de la
mente es hablar de limpieza interior.
La serenidad que
buscamos no es ni una abstracción, ni el fruto de un esfuerzo; es el resultado
de un ser en armonía, íntegro, que comprende la realidad, se relaciona
acertadamente: por eso es difícil conseguirla. (Ya que…) ¿Dónde estás tú? ¿Quién
eres tú? ¿Qué buscas?
Hemos dejado de
creer en las posibilidades ocultas de la persona humana, en nuestros propios
recursos, y hemos puesto nuestras esperanzas en la técnica. El conflicto somos
nosotros mismos. Solo cuando el hombre se comprenda a sí mismo podrá encontrar
el hilo brillante que le saque de su laberinto. La reconstrucción interior se
inicia amándonos a nosotros mismos y sabiendo perdonar los propios errores.
Situarse dentro de
nosotros mismos quiere decir iniciarse en un nuevo estilo de vida, en un
trabajo incesante, alerta, que debes realizar contigo hasta conseguir la
re-construcción de tu intimidad; es darte cuenta de tu modo de reaccionar ante
los estímulos que llegan hasta ti desde el exterior y desde tu propia
interioridad. Cuando aprendas a vivir dentro de ti mismo se te abre un camino
nuevo que te sitúa a un punto desde el cual es posible el cambio.
La transformación
del ser humano nunca es el resultado de un largo discurso, comienza en el mismo
momento en que nos volvemos conscientes de nosotros mismos y nos liberamos de
los conceptos. Darse cuenta no es juzgar, comparar, reprender o alabar. Es una
mirada que informa de lo que es, de cómo son las cosas y de cómo mantengo mi
relación con ellas. Es el comienzo de una toma de decisiones desde mí mismo.
El hombre y la
mujer que inician el cambio saben lo que sienten, y eligen vivir desde ellos
mismos cuando lo creen conveniente. Han descubierto que ellos son “alguien”
frente al ambiente, frente a los demás, y deciden vivir desde su propio centro.
Vivir es aprender a vivir gozosamente en cualquier circunstancia, basta con
vivir conscientes para ser felices. Con frecuencia no podrás cambiar algunas
circunstancias; todavía te queda un recurso: ¡cámbiate a ti mismo!. Comprende dónde
está la fuente de tu sufrimiento y habrás dado un paso decisivo para superarlo
y ser un poco más feliz. Puesto que la causa de nuestros sufrimientos está en
la mente del hombre, es también ahí donde hay que poner los cimientos de su
superación.
¡Qué difícil es
ser libre desde dentro, y emprender un camino nuevo, más allá de lo que ha sido
hasta ahora nuestro territorio familiar! No hay mayor victoria que la hazaña de
liberarse de uno mismo, de nuestras viejas filosofías para reestructurar de un
modo más acertado nuestra mente.
La causa de
nuestros sufrimientos es nuestro modo equivocado de pensar y relacionarnos con
la realidad. Mientras que nuestra mente permanezca condicionada por tantas
fantasías, sin comprender cómo son las cosas, el acceso a la tierra virgen de
la realidad primera es imposible. Para Buda, la realidad, todo cuanto existe,
la vida es dhuka, sufrimiento, porque
nada permanece, porque todo es insustancial, imperfecto, nada tiene consistencia
en sí mismo. La vida fluye sin descanso; aprender a fluir, a soltar, a
separarse de todo, a vivir desapegado y libre de todo, es el gran acierto de la
vida misma. Sin el dolor – ¡qué duro es reconocerlo!–, el hombre se vuelve
superficial, absorto en el juego de sus frivolidades. Parece que solo en los
momentos de sufrimiento aprendemos a traspasar dignamente el umbral de nuestro
destino.
Hay un camino para
conseguir este estado de conciencia que nos haga posible la concienciación y
desidentificación de los contenidos fluctuantes de la conciencia: mediante la
concentración en la respiración y las sensaciones del propio cuerpo. (Ello nos hace posible...) el control del pensamiento, que empieza siempre
dede el mismo punto de salida: la concentración. Concentrarse es involucrarse
totalmente en cada actividad, con atención absoluta y con clara conciencia de
lo que hacemos -al principio te das cuenta de que estás “dormido” y que eres
inconsciente en gran parte de todo lo que sucede en ti-, (con una
práctica constante) se baja al nivel “alfa” de vibración. (Un pasito más allá...), durante la meditación,
nos sentimos quietos, relajados, sin pensar en nada, sin deseos de conseguir
nada. Desde ese no-pensar, brota otro tipo de conciencia más amplio que nos
ilumina mostrándonos nuevos horizontes.
Solo existe una
postura acertada frente a los pensamientos negativos: sé constante en el empeño
de mantener una alerta interior que te haga posible impedir que se apodere de
ti cualquier pensamiento negativo. Dice Sivananda: “Sepárate de esos
pensamientos negativos e identifícate con el Ser Supremo”.
La fe no es un
mero pensamiento o sentimiento, es algo más profundo que toca al hombre en lo más
íntimo y que lo transforma convirtiéndolo en un hombre nuevo. Mediante la fe
construimos un mundo, pero, a su vez, ese mundo nos crea a nosotros, aumenta o
reduce nuestras posibilidades según el mundo ancho o estrecho que nosotros
mismos hayamos creado. Con la fe todo es posible; cuando se pierde la fe, los límites
de nuestro mundo se estrechan hasta las fronteras de nuestras nuevas creencias.
