miércoles, 13 de agosto de 2014

¿Cómo vivir una vida completa, total? (Krishnamurti)


¿Qué va uno a hacer en un mundo que es en realidad espantoso, brutal; un mundo en que hay tal violencia, tal corrupción; en el que importa enormemente el dinero, dinero, dinero, y en que uno está dispuesto a sacrificar a otro al buscar poder, posición, prestigio, fama; donde cada hombre quiere o se esfuerza por afirmarse, por llenar un cometido, por ser alguien? ¿Qué va uno a hacer?



¿Qué voy a hacer, viviendo en este mundo, viendo todo esto ante mí: la desdicha, el enorme sufrimiento que el hombre causa al hombre, el hondo sufrimiento por el que uno pasa, la ansiedad, el miedo, el sentido de culpa, la esperanza y la desesperación? ¿Qué voy a hacer viviendo en un mundo así? ¿Cómo vivir una vida completa, total? ¿Hay una vida de acción que nunca sea fragmentaria, nunca exclusiva, nunca dividida? ¿Cómo vamos a descubrirla? ¿Cuál es la acción que no engendra conflicto, contradicciones?

El intelecto no puede contestar la pregunta que nos hemos formulado, ni puede hacerlo el pensamiento. El pensamiento nunca puede producir unidad de acción. Vivir de acuerdo con una fórmula, con una ideología, con una conclusión previsible, es vivir una vida de adaptación, de limitación, de conformidad y por lo tanto, una vida de oposiciones, de dualidad, de interminable conflicto y confusión.

¿Puede uno romper con esta estructura: la tradición, cosa en que estamos presos, y descubrir ese estado de amor que no es nada de esto? ¿Es posible una vida en que el vivir mismo sea la belleza de la acción y del amor? Solo hay una acción que proviene del amor; no hay ninguna otra que no engendre contradicción o conflicto. ¿Es posible, pues, que nosotros, los seres humanos, lleguemos a envolvernos en esta belleza de la acción, que es amor?

Sería extraordinario que desde hoy mismo saliéramos efectivamente a una dimensión distinta y viviéramos una vida tan completa, total, tan sagrada. Tal es la vida religiosa, no hay otra vida, no hay otra religión. Una vida así resolverá todo problema, porque el amor es extraordinariamente inteligente y práctico, y posee la más elevada forma de sensibilidad. Además, en él hay humildad. Esto es lo único importante en la vida: o uno está empapado de amor o no lo está. Si todos pudiéramos llegar a esto de forma natural, fácil, sin ningún esfuerzo o conflicto, entonces tendríamos una vida distinta, de gran inteligencia y claridad. Es esta claridad la que constituye una luz para uno mismo; esta claridad resuelve todos los problemas.



Lo importante no es acumular palabras, razonamientos o explicaciones, sino más bien producir, en cada uno de nosotros, una honda revolución, una profunda mutación psicológica, para que haya una sociedad de tipo distinto, una relación totalmente diferente entre hombre y hombre, que no se base en la inmoralidad, como ahora. Una revolución así no se realiza mediante sistema alguno, ni por acción de la voluntad, ni por ninguna combinación del hábito y de la previsión.

El amor nunca puede ser una cosa del hábito. El placer puede convertirse en hábito, mas yo no veo cómo puede volverse hábito el amor. Y el cambio profundo y radical que estamos hablando ha de venir con esta cualidad del amor, una cualidad que nada tiene que ver con la emoción o el sentimentalismo; no tiene nada que ver con la tradición, con la cultura hondamente arraigada de sociedad alguna. Al darnos cuenta de cómo todo este proceso de vivir en el hábito produce insensibilidad, incapacitando la mente para comprender y para moverse con rapidez, empezamos a ver el temor como es realmente. Mirando el temor y dejándolo en libertad, termina el temor. El temor no es un problema insoluble. Cuando se comprende el temor, se comprenden también todos los problemas relacionados con ese temor.

Cuando no hay miedo hay libertad. Y cuando existe esta libertad interna, psicológica, total, y no hay dependencia alguna, entonces la mente no queda tocada por ningún hábito. El amor no es hábito, no puede cultivarse. Para dar con el amor tiene que haber libertad. Cuando la mente está en completa calma, dentro de su propia libertad, entonces surge lo “imposible, que es el amor. Éste es el único problema: cómo vivir una vida de bienaventuranza, de gran intensidad para que, conociendo la naturaleza misma y la estructura del propio ser –que está arraigado en el animal– uno lo trascienda.



Cuando no hay distorsión alguna, entonces hay orden, que en sí mismo lleva su propia disciplina, extraordinaria, sutil. Y lo único que puede uno hacer es dejar abierta esa puerta, venga o no por ella esa realidad. No puede uno invitarla. Y, si uno es muy afortunado, por alguna casualidad extraña, puede que venga y dé su bendición. Después de todo, así son la belleza y el amor. No podemos buscarlas; si las buscamos, llegan a ser simplemente la continuación del placer, que no es amor.

Hay una dicha que no es placer. Cuando la mente se halla en ese estado de meditación hay dicha inmensa. La meditación no es una desviación del curso de la vida o un entretenimiento; es parte de toda nuestra vida. Si no hay meditación, entonces no sabe uno cómo amar, no sabe lo que es la belleza. Y, haga uno lo que quiera nunca descubrirá nada, porque la “búsqueda” de la verdad implica que una mente puede hallarla y que tiene la capacidad de decir “esa es la verdad”. No hay sendero que conduzca a la Verdad. Procedamos, pues, a descubrir lo que es el amor. No “encontrarle”, sino hallarnos en ese estado de perfección, en esa condición de la mente que no está agobiada por los celos, la desdicha, el conflicto, la propia lástima. Solo entonces hay una posibilidad de vivir en una dimensión diferente, que es el amor.


Entonces el vivir diario, con sus contradicciones, brutalidades y violencias, no tiene aquí lugar. Pero tiene que trabajar uno de manera muy intensa todos los días, para echar los cimientos; eso es lo único que importa, ninguna otra cosa. De ese silencio, que es la naturaleza misma de una mente meditativa, puede venir el amor y la belleza. Y, cuando todo esto se ve con mucha claridad y uno vive de esa manera, entonces tal vez haya una vida sin principio ni fin, una vida eterna.


Krishnamurti – La libertad total: reto esencial del hombre

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