En los tiempos actuales,
la vida está complicada. La variopinta e hipnótica oferta consumista y el ansia
de dinero se han convertido en fuente de tensiones que generan aflicción y
diversidad de contracturas físicas y psíquicas. La familia y las relaciones
afectivas están sufriendo una vertiginosa transformación y el ser humano de
nuestro tiempo no sabe cómo “reciclarse” y actualizar los mecanismos
emocionales que el nuevo “patrón de relación” demanda. En este sentido, no van
a ser loas grandes discursos de los políticos los que van a iluminar la senda,
sino, más bien, la voz de seres humanos con sensibilidad y profundidad que
hayan decidido abrir las puertas del alma y, con ellas, la medicina del amor
consciente como elemento transformador y curativo de la existencia.
Venimos de una cultura
judeocristiana que ha primado obsesivamente la Unidad y se ha defendido
violentamente de la diversidad. Entre otras cosas y gracias a ello, podemos
considerar que nuestra civilización occidental ha dado un “tirón” único en la
historia de la Humanidad
hacia el sentimiento de transcendencia, pero, desgraciadamente, parece que nos
hemos empeñado en recorrer la estructura superficial convirtiendo la unidad en
uniformidad.
Con el formidable
desarrollo de la conciencia experimentado por la mayor parte de esta Humanidad
en los últimos veinticinco años, el ser humano puede ya poner mil y un máscaras
a sus propios yoes, ya que todos ellos son conscientes y observables desde un
nuevo punto de atestiguación desimplicada que está emergiendo. Actualmente la
diversidad es considerada como un valor que favorece la vida; diversidad en las
formas para acceder a la realidad de un “darse cuenta” que las unifica.
Sin duda, el sentimiento
de confianza es la mejor opción de nuestra mente y es el gran rasgo de la
inteligencia del alma. La confianza es complicidad y comunión con una sintonía
más amplia. La confianza es sintonía con ese poder tan grande que mueve los
átomos y las galaxias. Vivir en la confianza es sentir que, llegado el momento
de las encrucijadas, uno sabrá hallar las claves y decidirá lo que entonces
haga más falta. La confianza es saber que el tiempo va a favor y que, cada día,
nuestra mente es más competente y sabia. Y de la misma forma que el Universo se
expande a velocidades infinitas, nosotros también nos abrimos a lo que, en
realidad, somos: observadores del gran regalo de la consciencia.
Cuando la vida está
orientada hacia el desarrollo interior, capacita a hacer remitir tanto el
sufrimiento propio como el ajeno, convirtiendo a los individuos conscientes en
anónimos maestros y terapeutas. Un mundo en el que la riqueza consiste en
experimentar el supremo gozo de ser útil a la liberación del sufrimiento humano
mediante la evolución de la consciencia.
Cuando el ser humano se
encuentra en su estado natural, es decir, en un estado en el que fluye por la
vida, tiende a expresar su verdadera naturaleza. Se trata de una actitud
abierta a ofrecer y compartir que precisa de dos ingredientes, que a su vez dan
sentido a su verdadera condición humana. Esos ingredientes claves son la Inteligencia y la Consciencia.
Cuando el nivel de
imaginar está fuertemente anclado al deseo de servir a su propósito esencial,
se ponen en marcha energías transpersonales que pueden brotar hasta del propio
futuro. Merece la pena utilizar nuestras increíbles facultades de imaginar y
crear sutilezas utópicas. ¿Qué mejor utopía que la expansión de la consciencia
al plano de lo infinito?, ¿aprender a hacer cesar el sufrimiento?, ¿sentir
certeza de que uno no está en el Universo, sino que es el Universo el que está
dentro de uno?, ¿saberse Luz que ocupa todos los espacios en tiempo cero?,
¿vivir en la espaciosidad de la paz profunda?, ¿amor que abraza todo lo
existente en ternura y compasión profunda?
Para construirse un buen
yo-persona, lo primero que conviene hacer es proceder a visualizar a éste como
una “obra acabada”. La creación del yo es una obra mágica que tan solo está
coartada por algo tan virtual y efímero como lo pueden ser las creencias
limitadoras de lo que es o no posible.
Llega un momento en que el
sujeto auto-consciente comienza a aportar a la sociedad la verdadera música que
lleva dentro. Tras las primeras notas de melodía verdadera, la vida le devuelve
multiplicada toda la energía puesta en juego y le proporciona aquellas
oportunidades que su supervivencia y desarrollo evolutivo precisan. Son
instantes especiales en los que se percibe la llegada de algo parecido a un
milagro. Momentos en los que se siente que todo encaja fluyendo por sí solo,
sin casi intervención ni esfuerzo.
José María Doria – Inteligencia del Alma
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