“De todos los bienes que
la sabiduría procura para que la vida sea por completo feliz, el mejor con
mucho es la adquisición de la amistad”
“No necesitamos tanto de
la ayuda de nuestros semejantes cuanto de la confianza en esa ayuda”
Mejor que suspirar por lo
que no tenemos, mejor que llevar una existencia poblada de sueños, miedos y
fantasías, sería que aprendiéramos a gozar los bienes que poseemos, entre los
cuales el máximo es la amistad.
Esa imposibilidad de
retener los bienes, acompañada de una demanda insaciable y del miedo
inconfesable a la muerte, establecen los principios sobre los que se asienta la
infelicidad de los humanos: no saben vivir, y tampoco saben morir. Esta es la
sentencia que tenemos que memorizar: cuando soy, la muerte no está, y cuando la
muerte está, entonces ya no soy. La perspectiva de nuestra muerte nos hace
temblar porque valoramos como escaso lo que hemos hecho o lo que las
circunstancias nos han permitido vivir. La vida nos parece demasiado corta o
demasiado injusta, y sufrimos por lo que supuestamente la muerte nos robaría.
Es ese sufrimiento el que nos hace pobres y menesterosos.
Los amigos nos permiten
gozar plenamente del presente. Cuando mi capacidad de sentir placer en un
momento determinado se ve totalmente colmada, el goce que obtengo no admite
nada más. Podría morir en el instante siguiente y no por ello tendría sentido
decir que me perdería algo, a no ser que se entienda que me perdería la
posibilidad de la repetición. Pero la repetición no añadirá nada, la perfección
de la felicidad, ese instante de equilibrio y armonía, está toda ella allí, en
ese día, en esas horas, siempre y cuando las viva con la confianza que la
existencia de mis amigos me aporta.
Tanto la ausencia de dolor
como la alegría son una expresión de equilibrio y armonía. ¿Por qué entonces
existen los que quieren aumentar constantemente sus placeres hasta el punto de
llevar una vida disoluta? No hay que limitar los placeres porque los placeres
ya son en sí mismos un límite. En cambio, si hay que limitar los deseos. Es una
enfermedad mental la de querer tener siempre más y más: la falta de moderación
requiere una rectificación terapéutica que devuelva al individuo a los límites
de la naturaleza. Esa rectificación es la negación de la superioridad del alma sobre el cuerpo. De
él nacen las sensaciones, y las sensaciones son verdaderas. Si rechazáramos las
sensaciones perderíamos toda posibilidad de referencia para poder distinguir
entre lo auténtico en las sensaciones y lo añadido por la imaginación.
“La amistad baila
alrededor de la tierra habitada y, como un heraldo, nos anuncia a todos
nosotros que despertemos para la felicidad”
Instálate en el presente,
no lo dejes escapar. La amistad posibilita gozar del placer más puro, la
instantaneidad del placer, en la medida en que extiende esa instantaneidad a la
totalidad de la vida. A la perfección del momento, la amistad añade la
extensión del momento. No es el cuerpo la fuente de nuestras miserias, sino el
impulso incontrolable de la mente. El descontrol mental produce deseos
ilimitados que nos hacen infelices. Y ahí es donde debe intervenir la
filosofía.
No se trata de establecer
un discurso moral que actúe como una policía de las costumbres, frenando los
apetitos supuestamente inmoderados del cuerpo, sino que la filosofía tiene que
parecerse más a una higiene, a una terapia mental. La filosofía tiene que ser
un remedio, un fármaco. Necesitamos la filosofía porque todos tenemos vanas
opiniones que nos invaden la mente y nos alejan de la felicidad. Se trata de
restablecer el orden de la naturaleza, el del cuerpo, devolver la salud a la
mente para que el cuerpo con su sabiduría nos indique el camino de la buena
vida. Ningún placer es un mal, pero ciertos placeres, aquellos que nacen de
querer realizar deseos innecesarios, generan más perturbaciones que
satisfacciones.
La farmacia de Epicuro
contiene la máxima de “al Dios no hay que temer”; por eso, la curación del mal
de la religión es desarrollar las explicaciones racionales, el conocimiento
científico para ahuyentar el miedo. Nos propone otro modo de concebir que los
humanos puedan estar “religados”: no obedeciendo a una iglesia, sino
sintiéndose unidos a la humanidad en su conjunto, en lo que la humanidad tiene
de superior sobre el resto de los seres vivos.
Cada vez que alguien se
piensa a sí mismo como sujeto de transformación y se junta con algunos de sus
semejantes para perseguir conjuntamente otro tipo de vida, una vida placentera
basada en principios humanistas y materialistas, renueva el jardín, contribuye a
la eternidad de la amistad entre los humanos.
“El hombre bien nacido se
dedica principalmente a la sabiduría y a la amistad. De éstas, una es un bien
mortal; la otra, inmortal”
La amistad es un deseo
natural porque expresa la aspiración humana de crear una relación por medio de
la cual se puede alcanzar la felicidad. Este deseo está inscrito en la
naturaleza de los humanos, es su parte divina e inmortal. Su conquista, su
realización es lo único que permite decir que la vida vale la pena ser vivida.
No son los lazos de sangre, familiares o nacionales, ni las coincidencias
ideológicas con lo que se construye el jardín, esa comunidad superior en la que
la felicidad florece.
La amistad es una
finalidad en sí misma y una relación libre, “una comunidad de almas en el
placer”. La construcción de esa comunidad se realiza a partir del contacto. El
amigo puede practicar un tipo de sinceridad que nos aproxime al conocimiento de
nuestros errores y nos sitúe en una posición moderada en cuanto al amor a
nosotros mismos. Su imparcialidad nos puede salvar de la pasión narcisista. Si
aceptamos la verdad sobre nosotros cuando la oímos en boca de un amigo,
entonces podemos juntos salvarnos de la ignorancia y de la infelicidad.
Maite Larrauri – La amistad según Epicuro (Filosofía para profanos)
Hola Maite,
ResponderEliminarme encanta la filosofía desde bien pequeña, y no sé como hace unos días te encontré por you tube y me quedé prendada de tus palabras.
Me encanta como te expresas y la facilidad que tienes para hacerte entender.
Te felicito!!!
Estefania
Que buen escrito
ResponderEliminarIncreíbles palabras y cuanta reflexión escondida en ellas. Bravo.
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