jueves, 29 de noviembre de 2012

No más excusas para ser lo que eres (Wayne Dyer)

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Llegaste aquí cuando te tocó llegar y te marcharás cuando sea el momento, independientemente de tu opinión al respecto. Si ves cómo envejece tu cuerpo, saber que no eres tú el que lo está cambiando, que los cambios simplemente ocurren. Tu cuerpo está siendo vivido por el gran Tao, la fuente creadora de todo. Si tu ego fuera de verdad el que manda, nunca te saldrían arrugas, ni manchas de la edad, ni canas, ni morirías. Te guste o no, algo más grande que el ego está a cargo de todo.

Al hacerte consciente de tu auténtico ser, solo necesitas prestar una total atención a tu ego, y éste retrocederá poco a poco y de manera natural ante la luz de tu conciencia. Recuerda, tú no eres solo el cascarón temporal al que llamas tu “cuerpo”, eres una esencia divina que no tiene límites ni forma, que es infinita.
Cuando te fijas en el parloteo del ego, descubres la capacidad de superar hábitos muy establecidos, y empiezas a ver todo aquello para lo que estabas cegado a base de poner excusas. El conocimiento te lleva a tu ser más elevado; el ego te lleva a tu yo terrenal. Cuando dejas que lo divino crezca en ti, aportas conocimiento a todos los aspectos de tu vida.
Dejar que lo divino crezca en ti implica sinceridad, servicio a los demás, bondad y reverencia para toda la vida. Emprender el camino del conocimiento fomenta el crecimiento y la aparición de pensamientos auténticos en tu mundo interior, y tu yo inferior se desvanecerá mientras lo divino crece dentro de ti.

A mí la lógica me parece suficientemente clara: sintoniza con la energía que lo puede todo, porque esa es tu naturaleza original. Las excusas son pruebas de que has descartado una manera de pensar que todo lo puede, a favor de una que todo lo limita. En otras palabras, es imperativo que reduzcas el pensamiento dominado por el ego (que casi siempre solo te ofrece excusas) a favor de un modo de pensar que esté sintonizado con las ideas de “todo es posible”.

Estando en el ahora y en un estado de gratitud por todo lo que es y por todo lo que eres, domas al ego y entras en un estado en el que las excusas no se pueden ni considerar. ¿Qué excusas necesitas cuando estás completamente presente? Ninguna. ¿De qué sirve el ego, ese falso yo, cuando estás con la fuente en este momento? No gastes el presente con pensamientos de pesar o preocupación. La experiencia del conocimiento superior es tu premio. Cuando el ego toma el control, prácticamente todos los pensamientos están poniendo excusas, centrándose en lo que siempre ha sido o en lo que temes que siempre será. Pero cuando haces amistad con el momento presente, dices adiós a ese molesto ego.

Las excusas que utilizas con frecuencia (será difícil, va a ser arriesgasdo, se va a tardar mucho tiempo, habría un drama familiar, no me lo merezco, no es mi manera de ser, no me lo puedo permitir, nadie me va a ayudar, nunca ha ocurrido antes, no soy lo bastante fuerte, no soy lo bastante listo, soy demasiado mayor, las reglas no me lo permitirán, es demasiado grande, no tengo tanta energía, la culpa es de mi historia familiar personal, estoy demasiado ocupado, me da mucho miedo…) se han instalado en tu mente, que está dominada por tu ego o falso yo. Por consiguiente, no se limitarán a hacer las maletas y marcharse sin entablar lucha. Esas excusas se han convertido en compañeros familiares para tu ego, y siempre están preparadas para saltar en tu defensa.
Probablemente las excusas en las que tiendes a apoyarte incluyen algunas ideas que has contemplado durante toda tu vida hasta la fecha. Cuanto más reflexionas sobre la imposibilidad de que tus deseos se cumplan, cuanto más te quejas de lo injusta que es la vida y más te molesta lo que la vida se empeña en manifestar, más definen tu vida esas mismas cosas. Eso se debe a que aquello en lo que te concentras aparece invariablemente en tu vida, ya sea lo que quieres o lo que no quieres. Así que si siempre estás pensando o hablando de lo que va mal en tu vida, estás atrayendo precisamente lo que no deseas.



Decidirse por una actitud “!Basta de excusas!” significa negarse rotundamente a participar en el ritmo derrotista que acabo de describir. Aprendes a moverte en un nuevo terreno, donde tus pensamientos se ven como realidades potenciales, y tienes el sagrado deber de contemplar solo lo que se origina en tu auténtico ser. Y esto es algo en lo que puedes empezar a trabajar ahora mismo.

