Casi todos nosotros
continuamos comportándonos como si el amor no fuese algo que se aprende, sino
que parece que esté dormido en cada ser humano y, sencillamente, espera surgir
en pleno florecimiento en algún momento místico de clarividencia. De modo que
cada persona vive el amor a su modo limitado, y no parece relacionar la soledad
y la confusión resultantes con su falta de conocimientos sobre el amor. No se
puede vivir aquello a lo que uno no se dedica. Para dedicarse al amor hay que
estar siempre creciendo en amor.
La forma en que cada uno
aprenda lo que es amor está determinada, de alguna manera, por la cultura en la
que se eduque. Pero la mayoría de nosotros nunca aprendemos a amar, aunque el
potencial de amor ilimitado existe en cada persona, ansioso por ser reconocido,
deseoso de ser desarrollado, anhelante de crecimiento. Nunca es demasiado tarde
para aprender algo para lo cual se está capacitado potencialmente. Para
aprender a amar hay que descubrir lo que es el amor, las cualidades que hacen a
una persona amorosa y cómo se desarrollan. Toda persona tiene su potencial para
el amor, pero aquél nunca se desarrolla sin esfuerzos. El amor, especialmente,
se aprende mejor en la maravilla, en el gozo, la paz, en el vivir.
La persona amante se
deshace de etiquetas. Las etiquetas son un fenómeno distanciador. No hay
palabra suficientemente significativa para comenzar a describir ni al más
simple de los hombres. Existen demasiadas cosas bellas en cada ser humano para
que sea etiquetado con un apodo y arrinconado sin consideración.
La persona amorosa
aborrece tanto el desaprovechamiento del tiempo como del potencial humano.
La persona amorosa es
espontánea. Si siente algo, deja que la gente sepa que lo siente. Si tiene
ganas de reír, ríe. No teme tocar, sentir o mostrar sus emociones. Lo más fácil
es ser lo que posee, sentir lo que siente. Lo más difícil es ser lo que otros
quieren que seamos.
La persona amorosa es
también quien aprecia la maravilla y el gozo continuo de estar vivo. La única
realidad es lo que hay aquí, lo que está sucediendo entre tú y yo en este
momento. ¡Atrapa la belleza del momento!
La persona amorosa no
tiene necesidad de ser perfecta, solamente humana.
La persona amorosa
reconoce las necesidades. Necesita a la gente que se preocupa, necesita a
alguien que se preocupe por lo menos de ella, que la vea y oiga de verdad.
Necesita ser escuchada, ser reconocida por el hecho de hacer alguna cosa bien.
Además, para aprender, cambiar y transformarse también necesita libertad, no
deja que nadie le imponga su estilo.
El amor es una reacción
emocional aprendida. Es una respuesta a un grupo aprendido de estímulos y
conductas. Como todo comportamiento
aprendido, se efectúa por la interacción del que aprende con su entorno, la
habilidad para aprender de la persona, y el tipo y la fortaleza de los
refuerzos presentes; es decir, cómo y hasta qué punto se responde a ese amor
expresado. El amor es una interacción dinámica, vivida durante cada segundo de
nuestras vidas, está siempre en todas partes. El hombre crece constantemente en
el amor, o muere en el amor. La persona aprenderá sobre el amor solamente
cuando pueda interiorizarlo, poniendo en práctica con los actos cada fracción
de conocimiento, que recibe también su reacción.
No es una mercancía que
pueda traficarse, comprarse o venderse, ni puede obligarse a nadie a aceptarlo.
Es algo que solo se da voluntariamente. El amor no puede ser apresado, se
desliza por entre las cadenas. Si desea emprender otro curso, nada ni nadie
podrá impedirlo. Amor significa brazos abiertos. Si cierras los brazos en el
amor, te encontrarás finalmente solo con los brazos vacíos. El amor perfecto
es, sin duda, una rareza; eso no significa que sea imposible, ni que no debamos
esforzarnos por llegar a ese objetivo. El amor perfecto es aquel que lo da todo
y no espera nada. Naturalmente, estaría dispuesto y encantado de aceptar lo que
se le ofreciera; cuanto más, mejor; pero nunca pediría nada. Solamente cuando
el amor exige es cuando produce dolor y aflicción.
El hombre ama porque lo
desea, porque eso le proporciona gozo, porque sabe que el crecimiento y el
descubrimiento de sí mismo dependen de ello. La aventura consiste en descubrir
el amor en ti y en los otros, en contemplar cómo se revela en los otros.
El amor se ofrece como un
ágape continuo que nos brinda su aliento. El amor enseña al hombre a demostrar
lo que está sintiendo; nunca presupone que pueda ser distinguido o sentido sin
expresión.
El amor tiene necesidad de
ser expresado físicamente.
El amor tiene significado
solamente mientras se vive en el ahora.
El amante ha de decirse a
menudo: “Yo amo porque debo, porque quiero. Yo amo por mí mismo, no para los
otros. Yo amor por el gozo que me produce –e incidentalmente, tan solo– por el
gozo que proporciona a los demás. Si ellos me refuerzan, eso será bueno. Y si
no lo hacen, será igualmente bueno, porque yo tengo voluntad de amar”.
Para amar a los demás has
de amarte a ti mismo. No puedes dar lo que no has aprendido ni experimentado. De
modo que al amarte a ti mismo descubres la auténtica maravilla de tu yo; no
solamente tu yo presente, sino las muchas posibilidades de tu yo. Supone la
continua realización de que tú eres único, distinto a cualquier otra persona
del mundo, y que la vida es, o debería ser, el descubrimiento, el desarrollo y
el compartir de esta unicidad. En la proporción en la que te conozcas, podrás
conocer a los demás. Cuando consigas amarte serás capaz de amar a los demás en
la misma profundidad.
Cuando el amor es verdaderamente
responsable, se siente el deber de amar a todos los seres humanos. Ser
responsable en amor es ayudar a los otros a amar. Ser ayudado hacia la
realización del amor es ser amado por los otros. El amor auténtico siempre
crea, nunca destruye. En esto radica la única promesa del hombre. Es él quien
pone obstáculos al amor; éste nunca se detiene, fluye como el río; siempre es
el mismo y, sin embargo, siempre cambiante, sin reconocer ningún obstáculo.
Leo Buscaglia – Amor
muy buenos los consejos y reflexiones de amor muchas veces necesitamos ayuda y palabras de aliento
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