El yo imbuido de sí mismo
no es de por sí malo. De hecho, es absolutamente humano, pero es limitado...
terriblemente limitado. Cuando creemos que el aspecto del yo de nuestro ser
representa el ser completo, nos estamos haciendo daño. Si creemos que nuestro
yo es todo lo que somos, entonces nos hacemos vulnerables, principalmente al miedo
y a la muerte. También nos hacemos vulnerables a todas las otras formas de
sufrimiento material, como la enfermedad, los problemas económicos y la
humillación. Si creemos que no somos nada más que nuestro yo material, entonces
nos vamos a perder la mayor oportunidad de nuestra vida, la oportunidad de
experimentar nuestra propia santidad. Sentir nuestra propia chispa de energía
divina es el sentimiento más excitante, placentero y fortalecedor que podamos
imaginar.
Los maestros del antiguo
yoga estaban extremadamente preocupados por la condición humana común de estar
adormilados a lo largo de la vida. El sistema que diseñaron para aprender a
controlar lo incontrolable, y para estar conscientes, fue el control de la
respiración. Este es el fundamento de la meditación avanzada. Es la puerta de
acceso a la conciencia. También tiene un fuerte impacto en nuestro nivel etéreo
de existencia. Cuando respiramos, no respiramos simplemente una mezcla gaseosa
que contiene oxigeno. También respiramos el prana,
la fuerza vital universal, que distingue los seres vivos de los objetos
inanimados.
Todo empieza con la
respiración, es nuestra fuente principal de energía, tanto física como etérea.
Sin embargo, para utilizar la energía que ofrece, debemos tener el control de
nuestras posturas y movimientos. Sin el poder controlador del movimiento, la
energía seguiría existiendo, pero no seria más que un torbellino caótico; con
el control adecuado se podría convertir en una fuerza de curación.
Cuando los meditadores asumen posturas de
yoga se hacen conscientes de determinadas áreas de sus cuerpos. Mientras
mantienen esas posturas, lo que a veces requiere mucho trabajo, se hacen
incómodamente auto-conscientes del esfuerzo. Cuando los meditadores se
esfuerzan rigurosamente, esta auto-consciencia les lleva hacia un estado mucho
más instructivo de conciencia de uno mismo, puede permitir a una persona ser un
"yo consciente".
Aunque
lo mas importante es que las posturas del yoga ayudan a despertar y canalizar
la energía interna o kundalini, que
yace enroscada en nuestro interior. Y es esta energía kundalini el último recurso de nuestro verdadero poder personal.
Con ella podemos llevar a cabo proezas casi sobrenaturales, y podemos llegar al
sentido de independencia y serenidad propio de los yoguis. Cuando llegan a esa
independencia y serenidad, invariablemente las personas hacen un compromiso
consigo mismas para retener ese poder sorprendente que acaban de encontrar. Ese
compromiso para mantener su poder cambia la forma en que se proyectan hacia el
mundo exterior. Al hacer esto, se experimenta un cambio fundamental en el
sentido mas amplio, nos capacita para ser conscientes y romper con otros
aspectos fosilizados de nuestra vida, como vínculos no saludables, hábitos y relaciones.
Incluso ayuda a transformar las relaciones más profundas e innatas: la relación
entre el ahora y el para siempre, y la relación entre el ser individual y el
ser universal.
Con la Meditación Terapéutica ,
que crea la mezcla de moléculas para la curación, la mente cura el cuerpo y el
cuerpo cura la mente. Al mismo tiempo, el cuerpo físico cura el cuerpo etéreo y
el cuerpo etéreo cura el cuerpo físico. Y el espíritu, tanto el divino como el
humano, extiende este medio curativo completo, añadiendo una profundidad y un
poder que infunden en el cuerpo y en la mente una fuerza de curación a la que
ninguna enfermedad puede resistir. Esta fuerza de curación sencillamente no
puede explicarse en términos físicos, en términos de materia y moléculas. Para
tener un conocimiento válido o práctico de esta fuerza de curación, debemos ir
mas allá de lo físico, a lo etéreo.
Los chakras son nuestros
centros etéreos de la conciencia y la comunicación. Interactúan con nuestros
pensamientos y emociones, con nuestra salud y nuestras funciones físicas.
Intercambian la energía en dos direcciones, de lo físico a lo etéreo y de lo
etéreo a lo físico. Son las puertas de la conciencia. Todos son sagrados y
vitales, sin embargo, para conseguir la experiencia más completa del ser y para
mantener un contacto pleno con la energía que nos envuelve, es importante que
las energías se eleven de los chakras inferiores, cerca de la base de la
médula, hacia los chakras superiores, en la cabeza y encima de ella. Esto
permite que nuestras energías se encuentren y se mezclen con las energías del
cosmos, y permite que la energía cósmica regrese a nuestros cuerpos.
El espíritu es inmortal.
Éste es el regalo divino para el ser mortal. Es nuestro vínculo con la divinidad
misma. El espíritu, por muy magullado que esté, siempre puede revivir. Ésta es
la lección que los antiguos maestros enseñaron.
El espíritu puede convocarse una vez más a
través de la Meditación
Terapéutica. A diferencia de otros enfoques médicos o
filosóficos, éste puede encender el espíritu y unificar las energías de
espíritu, mente y cuerpo, que se apoyan mutuamente. Una vez unida, esta tríada
sagrada puede ejercer poderes espirituales de curación.
Cuando el abatido cuerpo y
la mente mortal están enfermos y furiosos, débiles y afligidos, el espíritu,
por muy apagado que esté por el sufrimiento, aún puede ofrecer alimento. Y este
alimento siempre es bienvenido y siempre se devuelve. Así empieza el círculo de
la curación. No siempre es fácil. La Meditación Terapéutica
no es una aspirina que se puede tragar y olvidar. Es un proceso que solo iguala
en poder a la energía de la práctica diaria o sadhana.
Pero este proceso o camino
puede llevar más lejos de la simple curación de la enfermedad. Este camino
puede llevar a un yo superior. Puede llevar de la oscuridad a la luz. Puede
llevar a lo ilimitado e incluso al infinito. Ésta es la bendición de la
enfermedad. Ésta es la bendición de la curación. Ésta es la bendición de la
vida.
Dharma Singh Khalsa, Cameron Stauth - La Meditación como Medicina