Somos lo que ahora
creemos ser, en virtud del condicionamiento que, desde el cerebro profundo,
ejercen sobre nosotros las imágenes que rigen nuestra existencia. Siempre es la
imagen quien condiciona el subconsciente y la existencia toda. Pero la mente es
más que todo cuanto pueda limitar una imagen. La visualización de una imagen
desde el estado alfa hace posible el acceso a la realidad espiritual
simbolizada en la imagen; no somos seres aislados, abandonados a la debilidad
de nuestro ego asustado. De un modo desconocido para nosotros vivimos inmersos
en la totalidad; todo es uno, y nuestros límites siempre están en contacto con
otras orillas del mar imenso de la energía total.
El zen insiste una
y otra vez en la misma necesidad de matar al yo (que desaparece al cesar los
pensamientos). No se trata de diluirse en una actitud irresponsable, pasiva. Pero
sí es necesario renunciar a cualquier forma de apego. No se trata de la negación
del mundo, sino de la superación del apego a él. El ego nos encierra en un
espacio estrecho, fabricado de estructuras mentales y creencias, que nos ahogan
y nos hacen caer en el gran error de vivir como seres estáticos, al margen del fluir
de la vida. Matar el yo es aprender a dejar, a soltarlo todo, sin que nada
quede entre las manos.
El día que un
hombre, o una mujer, dice desde lo hondo de su ser: “yo no soy mi cuerpo, que
se seca como una laguna en verano; yo no soy mis pensamientos, ni mis
sentimientos, no soy lo que hago ni nada de todo cuanto tengo…” y se queda en
silencio, sin angustiarse, sin intentar de nuevo aferrarse a nada, está en el
inicio del paso definitivo.
Muy pronto su
corazón oirá la gran noticia: “yo soy tú”. El ego se desvanece y un mundo nuevo
se abre ante él, como una tierra virgen que ha existido desde siempre, pero que
solo ahora se desnuda de sus sombras.
Rafael Navarrete –
El Aprendizaje de la
Serenidad. Para un control de la mente
¡Cuidado con las
palabras!, solía decir el Maestro. En cuanto te descuidas, adquieren vida
propia; te deslumbran, te hipnotizan, te aterrorizan…, te hacen perder de vista
la realidad que representan y te hacen creer que son reales.
El mundo que vemos
no es el Reino que ven los niños, sino un mundo fragmentado, roto en mil
pedazos por la palabra. Es como si viéramos cada una de las olas como algo
distinto e independiente del conjunto del océano.
Cuando se
silencian palabras y pensamientos, el Universo –real, entero y uno– se muestra
en todo su esplendor, y las palabras son lo que deben ser: la partitura, no la
música; el menú, no la comida; el poste indicador, no el final del viaje.
Todo el mundo
hablaba del líder religioso que había perdido la vida en una acción suicida. Y,
aunque nadie en el monasterio lo aprobaba, no faltó quien afirmara que admiraba
su fe.
- ¿Fe?, dijo el
Maestro.
- Hombre, al menos
tuvo el valor de defender sus convicciones hasta el final, ¿no crees?
- Eso no es fe,
sino fanatismo. La fe exige un valor aún mayor, el de reconsiderar las propias
convicciones y rechazarlas si no cuadran con los hechos.
-¿Cuál es el
secreto de la serenidad?, preguntó el discípulo.
- Cooperar
incondicionalmente con lo inevitable, respondió el Maestro.
Cuando le
preguntaron a qué se parecía la
Iluminación, el Maestro respondió: es como adentrarse en el
desierto y de pronto, tener la sensación de estar siendo observado.
- ¿Por quién?
- Por las rocas,
los árboles y las montañas.
- Una sensación
incómoda…
- No. Una
sensación reconfortante. Pero por ser también una sensación desacostumbrada,
uno siente la necesidad de regresar cuanto antes al mundo habitual de las
personas –con sus ruidos, sus palabras y sus risas- que nos ha alejado de la Naturaleza y de la Realidad.
En cierta ocasión,
hablaba el Maestro de la idea hindú de que toda la creación es un juego de
Dios, y de que el universo es su patio de recreo. Y decía también que el fin de
la espiritualidad es convertir toda la vida en juego.
Aquello le
pareció demasiado frívolo a su puritano visitante, que preguntó: Entonces, ¿no
hay lugar para el trabajo?
- ¡Por supuesto
que lo hay! Pero el trabajo solo se hace espiritual cuando se transforma en
juego, respondió el Maestro.
A los discípulos
que confiaban ingenuamente en que no había nada que no pudieran lograr si se
ponían a ello con decisión, el Maestro solía decirles: las mejores cosas de la
vida no pueden lograrse por la fuerza.
Puedes obligar a
comer, pero no puedes obligar a tener hambre; puedes obligar a alguien a
acostarse, pero no puedes obligarle a dormir; puedes obligar a que te elogien,
pero no obligar a sentir admiración; puedes obligar a que te cuenten un
secreto, pero no obligar a inspirar confianza; puedes obligar a que te sirvan,
pero no puedes obligar a que te amen.
El Maestro, aunque
le fascinaba la tecnología moderna, se negaba a darle el nombre de “progreso”.
