Estamos en una situación que exige crear nuevas formas de
convivencia. Hay que presentar una cara
nueva de la democracia, y para ello hay que superar ciertos planteamientos que
nos ha legado el pasado. Me parece que no habría que insistir tanto en los adjetivos
de la democracia y sí en la democracia en sí misma. El mundo del futuro tiene
que luchar en un universo casi utópico: por una solidaridad mayor en contra de
la deformación y manipulación del individuo. Democracia quiere decir liberación
de nuestra sociedad. Y ésa es una tarea humanista. Una tarea que puede sonar utópica, pero a la que creo que no podemos renunciar.
Con el actual sistema comunicativo estamos hipercomunicados,
casi asfixiados, casi inundados. Recibimos tanta información que no tenemos
tiempo para contrastarla. Y en definitiva, estamos más silenciosos y más
inermes que nunca. Aunque se digan cosas, siempre están los esquemas que
absorben, reducen, deforman y mixtifican lo que tú puedas decir.
La marginación intelectual es uno de los grandes riesgos del
momento. Cabe el peligro de que vaya surgiendo una marginación desesperada,
escéptica, humorística; una marginación intelectual de aquellos que se dan
cuenta que su discurso se está convirtiendo en un discurso inoperante,
minoritario y hasta cierto punto incomunicable, porque el gran río de la
comunicación va por otro camino.
Los medios de comunicación y la informática son medios
espléndidos, pero son medios que a una sociedad que no tenga intimidad, a una
juventud que no lea literatura, que no piense, que no le ofrezcan ideales, la
destroza. Así no sirve más que para
cretinizar absolutamente a las futuras generaciones.
Hay que volver al humanismo y al hombre cultivando también
la solidaridad y transmitiendo su experiencia. Cultivar el futuro del hombre,
que no tiene que ver con el discurso hipócrita que muchas veces se les ofrece a
los jóvenes desde el poder común y que es escandaloso. Acabar con el afán de
tener, pues la propia vida está limitada por la frontera trágicamente maravillosa
del destino. Es triste que la sociedad alimente ese espacio de dinero y afán de
posesión y no dé a la vida la infinita posibilidad del saber. A algunos jóvenes
idealistas se les llama trasnochados, con lo bonito que es trasnochar: mucho
peor es estar dormidos.
Tal vez eso del Mercado Común nos haya homegeneizado en
nuestra relación con el dinero. Me temo que en épocas en que desaparezcan los
ideales, el ansia de dinero –del tener por el tener– puede ser destructora. Claro que puede haber diferencias
entre España y otros países europeos más poderosos industrialmente. Un país que solo quiere
tener y que apenas produce bienes materiales o crea ideas, corre el peligro de
convertirse en un país de consumidores consumidos.
Lo que ocurre en los medios audiovisuales es que
reconstruyen formas de realidad. Como en esas películas horribles en las que se
fomenta la violencia sistemáticamente. Cómo hablar de derechos humanos si no se
defienden los derechos de nuestros ojos también; cómo hablar de justicia, de
bondad o de solidaridad, cuando tú enciendes un aparato de éstos y se te
muestra violencia, agresividad, "cretinización" y cosas que los ojos humanos no
están hechos para percibir. Normalmente los seres humanos no están en la
guerra. A través de la televisión estamos continuamente en guerra, vivimos con
esas guerras “espejeadas”, manipuladas, y con las que parece natural convivir.
Creemos que es un pasatiempo, pero a mí me preocupa el exceso del
“pasatiempista”.
Si no hubiera una posibilidad de regeneración política,
nuestro país moriría. Se moriría por inanición, por corrupción. El fenómeno de
la corrupción me escandaliza. Me parece inconcebible el planteamiento de que
solo el tener, el poseer más que el otro, pueda ser el horizonte de nuestra
vida política. La educación tiene que transmitir, de alguna forma, una cultura
moral. Es verdad que esto suena un poco raro en nuestro mundo. ¡Qué le vamos a
hacer! Una educación donde uno solo intenta ganarse la vida cuando acabe es una
educación muerta, no produce más que gente muerta. Pero muerta o aniquilada a
los veintitrés años.
Mi supuesta defensa del pasado no tiene nada que ver con la
nostalgia ni con la melancolía. No se trata de eso, pero el olvido es como la
muerte, es peor que la muerte. El olvido es vivir muerto, es estar solo en el
presente como si fuéramos sus esclavos. No se trata de vivir en el pasado, pero
no podemos renunciar al mundo de los libros, a la experiencia secular de los
hombres plasmada en esas obras. Si lo hiciéramos, sería como volver a la animalidad
más profunda. Esto es algo de sentido común: somos lo que hemos sido, y estamos
porque otros hombres y otras culturas nos trajeron hasta aquí. Una de las
enfermedades de nuestro tiempo es ese presentismo,
el pensar que solo existe el presente y que podemos prescindir de la
experiencia de aquellos que nos han antecedido en la vida y en la historia.
Utopía significa “lo que no tiene lugar”. Pero los que no
tienen lugar son los defensores del pragmatismo y del realismo, ésos sí que
están en el aire. La utopía es lo que realmente ha movido y sigue moviendo a
los hombres. Algunos creen que el utópico es un imbécil que está alejado del
mundo, cuando muchas veces es el verdadero hombre de su tiempo.
Emilio Lledó: Palabras Entrevistas
Realmente pensar de forma utópica nos puede traer ilusión, ganas de que un cambio radical en nuestras vidas nos llene del sentido que hemos perdido. Lo difícil es plasmar esos pensamientos cuando lo único que ahora se intenta es volvernos a esclavizar, tenernos bien sujetos y presos del juego de unos pocos que, de momento, pueden más que nosotros.
ResponderEliminarPasa un feliz fin de año y que el próximo que tenemos aquí encima ya nos haga ser un poco menos desgraciados, debemos entrar en él con ganas de salir de este desbarajuste y plantarle cara a todo lo malo que nos han echado encima.
Un abrazo grande, Manuel. Cuídate mucho.
Esperemos no ser unos "consumidores consumidos", cocidos en el mismo caldo de veleidades que una vez probamos y aceptamos como buenas, pero que ya se agrió del todo y nos indigesta cada día. Será que necesitamos un buen lavado de estómago para que no quede rastro.
ResponderEliminarComparto y extiendo tus deseos para el próximo año, consumiendo un poquito de brebaje de utopías.
Un fuerte abrazo, Marisa, cuídate también de un exceso de preocupaciones, al final vemos que no sirven de nada, y sí actuar.