Para comprender del poder de la contemplación, debes esforzarte por entender la ley de tu ser como algo que te permite utilizar tus procesos de pensamiento para mantenerte sintonizado con el espíritu o la energía de la fuente.
Procura imaginar que todo y todos tienen su origen en una energía sin forma que hemos acordado llamar “espíritu”, y después visualiza el espíritu como una fuerza creativa que utiliza la contemplación para expresarse a sí misma en una forma material.

Cuando simplemente te haces consciente, dejas de ser una víctima de los infinitos virus mentales que parece que te impiden acceder a tu completa realización. Ya no te resulta difícil cambiar aquellos viejos patrones de pensamiento que te impiden vivir a niveles óptimos de éxito, felicidad y de salud. Disfrutas conscientemente del conocimiento de que ni los memes, ni los genes, ni ninguna otra cosa del mundo material tiene control absoluto sobre ti… y no hay límites respecto a en quién puedes convertirte.

La renuncia es el primer paso. Pero la verdadera renuncia consiste en darse cuenta de que no hay nada a lo que renunciar, puesto que nada es tuyo. Aunque te pueda resultar difícil asimilarlo, cuando renuncias produces riqueza. Estar dispuesto a rendirse significa no volver a necesitar excusas. Al final, todo es como es. Dios no necesita excusas… y como tú y Dios sois la misma cosa, tú tampoco las necesitas.
Tienes que estar dispuesto a aceptar los aspectos de la vida que te salgan al paso y ordenarlos de manera que trabajen contigo y para ti, no contra ti. La clave es estar dispuesto. Las piezas aparecerán. Siempre lo han hecho y siempre lo harán. Tu disposición a ordenarlas en lugar de quejarte o poner excusas, tendrá su recompensa.

Cuando cambias al estado de compasión toda culpa desaparece. Así que, independientemente de lo que quieras para ti mismo, descubre cómo puedes querer más para algún otro y después haz ese cambio. En ese momento de contemplación, la compasión erradicará el señalar con el dedo y derrotará a la presentación de excusas. Y empezarás a pensar como piensa Dios: servir, ofrecer, dar y amar libremente.

Ahora es el momento más importante porque es el único momento en que tenemos algún poder. La persona más importante es aquella con la que estás, porque nadie sabe si alguna vez tratarás con alguien más. Y el asunto más importante es hacerle el bien, porque solo para ese propósito fue enviado el hombre a esta vida.

Entabla una conversación con tu mente subconsciente en la que dejes claro que no vas a permitir que parte de tu vida esté dirigida por un extraño invisible que actúa y reacciona basándose en una programación memética o genética. Y decide que no vas a consentir (o a excusar) una conducta originada en una parte inconsciente de ti.

Cuanto más vivo, más dispuesto estoy a dejar que unos poderes invisibles hagan su magia conmigo y a mi alrededor, y menos lo pongo en cuestión. He renunciado a la idea de que estoy separado de la mente omnisciente del universo. En este estado de reverencia siento pasión todo el tiempo. No necesito hacer nada: la siento ante cada rostro que miro, ante cada noche estrellada y cada flor que observo. Mis mejores momentos de entusiasmo ocurren cuando intento pensar y actuar como lo hace la ommnisciente y benevolente fuente de todo. Cuando me libro del ego, soy más capaz de mantener mi pasión. La presencia de la pasión (sentirse bien) es también lo mismo que haber despertado al Dios que hay dentro.


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Wayne Dyer – ¡Basta de excusas! Cómo cambiar los pensamientos de toda una vida. (... en español se ha editado con el título: "Piensa diferente, vive diferente. No te creas todo lo que piensas". Creo que el original del autor es más directo y apropiado. Una lectura enormemente recomendable, junto a su conmovedora película: El Cambio -The Shift-).


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Serenidad es lo mismo que transparencia (Rafael Navarrete)





La felicidad parece ser más bien el resultado de la aceptación gozosa de cuanto nos ofrece la vida, cuando nos decidimos a sentirnos satisfechos con nuestro destino. El hombre feliz comprende que la vida tiene sentido. Por unos momentos la vida deja de pesarnos y se vuelve leve, como si alguien hubiera tomado sobre sus hombros nuestra carga.
La felicidad es un rayo de luz que nos viene de otro mundo, y que se quiebra en mil colores en el corazón de cada ser humano. La felicidad es una decisión de la voluntad, no entregues a nadie la llave de tu felicidad. No existe una felicidad total.