El verdadero
progreso para él era el progreso del corazón, el progreso de la felicidad, no
el progreso del cerebro o el progreso de los cacharros.
- ¿Qué piensa
usted de la civilización moderna?, le preguntó una vez un periodista.
- Creo que sería
una buenísima idea, fue su respuesta.
Lo que no le
gustaba al Maestro de los activistas sociales era que buscaban la reforma, no
la revolución. Y solía narrar este cuento:
“Érase una vez un
rey muy sabio y bondadoso que, al enterarse de que había una serie de personas
inocentes en las mazmorras de su prisión, mandó construir una prisión más
confortable para aquellos inocentes”.
Una creencia
religiosa, dijo el Maestro, no es una afirmación de la Realidad, sino un
indicio, una pista de algo que es un Misterio y que queda fuera del alcance del
pensamiento humano. En suma, una creencia religiosa no es mas que un dedo
apuntando a la luna; algunas personas religiosas no van más allá del estudio
del dedo.
Otras se dedican a
chuparlo.
Y otras usan el
dedo para sacerse los ojos. Estos son los fanáticos a quienes la religión ha
dejado ciegos.
En realidad, son
poquísimas las personas religiosas lo bastante objetivas como para ver lo que
el dedo está señalando. Y a estas personas, que han superado la creencia, se
las considera blasfemas.
El Maestro
sostenía que lo que todo el mundo tiene por verdadero es falso; por eso el pionero
se encuentra siempre en absoluta minoría. Y decía: “Pensáis en la Verdad como si fuera una
forma que podéis sacar de un libro. Pero la Verdad exige pagar el precio de la soledad. Si
quieres seguir a la Verdad,
has de aprender a caminar solo.
Cada vez que salía
a colación el tema de Dios, el Maestro insitía en que Dios excede la capacidad
de comprensión del ser humano, es decir, que Dios es un Misterio y que, por
consiguiente, cuanto digamos de Dios no tiene nada que ver con Él, sino con la
idea que tenemos de él.
De hecho, los
discípulos nunca comprendieron las consecuencias de ello hasta el día en que el
Maestro decidió mostrárselas:
- No es exacto
decir que Dios creó el mundo o que Dios nos ama, o que Dios es grande…, porque
de Dios no puede afirmarse nada. Por tanto, para ser exactos, deberíamos decir:
“Nuestro concepto de Dios creó el mundo, nuestro concepto de Dios nos ama,
nuestro concepto de Dios es grande…”
- Si es así, ¿no
tendríamos que abandonar cualquier concepto que tengamos de lo divino?
- No tendríais que
abandonar vuestros ídolos si no los hubierais construido primero, dijo el
Maestro.
- ¿En qué consiste
la Iluminación?
- En ver.
- ¿En ver qué?
- La
superficialidad del éxito, la vaciedad de nuestros logros, la insignificancia
del esfuerzo humano…, dijo el Maestro.
El discípulo quedó
horrorizado: ¡Pero es pesimismo y desesperación!
- No. Es la
emoción y la libertad del águila que planea sobre un barranco sin fondo.
- Ando buscando el
sentido de la existencia, dijo el visitante.
- Naturalmente,
das por supuesto que la existencia tiene un sentido…, le dijo el Maestro.
- ¿Es que no lo
tiene?
- Cuando
experimentes la existencia tal como es –no como tú piensas que es–, descubrirás
que tu pregunta no tiene sentido, dijo el Maestro.
- ¡Qué alegre
parece el Maestro!, observó un visitante.
- Uno siempre
camina con paso alegre cuando se ha librado de esa carga que llamamos “ego”,
dijo un discípulo.
Un discípulo se
quejaba de la costumbre que tenía el Maestro de echarle abajo sus más preciosas
creencias. Y le dijo el Maestro:
- Lo que hago es
prenderle fuego al templo de tus creencias para que, cuando haya quedado
destruido, tengas una perfecta visión del cielo inmenso y sin límites.
Mi sufrimiento es
insoportable, dijo alguien. Y le replicó el Maestro:
- El momento
presente nunca es insoportable. Lo que te hace desesperar es lo que piensas que
va a suceder en los próximos cinco minutos o en los próximos cinco días. ¡Deja
de vivir en el futuro!
- ¿Cómo puedo
cambiarme a mí mismo?
- Tú eres tú mismo;
consiguientemente, tú no puedes cambiarte a ti mismo, de la misma manera que
tampoco puedes alejarte de tus pies.
- ¿No tengo, pues,
nada que hacer?
- Puedes
comprenderlo y aceptarlo.
- Pero, ¿cómo voy
a cambiar si me acepto a mí mismo?
- ¿Y cómo vas a cambiar
si no lo haces? Lo que no aceptas no puedes cambiarlo, simplemente, te las
ingenias para reprimirlo.
El arrepentimiento
no consiste en afligirse por el pasado. El pasado ha muerto y no merece un solo
momento de aflicción. Arrepentirse es cambiar de mente; es ver la realidad de
un modo radicalmente distinto.
- ¿Por qué estás
siempre rezando?, preguntó el Maestro.
- Porque la
oración alivia mi mente de una enorme carga.
-
Desgraciadamente, eso es lo que la oración suele hacer…
- ¿Y qué tiene de
malo?
- En primer lugar,
que te impide ver quién puso allí esa carga, dijo el Maestro.
