La verdadera sanación se
produce cuando la persona ha iniciado el camino hacia el descubrimiento de su
propia alma. La evolución de nuestras almas es la razón principal por la que
estamos en este plano terrenal. Entre nuestra preocupación por aliviar los
síntomas y nuestro apuro por “seguir viviendo”, fácilmente lo olvidamos.
Existen dos niveles de sanación. El primero
está dirigido a brindar alivio a cualquier síntoma que hayamos descubierto. El
segundo está reservado a aquellos de nosotros que estamos dispuestos a entrar
en las aguas tan frecuentemente inexploradas de nuestra propia mente, y seguir
esa corriente cada vez más profunda hasta que comprendamos el por qué y el para
qué de nuestra existencia. A medida que realizamos ese viaje, cambiamos interna
y externamente. Nuestros valores cambiarán. Aprenderemos a ser más abiertos y a
tener compasión. Seremos capaces de vivir de forma menos egoísta y, al hacerlo,
seremos también más felices.
¿Qué es la fe y cómo se
aplica a la sanación? Creo que, como dicen los budistas, ante todo es la
creencia en nuestra bondad básica. Si creemos en nuestra propia bondad,
borramos nuestros errores pasados, porque en la bondad no caben la vergüenza ni
la culpa. Somos quienes somos, con nuestras propias experiencias, alegrías y
tristezas, nuestros fracasos y éxitos pero, sobre todo, todos somos básicamente
buena gente. Si nutrimos ese sentimiento de bondad nos puede ayudar mucho
cuando buscamos cómo sanarnos. Entonces podremos descansar. Lo que suceda,
sucederá, y sea lo que fuere, estaremos en armonía con nuestro propio ser y con
los que nos rodean.
Nuestro camino personal
hacia la sanación a menudo es difícil, y nos lleva a nuestra propia oscuridad
psicológica y espiritual. Para alcanzar el cielo, primero debemos entender
nuestro propio infierno. Debemos visitar los monstruos de nuestro mundo
interior y abrazarlos. Al hacerlo, los objetos de temor se transforman en
energía creativa dinámica que trabaja a favor y no en contra de nosotros.
Cuando abrazamos la parte más oscura de nosotros mismos, aprendemos a tener
compasión hacia nosotros y hacia los demás, y acumulamos sabiduría. Solo en la
medida en que dejemos salir a la luz las semillas que viven dentro de nuestra
propia oscuridad, podremos vivir plenamente en libertad y sin temor. De lo
contrario, estos aspectos reprimidos de nuestro ser nos detendrán y nos comerán
vivos mientras nos llaman a abrir los ojos y el corazón a la necesidad de nuestra
propia transformación.
Saber realmente quiénes
somos, es decir, estar en contacto con nuestro ser interior nos da una especie
de hogar emocional y mental del que podemos salir y volver sin perdernos en
este mundo. El problema se presenta cuando nos perdemos en una situación y no
podemos hacer la transición a la próxima, y la vida se convierte en un tiovivo
sin sentido. Tal vez estemos sonriendo, pero en realidad estamos fuera de
control. La conexión con nuestro ser interior impide que esto suceda. Día a día
nos provee de una especie de estado ejecutivo a partir del que podemos tomar
decisiones y realizar acciones. Esto nos da una especie de cordura interna. El
ser nos regula el tiempo y asigna recursos de forma que podamos darle el mejor
uso a los diversos aspectos de nuestra personalidad.
Cuando dedicamos una
cantidad desproporcionada de nuestro tiempo definiendo y manteniendo nuestra
imagen exterior, nuestro ser interior, de puro descuido, se retrae y atrofia
igual que lo haría una parte de nuestro cuerpo si la fuente que lo nutre le
fuera cortada. Esto es lo que significa realmente la expresión “olvidarse de
uno mismo”. Mientras hemos estado tan ocupados en lucir bien, la parte más
importante de nosotros se ha estado muriendo de hambre.
La verdadera autoestima
proviene de este profundo lugar interior. Si nunca hemos tenido la oportunidad
de desarrollar este ser interior, entonces nos hemos jugado una mala pasada.
Nos hemos engañado pensando que sabemos quiénes somos, cuando no sabemos nada.
Puede que hayamos construido una vida entera, muy agradable tal vez, pero
construida sobre los cimientos defectuosos de necesidades no resueltas.
Una cosa maravillosa de
nuestro verdadero ser es que no sufre daños permanentes por el descuido al que
lo sometemos frecuentemente; hemos logrado mantenerlo protegido a pesar de
todos los traumas de nuestra vida. Es como si estuviera esperando la
oportunidad de salir al aire de manera segura. Otra cosa maravillosa de nuestro
ser es que conoce el camino. Si tan solo le damos las condiciones adecuadas,
crecerá hacia la perfección. Por supuesto, esas condiciones incluyen un entorno
amoroso donde podamos confiar en el proceso de nuestra propia revelación y la
de los que nos rodean, donde podamos desarrollar la fe en algo más grande que
nosotros y donde podamos deleitarnos en la maravilla que somos.
No podemos desestimar la
mente. Si la mente está llena de pensamientos negativos y destructivos, puede
decidir no mejorar. Puede impedirle al cuerpo beneficiarse de las medicinas y
los agentes curativos. Por otro lado, si tiene una perspectiva positiva, puede
sanar a la persona aun cuando haya indicios claros de que la persona no vaya a
recuperarse. Hay que dar un gran salto para ver esos obstáculos como amigos,
como una especie de compañero que se ha presentado para enseñarnos algo nuevo.
Si despertamos y asumimos la responsabilidad de lo que está pasando,
normalmente la vida cambia para bien, a pesar de nuestros miedos y
resistencias.
Sanar requiere nuestra
participación activa si queremos llegar al fondo de las cosas. Si nos
conformamos con un alivio sintomático, nada cambiará mucho. Apenas estaremos
remendando el vaso roto y seguiremos adelante. Cuando empezamos a mirar las
causas más profundas y relacionamos todo esto con preguntas más importantes
sobre lo que en realidad es la vida, entonces experimentamos una evolución en
nosotros mucho más rápida. Aún tendremos problemas, pero cada vez tendrán menos
control sobre nosotros, no ocuparemos de ellos de una forma más relajada, estaremos
mucho más en línea con el camino de nuestra alma.
Keith Willcock – Tu Camino Personal. La magia de la Sanación