Puedes aprender a sembrar las semillas de la felicidad y hacerlo consciente de cuáles son las raíces de tu propia infelicidad. Cada uno tiene que responsabilizarse de su propia felicidad; para que sea posible y duradera puedes buscarla por dos caminos esenciales: la serenidad y el control de la mente. Si no fuéramos felices desde nosotros mismos, nunca podríamos conseguirlo; nada ni nadie puede dárnosla.

Serenidad es lo mismo que transparencia, apertura, dejar que se haga presente lo que somos, y vivir gozosamente en esa conciencia. Nunca conseguirás una serenidad permanente si no logras controlar tu mente. En realidad se trata más bien de “descontrolar” la mente de tantos pensamientos y creencias erróneas que distorsionan tu mirada y tu encuentro con la vida. Hablar de control de la mente es hablar de limpieza interior.
La serenidad que buscamos no es ni una abstracción, ni el fruto de un esfuerzo; es el resultado de un ser en armonía, íntegro, que comprende la realidad, se relaciona acertadamente: por eso es difícil conseguirla. (Ya que…) ¿Dónde estás tú? ¿Quién eres tú? ¿Qué buscas?

Hemos dejado de creer en las posibilidades ocultas de la persona humana, en nuestros propios recursos, y hemos puesto nuestras esperanzas en la técnica. El conflicto somos nosotros mismos. Solo cuando el hombre se comprenda a sí mismo podrá encontrar el hilo brillante que le saque de su laberinto. La reconstrucción interior se inicia amándonos a nosotros mismos y sabiendo perdonar los propios errores.
Situarse dentro de nosotros mismos quiere decir iniciarse en un nuevo estilo de vida, en un trabajo incesante, alerta, que debes realizar contigo hasta conseguir la re-construcción de tu intimidad; es darte cuenta de tu modo de reaccionar ante los estímulos que llegan hasta ti desde el exterior y desde tu propia interioridad. Cuando aprendas a vivir dentro de ti mismo se te abre un camino nuevo que te sitúa a un punto desde el cual es posible el cambio.

La transformación del ser humano nunca es el resultado de un largo discurso, comienza en el mismo momento en que nos volvemos conscientes de nosotros mismos y nos liberamos de los conceptos. Darse cuenta no es juzgar, comparar, reprender o alabar. Es una mirada que informa de lo que es, de cómo son las cosas y de cómo mantengo mi relación con ellas. Es el comienzo de una toma de decisiones desde mí mismo.
El hombre y la mujer que inician el cambio saben lo que sienten, y eligen vivir desde ellos mismos cuando lo creen conveniente. Han descubierto que ellos son “alguien” frente al ambiente, frente a los demás, y deciden vivir desde su propio centro. 

Vivir es aprender a vivir gozosamente en cualquier circunstancia, basta con vivir conscientes para ser felices. Con frecuencia no podrás cambiar algunas circunstancias; todavía te queda un recurso: ¡cámbiate a ti mismo!. Comprende dónde está la fuente de tu sufrimiento y habrás dado un paso decisivo para superarlo y ser un poco más feliz. Puesto que la causa de nuestros sufrimientos está en la mente del hombre, es también ahí donde hay que poner los cimientos de su superación.

¡Qué difícil es ser libre desde dentro, y emprender un camino nuevo, más allá de lo que ha sido hasta ahora nuestro territorio familiar! No hay mayor victoria que la hazaña de liberarse de uno mismo, de nuestras viejas filosofías para reestructurar de un modo más acertado nuestra mente.

La causa de nuestros sufrimientos es nuestro modo equivocado de pensar y relacionarnos con la realidad. Mientras que nuestra mente permanezca condicionada por tantas fantasías, sin comprender cómo son las cosas, el acceso a la tierra virgen de la realidad primera es imposible. Para Buda, la realidad, todo cuanto existe, la vida es dhuka, sufrimiento, porque nada permanece, porque todo es insustancial, imperfecto, nada tiene consistencia en sí mismo. La vida fluye sin descanso; aprender a fluir, a soltar, a separarse de todo, a vivir desapegado y libre de todo, es el gran acierto de la vida misma. Sin el dolor – ¡qué duro es reconocerlo!–, el hombre se vuelve superficial, absorto en el juego de sus frivolidades. Parece que solo en los momentos de sufrimiento aprendemos a traspasar dignamente el umbral de nuestro destino.