Lo que tú
necesitas es Consciencia, dijo el Maestro a un discípulo con una mentalidad
religiosa. Consciencia, consciencia y consciencia.
- Ya te entiendo,
debo intentar ser consciente de la presencia de Dios…
- La consciencia
de la presencia de Dios es pura fantasía, porque no tienes ni idea de cómo es
Dios. Lo que necesitas es consciencia de ti mismo. Más tarde diría: “Si Dios es
Amor, entonces la distancia que hay entre Dios y tú ¿no es la misma que hay
entre tú y tu consciencia de ti mismo?
La felicidad es
una mariposa, dijo el Maestro. Si la persigues, se escapa. Si te sientas y
esperas tranquilamente, se posa en tu hombro.
- Entonces, ¿qué
debo hacer para alcanzar la felicidad?
- Dejar de
perseguirla.
- ¿Y no puedo
hacer nada más?
- Sí. Puedes
tratar de sentarte y esperar tranquilamente… ¡si te atreves!
Dijo el Maestro:
“Cuando estabas en el seno materno estabas en silencio. Luego naciste y
empezaste a hablar, hablar y hablar, hasta el día en que te llevan a la tumba.
Entonces, volverás a estar en silencio. Trata de capturar ese silencio que
conociste en el seno materno, que volverás a conocer en la tumba, y que incluso
ahora subyace a este ruidoso intervalo que llamamos “vida”, porque ese silencio
es tu más profunda esencia.
Quizá si hubo
alguien que amó y recordó a Judas: el propio Jesús. Si podemos tomar en
consideración lo que dice uno de los escritos apócrifos más controvertidos, el evangelio
de Tomás (Judas Tomás “Iscariote”) descubierto en Nag Hammadi, se aprecia como
sólo Judas entendió el mensaje de Jesús, sólo a él le expresó Jesús sus más
íntimos proyectos, y sólo a él le confiaría la labor más dolorosa de ese
momento: su entrega a las autoridades para que se cumpliera el plan de
salvación que le había sido confiado, como Mesías de Dios o liberador legal del pueblo judío
ante la usurpación de Herodes y la ocupación romana.¿Pudo ser el texto del evangelio apócrifo de
Tomás (Dídimo Judas Tomás... Dídimo=hermano gemelo) inspirado por un hermano
gemelo de Jesús, ó es otra de las coincidencias que fueron forzadas, como otros
dioses anteriores que nacían junto con un
hermano gemelo? ¿No será finalmente este Judas el que suplantaría, dado
su enorme parecido, a Jesús en la cruz y murió por él?
También resulta
desconcertante, pero lógico por otra parte (así todo queda en familia), la
asignación de Santiago, otro hermano de Jesús, como su sucesor, “por quien el
cielo y la tierra fueron creados”, en detrimento del dudoso liderazgo de Pedro,
posteriormente extendido, quien nunca le entendió, e incluso por encima del
papel sumamente relevante, no solo en los evangelios canónicos, sino también
en algunos apócrifos y la tradición oral, de María Magdalena, como discípula, ¿esposa?,
mujer acaudalada que sufraga las actividades del grupo, ¿suma sacerdotisa de
Isis que inicia a Jesús en los Misterios de Osiris (al que uno de los nombres lo
identificaba como “el que pone de manifiesto el bien”), el dios muerto,
resucitado y que prometía la vida eterna?... ¿quien llevara a término la
vivificación del mito y engendrar otro Horus, iniciador de una nueva civilización?
Son múltilples los
interrogantes que nos podemos hacer, quizá descabellados, pero provocados por
la niebla histórica sobre la figura real de Jesús, lo que verdaderamente hizo y
dijo. Pocos textos se resisten a no ser considerados como una amalgama, una
recreación de diversas tradiciones orales, donde no se haya añadido la idea
personal del autor, futuras correcciones y errores de copia de otros, etc. En
fin, no soy especialista, pero este Evangelio de Tomás me parece una obra de
arte de la sabiduría, el pensamiento, la Verdad…, no parece contaminado por posteriores
intereses humanos, nos muestra una visión del hombre, Dios, el Amor y el
sentido de la existencia sutilmente diferentes a los evangelios cristianos.
Es
necesario leer el texto entero, y aconsejable; me he limitado a seleccionar los
“dichos” que me han parecido más relevantes, omitiendo al comienzo de ellos: “Dijo
Jesús…”, para no hacer reiterativa su lectura. Asímismo, he dado por buenas las
palabras sugeridas por los traductores allí donde faltaban o eran ilegibles en
el original y que normalmente van entre corchetes. Por lo demás, creo que no importa qué religión
o creencia posea el lector, si son verdaderos de Jesús o no… ¡son sencillamente
geniales!
Éstos son los dichos
secretosque
ha proclamado Yeshúa (Jesús) el viviente y que
anotó Dídimo Judas Tomás:
1. «Quien encuentre
el sentido de estas palabras no gustará
la muerte».
2. «El quebusca no
debe dejar de buscarhastatantoque
encuentre. Y cuando encuentre se estremecerá, y tras su estremecimiento se
llenará de admiración y reinará sobre el
universo».
3. «Si aquellos que
os guían os dijeren: Ved, el Reino está
en el cielo, entonces las aves del cielo
os tomarán la delantera. Y si os dicen:
Está en la mar, entonces los peces os
tomarán la delantera. Mas el Reino está dentro
de vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos,
entonces seréis conocidos y caeréis en la cuenta de que
sois hijos del Padre Viviente. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, estáis sumidos en
la pobreza y sois la pobreza misma».
