Asertividad es la
capacidad e autoafirmarse, de expresar lo que sentimos y pensamos aunque las
circunstancias no sean muy favorables, de no enmudecer por miedo a no gustar,
de decir SÍ y de decir NO de acuerdo con nuestras convicciones y deseos. Es una
conducta activa, directa y clara, tan respetuosa con las demás personas como
con nosotros mismos. Las personas asertivas, cuando discuten, se orientan hacia
soluciones que suponen la satisfacción de todas las personas implicadas en un
problema, hacia un resultado, sin perdedores ni ganadores. Tiene una dimensión
social que ni la autoestima ni la seguridad tienen, porque no se trata solo de
autopercepción sino de conducta, de lo que decimos o hacemos en público.
El problema de la falta de
asertividad se refiere a una gran cantidad de personan, mujeres en gran parte,
pero también a algunos hombres, a aquellos que han sido educados para obedecer,
para aceptar como buenas las ideas y valores que les han transmitido los
padres, la escuela y los medios de comunicación, es decir, a aquellos que dan
por hecho que no es necesario que se calienten la cabeza pensando porque ya hay
quien piensa por ellos, o a aquellos que con facilidad adoptan posiciones
conformistas.
Si lo analizamos bien, los
hombres son tan poco asertivos como las mujeres, pero a diferencia de la
mayoría de las mujeres, que no los son por falta de asertividad, ellos no lo
son porque tienden a la agresividad. Ahora bien, como en muchos casos estas conductas
les han servido para alcanzar algunos éxitos, no se reconocen como agresivos y
tienden a creerse asertivos. Tanto las personas agresivas como las que no son
suficientemente asertivas sufren falta de libertad: no son libres de expresarse
como querrían. Por eso, llevadas por una corriente que no pueden controlar,
repiten indefinidamente conductas que, en el fondo, saben que les convendría
modificar.
Las personas, si queremos
serlo plenamente, debemos tener la suficiente libertad como para decidir qué queremos ser, o mejor dicho, qué clase de personas queremos ser, pero
la sociedad nos conduce y nos modula de tal manera que buena parte de nosotros
adopta una actitud poco crítica y, a menudo, no muy responsable, y eso es así
tanto para las personas que se comportan sumisamente como para las que van por
el mundo pasando por encima de quienes se les pongan por delante.
Si aceptamos la idea de que cambiando
nosotros, cambiamos nuestras conductas, colaboraremos a generar cambios
sociales de más alcance, veremos que tenemos, individual y colectivamente, más
peso y más poder del que podríamos soñar y que, en definitiva, si nos
esforzamos, nuestro paso por el mundo puede no ser del todo irrelevante.
La verdadera democracia va
unida a la libertad y, por lo tanto, a la asertividad. La mejor manera de
proteger los propios derechos es ejercitarlos. Tener confianza en nuestro
juicio e intentar influir en la sociedad para conseguir que las cosas vayan en
la dirección que creemos que deben ir. La democracia requiere participación en
los distintos ámbitos de la vida social. A veces dudamos de nuestras
capacidades y es normal, pero tengamos claro que nuestra sociedad es también responsabilidad nuestra y que, cuando
callamos, “otorgamos”, cada uno tiene que proceder según sus capacidades y
habilidades, pero nadie puede quedarse al margen, porque los regímenes
democráticos implican participación activa en el desarrollo humano.
La asertividad es una
decisión personal, y esta decisión nadie puede decir que sea fácil, ni que no
comporte ningún riesgo, porque implica responsabilizarse de uno mismo y, por
tanto, renunciar a buscar excusas en los otros o en las circunstancias, para justificar comportamientos nuestros de los que
no podemos sentirnos satisfechos. Los comportamientos asertivos pueden ser
objeto de aprendizaje y, si tenemos clara la teoría y practicamos mucho,
llegaremos a conseguir que las conductas asertivas surjan sin esfuerzo.
Lo más importante es tomar
la decisión de que de ahora en adelante haremos un esfuerzo para conseguir ser
asertivos. La asertividad proporciona muchas satisfacciones e incrementa
nuestra autoestima, nos ayuda a establecer límites, evitar malentendidos y
fomentar las relaciones igualitarias.
La sociedad actual ya no valora solo las formas
ni considera que la hipocresía sea una cualidad; por eso, también puede acabar
con la situaciones de subordinación de las mujeres y fomentar una modificación
real de las relaciones entre hombres y mujeres, lo cual, además, puede promover
un cambio cultural. Esta nueva cultura comportará una revolución de los valores
dominantes, y una forma de hacer distinta, menos burocrática y más cercana a
las personas.
En esta nueva cultura, nos constituiremos en
el elemento generador de nuevos vínculos interpersonales y de resolución de los
problemas sociales que, hoy por hoy, nuestra sociedad es incapaz de resolver.
Dado que se trata de
nuestro futuro, del futuro de nuestros hijos e hijas y de la preservación de la
belleza que aún habita en nuestro mundo, debemos trabajar codo con codo mujeres
y hombres, pero en un futuro muy cercano será decisiva la participación de las
mujeres, demasiado tiempo ausentes de lo público, y que pueden aportar una
forma de hacer más suave, más conciliadora, más atenta, más inclusiva. Las
mujeres ya no pueden seguir más tiempo actuando de espectadoras: deben trabajar
conjuntamente con los hombres e incluso imponerse, si hace falta, porque la
humanidad y la naturaleza las necesitan y porque una realidad diferente aún es
posible.
Maria Lluïsa Fabra y Sales – Asertividad