Hay un camino para conseguir este estado de conciencia que nos haga posible la concienciación y desidentificación de los contenidos fluctuantes de la conciencia: mediante la concentración en la respiración y las sensaciones del propio cuerpo. (Ello nos hace posible...) el control del pensamiento, que empieza siempre dede el mismo punto de salida: la concentración. Concentrarse es involucrarse totalmente en cada actividad, con atención absoluta y con clara conciencia de lo que hacemos -al principio te das cuenta de que estás “dormido” y que eres inconsciente en gran parte de todo lo que sucede en ti-, (con una práctica constante) se baja al nivel “alfa” de vibración. (Un pasito más allá...), durante la meditación, nos sentimos quietos, relajados, sin pensar en nada, sin deseos de conseguir nada. Desde ese no-pensar, brota otro tipo de conciencia más amplio que nos ilumina mostrándonos nuevos horizontes.
 
Solo existe una postura acertada frente a los pensamientos negativos: sé constante en el empeño de mantener una alerta interior que te haga posible impedir que se apodere de ti cualquier pensamiento negativo. Dice Sivananda: “Sepárate de esos pensamientos negativos e identifícate con el Ser Supremo”.

La fe no es un mero pensamiento o sentimiento, es algo más profundo que toca al hombre en lo más íntimo y que lo transforma convirtiéndolo en un hombre nuevo. Mediante la fe construimos un mundo, pero, a su vez, ese mundo nos crea a nosotros, aumenta o reduce nuestras posibilidades según el mundo ancho o estrecho que nosotros mismos hayamos creado. Con la fe todo es posible; cuando se pierde la fe, los límites de nuestro mundo se estrechan hasta las fronteras de nuestras nuevas creencias.

Somos lo que ahora creemos ser, en virtud del condicionamiento que, desde el cerebro profundo, ejercen sobre nosotros las imágenes que rigen nuestra existencia. Siempre es la imagen quien condiciona el subconsciente y la existencia toda. Pero la mente es más que todo cuanto pueda limitar una imagen. La visualización de una imagen desde el estado alfa hace posible el acceso a la realidad espiritual simbolizada en la imagen; no somos seres aislados, abandonados a la debilidad de nuestro ego asustado. De un modo desconocido para nosotros vivimos inmersos en la totalidad; todo es uno, y nuestros límites siempre están en contacto con otras orillas del mar imenso de la energía total.

El zen insiste una y otra vez en la misma necesidad de matar al yo (que desaparece al cesar los pensamientos). No se trata de diluirse en una actitud irresponsable, pasiva. Pero sí es necesario renunciar a cualquier forma de apego. No se trata de la negación del mundo, sino de la superación del apego a él. El ego nos encierra en un espacio estrecho, fabricado de estructuras mentales y creencias, que nos ahogan y nos hacen caer en el gran error de vivir como seres estáticos, al margen del fluir de la vida. Matar el yo es aprender a dejar, a soltarlo todo, sin que nada quede entre las manos.

El día que un hombre, o una mujer, dice desde lo hondo de su ser: “yo no soy mi cuerpo, que se seca como una laguna en verano; yo no soy mis pensamientos, ni mis sentimientos, no soy lo que hago ni nada de todo cuanto tengo…” y se queda en silencio, sin angustiarse, sin intentar de nuevo aferrarse a nada, está en el inicio del paso definitivo.
Muy pronto su corazón oirá la gran noticia: “yo soy tú”. El ego se desvanece y un mundo nuevo se abre ante él, como una tierra virgen que ha existido desde siempre, pero que solo ahora se desnuda de sus sombras.




Rafael Navarrete – El Aprendizaje de la Serenidad. Para un control de la mente



jueves, 15 de noviembre de 2012

La felicidad es una mariposa, según Anthony de Mello




¡Cuidado con las palabras!, solía decir el Maestro. En cuanto te descuidas, adquieren vida propia; te deslumbran, te hipnotizan, te aterrorizan…, te hacen perder de vista la realidad que representan y te hacen creer que son reales.
El mundo que vemos no es el Reino que ven los niños, sino un mundo fragmentado, roto en mil pedazos por la palabra. Es como si viéramos cada una de las olas como algo distinto e independiente del conjunto del océano.
Cuando se silencian palabras y pensamientos, el Universo –real, entero y uno– se muestra en todo su esplendor, y las palabras son lo que deben ser: la partitura, no la música; el menú, no la comida; el poste indicador, no el final del viaje.