4. «No vacilará un
anciano a su edad en preguntar a un
niño de siete días por el lugar de la vida,
y vivirá; pues muchos primeros vendrán a serúltimos y terminarán siendo unosolo».
5. «Reconoce lo que tienes antetuvista
y se te manifestará lo quete está oculto, pues nada
hay escondido que no llegue a ser manifiesto».
7. «Dichoso el león que al ser ingerido por un hombre se hace hombre; abominable el hombre que se deja devorarpor un león y éste se hace hombre».
10. «He arrojado fuego sobre
el mundo y ved que
lo mantengo hastaque
arda».
11. «Pasará este cielo y pasará asimismo el que
está encima de él. Y los muertos no viven ya, y los que
están vivos no morirán. Cuando comíais
lo que estaba muerto, lo hacíais
revivir; ¿qué vais a hacer cuando estéis en la luz?
El día en que erais una
misma cosa, os hicisteis dos; después de haberos hecho dos, ¿qué vais a
hacer?».
12. Los discípulos
dijeron a Jesús: «Sabemos que tú te irás de nuestro lado; ¿quién va a ser el
mayor entre nosotros?» Díjoles Jesús: «Dondequiera que os hayáis reunido,
dirigíos a Santiago el Justo, por quien el cielo y la tierra fueron creados».
13. «Haced una
comparación y decidme a quién me parezco». Dijóle Simón Pedro: «Te pareces a un
ángel justo». Díjole Mateo: «Te pareces a un filósofo, a un hombre sabio».
Díjole Tomás: «Maestro, mi boca es absolutamente incapaz de decir a quién te
pareces». Respondió Jesús: «Yo ya no soy tu maestro, puesto que has bebido y te
has emborrachado del manantial que yo mismo he medido». Luego le tomó consigo,
se retiró y le dijo tres palabras. Cuando Tomás se volvió al lado de sus
compañeros, le preguntaron éstos: «¿Qué es lo que te ha dicho Jesús?» Tomás
respondió: «Si yo os revelara una sola palabra de las que me ha dicho,
cogeríais piedras y las arrojaríais sobre mí: entonces saldría fuego de ellas y
os abrasaría».
14. «Si ayunáis, os
engendraréis pecados; y si hacéis oración, se os condenará; y si dais limosnas,
haréis mal a vuestros espíritus. Cuando vayáis a un país cualquiera y caminéis
por las regiones, si se os recibe, comed lo que os presenten y curad a los enfermos entre ellos. Pues lo que entra
en vuestra boca no os manchará, mas lo que sale de vuestra boca, eso sí que os
manchará».
16. «Quizá piensan
los hombres que he venido a traer paz al mundo, y no saben que he venido a
traer disensiones sobre la tierra: fuego, espada, guerra. Pues cinco habrá en
casa: tres estarán contra dos y dos contra tres, el padre contra el hijo y el
hijo contra el padre. Y todos ellos se encontrarán en soledad».
17. «Yo os daré lo
que ningún ojo ha visto y ningún oído ha escuchado y ninguna mano ha tocado y
en ningún corazón humano ha penetrado».
18. Dijeron los
discípulos a Jesús: «Dinos cómo va a ser nuestro fin». Respondió Jesús: «¿Es
que habéis descubierto ya el principio para que preguntéis por el fin? Sabed
que donde está el principio, allí estará también el fin. Dichoso aquel que se
encuentra en el principio: él conocerá el fin y no gustará la muerte».
19. «Dichoso aquel
que ya existía antes de llegar a ser. Si os hacéis mis discípulos y escucháis
mis palabras, estas piedras se pondrán a vuestro servicio. Cinco árboles tenéis
en el paraíso que ni en verano ni en invierno se mueven y cuyo follaje no cae:
quien los conoce no gustará la muerte».
21. Dijo Mariham (María
Magdalena) a Jesús: «¿A qué se parecen tus discípulos ?» Él respondió: «Se
parecen a unos muchachos que se han acomodado en una parcela ajena. Cuando se
presenten los dueños del terreno les dirán: Devolvednos nuestra finca. Ellos se
sienten desnudos en su presencia al tener que dejarla y devolvérsela». Por eso
os digo: «Si el dueño de la casa se entera de que va a venir el ladrón, se
pondrá a vigilar antes de que llegue y no permitirá que éste penetre en la casa
de su propiedad y se lleve su ajuar. Así, pues, vosotros estad también alerta
ante el mundo, ceñid vuestros lomos con fortaleza para que los ladrones
encuentren cerrado el paso hasta vosotros; pues si no darán con la
recompensa que vosotros esperáis. ¡Ojalá
surja de entre vosotros un hombre sabio que —cuando la cosecha hubiere
madurado— venga rápidamente con la hoz en la mano y la siegue! El que tenga
oídos para oír, que oiga».
22. Jesús vio unas
criaturas que estaban siendo amamantadas y dijo a sus discípulos: «Estas
criaturas a las que están dando el pecho se parecen a quienes entran en el
Reino». Ellos le dijeron: «¿Podremos nosotros —haciéndonos pequeños— entrar en
el Reino?» Jesús les dijo: «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y
de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo
de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino,
de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos
de un solo ojo y una mano en lugar de una mano y un pie en lugar de un pie y
una imagen en lugar de una imagen,
entonces podréis entrar en el Reino».
