Hurgando casualmente en un
cajón encontré una vieja y raída carterita en la que, revueltas en una
mezcolanza de carnets, certificados, tickets de metro y autobús, servilletas de
papel con nombres y números de teléfono ya ignorados, listas de compra,
tarjetas de visita, una hojita de mini-golf, calendarios y alguna poesía conocida escrita en cuartilla…, encuentro estas
cortas reflexiones que reproduzco a continuación y que tenía completamente en
el olvido. Debí realizarlas entre 1980 y 1981, lo deduzco por su oscuro y
enigmático lenguaje; algo posterior será el poemilla a la primavera, algo más
claro y esperanzador. Aún hoy me estremezco un poco al releerlas, como si
hubiera sido otro su autor, suplantándome.
Diagnosis
No tener nada que
envidiar.
Por eso mismo,
por no tener nada.
Solo yo y mi vida
Sin las mínimas
precauciones me pongo a investigar la clave sincera de mi estancación,
ambiguamente irascible, distorsionada. Mas no sé qué otras almas de entre mi
ajuar podría utilizar para confeccionar el fetiche elegido para el
deambulamiento callejero.
Y es el encierro voluntario el que provee
con más intensidad de visiones reales. Para aumentar la discordia, comparto la
grisácea vida mundana, sumido ampliamente en mi relatividad y logicismo con los
que abatallo las decenas de rayos que eructan los cuerpos por emanaciones
intensas de sentimentalismo de presos y roñosos seres.
Al ultimar mis teorías
sobre sentimientos escapatorias del sistema, me he sentido ya vivaz y danzante,
en el estricto confín de mi satisfactorio silencio. Los resultados no son, por
ahora, tan felices como esperaba, ya que mis formas de contacto persiguen la
dicha en su inestabilidad, y no penetro en la especie de sumario particular de
cada conocido con firme propósito, y no más lejos del ridículo renazco solo por
mí, aunque espero obtener mejores victorias en cuanto inicie la decrépita
cruzada contra casi todo.
Más cerca todavía que esa absurda anticipación se encuentra la mera
posibilidad de escape vista en su obtención completa. Y antes de eso, la
intención controlada, totalmente voluntaria, como antecesora de cualquier
suceso auténtico, firme, sensato e interrogativamente positivo…
Por esa loma de la montaña
verde y ocre,
por esas hojas del naranjo
y el almendro,
por la cara alegre de la
naturaleza entera,
por ahí se ve venir
nuestra amiga eterna,
de siempre con su
frescura; ¿vienes ya, primavera?
No te retrases, porque
caería en nosotros la pena.
No vengas vacilante y
temerosa, que cantaremos
y viviremos contigo, para
llenarnos de vida.
Te regalaremos nuestras
almas felices y dichosas.
Te necesitamos como el
amante a su amor.
No te retrases, primavera,
porque todo será noche.
Llama a nuestro corazón
sin olvidar sus penas
y perfúmalo con tu amoroso
mensaje.
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