Todo el mundo hablaba del líder religioso que había perdido la vida en una acción suicida. Y, aunque nadie en el monasterio lo aprobaba, no faltó quien afirmara que admiraba su fe.
- ¿Fe?, dijo el Maestro.
- Hombre, al menos tuvo el valor de defender sus convicciones hasta el final, ¿no crees?
- Eso no es fe, sino fanatismo. La fe exige un valor aún mayor, el de reconsiderar las propias convicciones y rechazarlas si no cuadran con los hechos.


-¿Cuál es el secreto de la serenidad?, preguntó el discípulo.
- Cooperar incondicionalmente con lo inevitable, respondió el Maestro.


Cuando le preguntaron a qué se parecía la Iluminación, el Maestro respondió: es como adentrarse en el desierto y de pronto, tener la sensación de estar siendo observado.
- ¿Por quién?
- Por las rocas, los árboles y las montañas.
- Una sensación incómoda…
- No. Una sensación reconfortante. Pero por ser también una sensación desacostumbrada, uno siente la necesidad de regresar cuanto antes al mundo habitual de las personas –con sus ruidos, sus palabras y sus risas- que nos ha alejado de la Naturaleza y de la Realidad.



En cierta ocasión, hablaba el Maestro de la idea hindú de que toda la creación es un juego de Dios, y de que el universo es su patio de recreo. Y decía también que el fin de la espiritualidad es convertir toda la vida en juego.
Aquello le pareció demasiado frívolo a su puritano visitante, que preguntó: Entonces, ¿no hay lugar para el trabajo?
- ¡Por supuesto que lo hay! Pero el trabajo solo se hace espiritual cuando se transforma en juego, respondió el Maestro.


A los discípulos que confiaban ingenuamente en que no había nada que no pudieran lograr si se ponían a ello con decisión, el Maestro solía decirles: las mejores cosas de la vida no pueden lograrse por la fuerza.
Puedes obligar a comer, pero no puedes obligar a tener hambre; puedes obligar a alguien a acostarse, pero no puedes obligarle a dormir; puedes obligar a que te elogien, pero no obligar a sentir admiración; puedes obligar a que te cuenten un secreto, pero no obligar a inspirar confianza; puedes obligar a que te sirvan, pero no puedes obligar a que te amen.


El Maestro, aunque le fascinaba la tecnología moderna, se negaba a darle el nombre de “progreso”.
El verdadero progreso para él era el progreso del corazón, el progreso de la felicidad, no el progreso del cerebro o el progreso de los cacharros.
- ¿Qué piensa usted de la civilización moderna?, le preguntó una vez un periodista.
- Creo que sería una buenísima idea, fue su respuesta.


Lo que no le gustaba al Maestro de los activistas sociales era que buscaban la reforma, no la revolución. Y solía narrar este cuento:
“Érase una vez un rey muy sabio y bondadoso que, al enterarse de que había una serie de personas inocentes en las mazmorras de su prisión, mandó construir una prisión más confortable para aquellos inocentes”.



Una creencia religiosa, dijo el Maestro, no es una afirmación de la Realidad, sino un indicio, una pista de algo que es un Misterio y que queda fuera del alcance del pensamiento humano. En suma, una creencia religiosa no es mas que un dedo apuntando a la luna; algunas personas religiosas no van más allá del estudio del dedo.
Otras se dedican a chuparlo.
Y otras usan el dedo para sacerse los ojos. Estos son los fanáticos a quienes la religión ha dejado ciegos.
En realidad, son poquísimas las personas religiosas lo bastante objetivas como para ver lo que el dedo está señalando. Y a estas personas, que han superado la creencia, se las considera blasfemas.


El Maestro sostenía que lo que todo el mundo tiene por verdadero es falso; por eso el pionero se encuentra siempre en absoluta minoría. Y decía: “Pensáis en la Verdad como si fuera una forma que podéis sacar de un libro. Pero la Verdad exige pagar el precio de la soledad. Si quieres seguir a la Verdad, has de aprender a caminar solo.