24. Dijeron sus
discípulos: «Instrúyenos acerca del lugar donde moras, pues sentimos la
necesidad de indagarlo». Díjoles: «El que tenga oídos, que escuche: en el
interior de un hombre de luz hay siempre luz y él ilumina todo el universo; sin
su luz reinan las tinieblas».
25. «Ama a tu
hermano como a tu alma; cuídalo como la pupila de tu ojo».
26. «La paja en el
ojo de tu hermano, sí que la ves; pero la viga en el tuyo propio, no la ves.
Cuando hayas sacado la viga de tu ojo, entonces verás de quitar la paja del ojo
de tu hermano».
28. «Yo estuve en
medio del mundo y me manifesté a ellos en carne. Los hallé a todos ebrios y no
encontré entre ellos uno siquiera con sed. Y mi alma sintió dolor por los hijos
de los hombres, porque son ciegos en su corazón y no se percatan de que han
venido vacíos al mundo y vacíos intentan otra vez salir de él. Ahora bien: por
el momento están ebrios, pero cuando hayan expulsado su vino, entonces se
arrepentirán».
29. «El que la carne
haya llegado a ser gracias al espíritu es un prodigio; pero el que el espíritu
haya llegado a ser gracias al cuerpo, es prodigio de prodigios. Y yo me
maravillo cómo esta gran riqueza ha venido a alojarse en esta pobreza».
30. «Dondequiera que
hubiese tres dioses, dioses son; dondequiera que haya dos o uno, con él estoy
yo».
37. Sus discípulos
dijeron: «¿Cuándo te nos vas a manifestar y cuándo te vamos a ver?» Dijo Jesús:
«Cuando perdáis el sentido de la vergüenza y —cogiendo vuestros vestidos— los
pongáis bajo los talones como niños pequeños y los pisoteéis, entonces veréis
al Hijo del Viviente y no tendréis miedo».
38. «Muchas veces
deseasteis escuchar estas palabras que os estoy diciendo sin tener a vuestra disposición
alguien a quien oírselas. Días llegarán en que me buscaréis y no me
encontraréis».
39. «Los fariseos y
los escribas recibieron las llaves del conocimiento y las han escondido: ni
ellos entraron, ni dejaron entrar a los que querían. Pero vosotros sed cautos
como las serpientes y sencillos como las palomas».
41. «A quien tiene en su mano se le dará; y a
quien nada tiene —aun aquello poco que tiene— se le quitará».
42. «Haceos
pasajeros».
43. Le dijeron sus
discípulos: «¿Quién eres tú para decirnos estas cosas?» Jesús respondió:
«Basándoos en lo que os estoy diciendo, no sois capaces de entender quién soy
yo; os habéis vuelto como los judíos, ya que éstos aman el árbol y odian su
fruto, aman el fruto y odian el árbol».
46. «Desde Adán hasta
Juan el Bautista no hay entre los nacidos de mujer nadie que esté más alto que
Juan el Bautista, de manera que sus ojos no se quiebren. Pero yo he dicho:
Cualquiera de entre vosotros que se haga pequeño, vendrá en conocimiento del
Reino y llegará a ser encumbrado por encima de Juan».
48. «Si dos personas
hacen la paz entre sí en esta misma casa, dirán a la montaña: ¡Desaparece de
aquí! Y ésta desaparecerá».
50. «Si os
preguntan: ¿De dónde habéis venido?, decidles: Nosotros procedemos de la luz,
del lugar donde la luz tuvo su origen por sí misma; allí estaba afincada y se
manifestó en su imagen. Si os preguntan: ¿Quién sois vosotros.?, decid: Somos
sus hijos y somos los elegidos del Padre Viviente. Si se os pregunta: ¿Cuál es
la señal de vuestro Padre que lleváis en vosotros mismos?, decidles: Es el
movimiento y a la vez el reposo».
55. «Quien no odie a
su padre y a su madre, no podrá ser discípulo mío. Y quien no odie a sus
hermanos y hermanas y no cargue con su cruz como yo, no será digno de mí».
56. «Quien haya
comprendido lo que es el mundo, ha dado con un cadáver. Y quien haya encontrado
un cadáver, de él no es digno el mundo».
61. «Dos reposarán
en un mismo lecho: el uno morirá, el otro vivirá». Dijo Salomé: «¿Quién eres
tú, hombre, y de quién? Te has subido a mi lecho y has comido de mi mesa».
Díjole Jesús: «Yo soy el que procede de quien me es idéntico; he sido hecho
partícipe de los atributos de mi Padre». Salomé dijo: «Yo soy tu discípula».
Jesús le dijo: «Por eso es por lo que digo que si uno ha llegado a ser
idéntico, se llenará de luz; mas en cuanto se desintegre, se inundará de
tinieblas».
66. «Mostradme la
piedra que los albañiles han rechazado; ésta es la piedra angular».
67. «Quien sea
conocedor de todo, pero falle en lo tocante a sí mismo, falla en todo».
70. «Cuando
realicéis esto en vosotros mismos, aquello que tenéis os salvará; pero si no lo
tenéis dentro, aquello que no tenéis en vosotros mismos os matará».
76. «El reino del
Padre se parece a un comerciante poseedor de mercancías, que encontró una
perla. Ese comerciante era sabio: vendió sus mercancías y compró aquella perla
única. Buscad vosotros también el tesoro imperecedero allí donde no entran ni
polillas para devorarlo ni gusano para destruirlo».
77. «Yo soy la luz
que está sobre todos ellos. Yo soy el universo: el universo ha surgido de mí y
ha llegado hasta mí. Partid un leño y allí estoy yo; levantad una piedra y allí
me encontraréis».
80. «El que haya
reconocido al mundo, ha encontrado el cuerpo. Pero de quien haya encontrado el
cuerpo, de éste no es digno el mundo».
82. «Quien esté
cerca de mí, está cerca del fuego; quien esté lejos de mí, está lejos del Reino».
83. «Las imágenes se
manifiestan al hombre, y la luz que hay en ellas permanece latente en la imagen
de la luz del Padre. Él se manifestará, quedando eclipsada su imagen por su
luz».
84. «Cuando
contempláis lo que se os parece, os alegráis; pero cuando veáis vuestras
propias imágenes hechas antes que vosotros —imperecederas y a la vez
invisibles—, ¿cuánto podréis aguantar?».
95. «Si tenéis algún
dinero, no lo prestéis con interés, sino dádselo a aquel que no va a
devolvéroslo».
96. «El reino del
Padre se parece a una mujer que tomó un poco de levadura, la introdujo en la
masa y la convirtió en grandes hogazas de pan. Quien tenga oídos, que oiga».
97. «El reino del Padre
se parece a una mujer que transportaba un recipiente lleno de harina. Mientras
iba por un largo camino, se rompió el asa y la harina se fue desparramando a
sus espaldas por el camino. Ella no se dio cuenta ni se percató del accidente.
Al llegar a casa puso el recipiente en el suelo y lo encontró vacío».
98. «El reino del
Padre se parece a un hombre que tiene la intención de matar a un gigante:
desenvainó primero la espada en su casa y la hundió en la pared para comprobar
la fuerza de su mano. Entonces dio muerte al gigante».
104. Le dijeron:
«Ven, vamos hoy a hacer oración y a ayunar». Respondió Jesús: «¿Qué clase de
pecado he cometido yo, o en qué he sido derrotado? Cuando el novio haya
abandonado la cámara nupcial, ¡que ayunen y oren entonces!».
105. «Quien
conociere al padre y a la madre, será llamado hijo de prostituta».
106. «Cuando seáis
capaces de hacer de dos cosas una sola, seréis hijos del hombre; y si decís:
¡Montaña, trasládate de aquí!, se trasladará».
112. «¡Ay de la
carne que depende del alma! ¡Ay del alma que depende de la carne!».
113. Le dijeron sus
discípulos: «¿Cuándo va a llegar el Reino?» Dijo Jesús: «No vendrá con
expectación. No dirán: ¡Helo aquí! o ¡Helo allá!, sino que el reino del Padre
está extendido sobre la tierra y los hombres no lo ven».
114. Simón Pedro les
dijo: «¡Que se aleje Mariham (María Magdalena) de nosotros!, pues las mujeres
no son dignas de la vida». Dijo Jesús: «Mira, yo me encargaré de hacerla macho,
de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a
vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino
del cielo».
Evangelio de Tomás (Fragmento
griego de Oxyrhynchus, pap.654).
Dice Judas:
«¿Quiénes son, pues, los que nos arrastran a lo alto del cielo, si es que el
reino está en el cielo?» Dice Jesús: «Las aves del cielo, las bestias y todo lo
que puede haber bajo la tierra, o sobre ella, y los peces del mar, son los que
os arrastran hasta Dios. Y el reino de los cielos dentro de vosotros está.
Quien, pues, conozca a Dios, lo encontrará, porque, conociéndole a Él, os
conoceréis a vosotros mismos y entenderéis que sois hijos del Padre, el
Perfecto, y, a la vez, os daréis cuenta de que sois ciudadanos del cielo.
Vosotros sois la ciudad de Dios».
Evangelio de María
Magdalena (Fragmento copto,17-19)
«… Después de decir
todo esto, Mariam permaneció en silencio, dado que el Salvador había hablado
con ella hasta aquí. Entonces, Andrés habló y dijo a los hermanos: «Decid lo
que os parece acerca de lo que ha dicho. Yo, por mi parte, no creo que el
Salvador haya dicho estas cosas. Estas doctrinas son bien extrañas. Pedro
respondió hablando de los mismos temas y les interrogó acerca del Salvador: ¿Ha
hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no manifiestamente, de modo que
todos debamos volvernos y escucharla? ¿Es que la ha preferido a nosotros?. Entonces
Mariam se echó a llorar y dijo a Pedro: Pedro, hermano mío, ¿qué piensas?
¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por mí misma o que miento
respecto al Salvador?
Entonces Leví habló
y dijo a Pedro: Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote
contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la
hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la
conoce perfectamente; por esto la amó más que a nosotros. Más bien, pues,
avergoncémonos y revistámonos del hombre perfecto, partamos tal como nos lo
ordenó y prediquemos el evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley
fuera de lo que dijo el Salvador.
Luego que [Leví hubo
dicho estas palabras], se pusieron en camino para anunciar y predicar el
evangelio según Mariam».
Cuando Dios habla
bajo es verdadero, cuando grita es falso.
Si Dios existe, yo
soy inmortal. Si yo no soy inmortal, Dios no existe. Váyase lo uno por lo otro.
Si creemos en lo
natural, podemos creer en Dios. Una naturaleza hecha por Dios sería artificial.
Si queremos un dios hay que buscarlo en la naturaleza, en nosotros, los
naturales.
¿Solo existe Dios
mientras vivimos?
Dios es el
instinto.
Dios no es orijen
ni fin, es medio.
Quien haya seguido
mi escritura poética habrá podido ver que yo nunca he hablado de Cristo como
dios. Cristo es para mí el mayor ejemplo de poesía en dios. El nunca dijo que
era dios, sino hijo de dios y hablaba de dios como su Padre, es decir, como su
orijen. No creo que se haya escrito nada superior a la doctrina de Cristo como
moral auténtica y como belleza poética.
Dios para mi es
orijen y no hombre ejemplo ni redentor de hombres. Dios es lo esencial infinito
y es la belleza y verdad abstractas del universo. Y yo amo a este dios como amo
la luz del sol, la mirada de una mujer encantadora o la gracia del niño. En
modo alguno como nada relacionado con un código de moralidad ni de ninguna otra
idea práctica. La moral reside para mí en la belleza y la verdad y obra sin
leyes. Mi dios no es legal.
Dios no es más que
unidad de conciencia en lo bello y lo justo. No digo lo verdadero, porque la
verdad yo no la puedo comprender sino como belleza y justicia, y está por lo
tanto integrada en los dos fines.
Y la comunidad
humana no puede ser tampoco más que comunidad de las conciencias, que ya digo
que es Dios.
Hay, sin duda, un
Principio. Si algunos poetas le han encontrado nombres provisionales, que no
nos bastan, el Verbo, el Dios, la
Acción (nombres diferentes en cada idioma), un poeta, un
nombrador del Universo, le encontrará, un día, el nombre verdadero y único, un
nombre que defina toda la verdad física y moral y que suponga toda la belleza
moral y física. Mientras, no sabemos lo que es. Para mí, por el momento, y
mientras no se me dé nombre mejor, el principio de todo es la Conciencia, porque lo
que sabemos lo sabemos por la Conciencia.
Porquela
Conciencia es superior al Verbo y la Acción. Porla Conciencia sabemos
también lo que son el Verbo y la
Acción, y sabemos que dios, palabra, no significa nada
superior a Acción, Verbo o Conciencia.
Pero no es
necesario adorar ni levantar templos a la Conciencia, hay que suprimir esa ideolojía de
adoración al Principio. Lo que debemos es adorarnos a nosotros y por amor;
nosotros, los seres que participamos de esa Conciencia y podemos comprendernos
por ella. No hacen falta más templos ni para la Conciencia ni para
nada. La Conciencia
está en nosotros. Templo somos nosotros, todos, y el universo con nosotros.
Tenemos nuestro dios, es decir, nuestro amor conciente dentro. Por amor
conciente todos somos dioses, en parte, de todos y de todo y todo no es más que
nosotros todos.
Yo entiendo a dios
como conciencia suma, absoluta, y si mi conciencia es parte de dios, de lo
absoluto, de lo sumo, es natural que yo desee unificarme con él por ella. Y no
después de mi muerte sino en vida, con conciencia de la conciencia de dios y de
mi conciencia, de mi parte de conciencia.
Vivificarse es
hacerse uno con la unidad suma de dios. Y entiendo por unidad, igualdad. Si
morirme es ir a dios, vivirme puede ser irme estando con dios. Por ejemplo, si
yo creo que dios ama, yo amo, que dios canta, yo canto, que dios es
comunicativo y generoso, yo lo soy, que dios no quiere ser (visto), yo no
quiero serlo, si yo creo que dios no juega las cartas, yo no juego, que no
roba, no robo, que no fuma, no fumo, que no es bebedor, no bebo, que no es
comilón, como lo necesario, que se rebela contra lo injusto, la calumnia, la
mentira, yo me rebelo.
Desde que supe que
la poesía, como Dios, no existe, perdí las ganas de escribir, como mucho antes
las de rezar.
Y si escribo a
veces, como a veces rezo, es por falta dememoria, o entrada de olvido.
Yo no creo en
Dios, ni en la poesía, ni en el amor, pero los practico, como si tuviera fe en
ellos y ella porque los necesito, a ella sobre todos.
Así, mi trajedia
es que me digo que tengo fe en ellos y ella todos los días, porque son mis tres
ideales inconseguibles.
Yo oro hacia
dentro, lo lleno, no hacia fuera, lo vacío. Porque mi Dios está dentro de mí. Y
como Dios no existe fuera, cuando muramos seremos muertos nuestro propio Dios.
Dormido.
… Y esta es mi
manera de parecerme a dios, este es mi narcisismo, este es mi misticismo, mi
teologismo, mi humildismo. Mi humildismo. Que si Dios se ha salido de sí, se ha
partido, repartido y compartido es por humildad, no por soberbia, y si yo,
parte suya, me quiero hacer uno con él es por humildad. No quiero ser ni su
émulo ni su imitador, sino él; de aquí que no creo en mí, sino en él. Más
humildad no es posible.
Narciso es
humilde. Ve a dios, se mira en él y en él se echa para hacerse él: Él.