Cada vez que salía a colación el tema de Dios, el Maestro insitía en que Dios excede la capacidad de comprensión del ser humano, es decir, que Dios es un Misterio y que, por consiguiente, cuanto digamos de Dios no tiene nada que ver con Él, sino con la idea que tenemos de él.
De hecho, los discípulos nunca comprendieron las consecuencias de ello hasta el día en que el Maestro decidió mostrárselas:
- No es exacto decir que Dios creó el mundo o que Dios nos ama, o que Dios es grande…, porque de Dios no puede afirmarse nada. Por tanto, para ser exactos, deberíamos decir: “Nuestro concepto de Dios creó el mundo, nuestro concepto de Dios nos ama, nuestro concepto de Dios es grande…”
- Si es así, ¿no tendríamos que abandonar cualquier concepto que tengamos de lo divino?
- No tendríais que abandonar vuestros ídolos si no los hubierais construido primero, dijo el Maestro.


- ¿En qué consiste la Iluminación?
- En ver.
- ¿En ver qué?
- La superficialidad del éxito, la vaciedad de nuestros logros, la insignificancia del esfuerzo humano…, dijo el Maestro.
El discípulo quedó horrorizado: ¡Pero es pesimismo y desesperación!
- No. Es la emoción y la libertad del águila que planea sobre un barranco sin fondo.



- Ando buscando el sentido de la existencia, dijo el visitante.
- Naturalmente, das por supuesto que la existencia tiene un sentido…, le dijo el Maestro.
- ¿Es que no lo tiene?
- Cuando experimentes la existencia tal como es –no como tú piensas que es–, descubrirás que tu pregunta no tiene sentido, dijo el Maestro.


- ¡Qué alegre parece el Maestro!, observó un visitante.
- Uno siempre camina con paso alegre cuando se ha librado de esa carga que llamamos “ego”, dijo un discípulo.


Un discípulo se quejaba de la costumbre que tenía el Maestro de echarle abajo sus más preciosas creencias. Y le dijo el Maestro:
- Lo que hago es prenderle fuego al templo de tus creencias para que, cuando haya quedado destruido, tengas una perfecta visión del cielo inmenso y sin límites.


Mi sufrimiento es insoportable, dijo alguien. Y le replicó el Maestro:
- El momento presente nunca es insoportable. Lo que te hace desesperar es lo que piensas que va a suceder en los próximos cinco minutos o en los próximos cinco días. ¡Deja de vivir en el futuro!


- ¿Cómo puedo cambiarme a mí mismo?
- Tú eres tú mismo; consiguientemente, tú no puedes cambiarte a ti mismo, de la misma manera que tampoco puedes alejarte de tus pies.
- ¿No tengo, pues, nada que hacer?
- Puedes comprenderlo y aceptarlo.
- Pero, ¿cómo voy a cambiar si me acepto a mí mismo?
- ¿Y cómo vas a cambiar si no lo haces? Lo que no aceptas no puedes cambiarlo, simplemente, te las ingenias para reprimirlo.


El arrepentimiento no consiste en afligirse por el pasado. El pasado ha muerto y no merece un solo momento de aflicción. Arrepentirse es cambiar de mente; es ver la realidad de un modo radicalmente distinto.


- ¿Por qué estás siempre rezando?, preguntó el Maestro.
- Porque la oración alivia mi mente de una enorme carga.
- Desgraciadamente, eso es lo que la oración suele hacer…
- ¿Y qué tiene de malo?
- En primer lugar, que te impide ver quién puso allí esa carga, dijo el Maestro.



Lo que tú necesitas es Consciencia, dijo el Maestro a un discípulo con una mentalidad religiosa. Consciencia, consciencia y consciencia.
- Ya te entiendo, debo intentar ser consciente de la presencia de Dios…
- La consciencia de la presencia de Dios es pura fantasía, porque no tienes ni idea de cómo es Dios. Lo que necesitas es consciencia de ti mismo. Más tarde diría: “Si Dios es Amor, entonces la distancia que hay entre Dios y tú ¿no es la misma que hay entre tú y tu consciencia de ti mismo?


La felicidad es una mariposa, dijo el Maestro. Si la persigues, se escapa. Si te sientas y esperas tranquilamente, se posa en tu hombro.
- Entonces, ¿qué debo hacer para alcanzar la felicidad?
- Dejar de perseguirla.
- ¿Y no puedo hacer nada más?
- Sí. Puedes tratar de sentarte y esperar tranquilamente… ¡si te atreves!



Dijo el Maestro: “Cuando estabas en el seno materno estabas en silencio. Luego naciste y empezaste a hablar, hablar y hablar, hasta el día en que te llevan a la tumba. Entonces, volverás a estar en silencio. Trata de capturar ese silencio que conociste en el seno materno, que volverás a conocer en la tumba, y que incluso ahora subyace a este ruidoso intervalo que llamamos “vida”, porque ese silencio es tu más profunda esencia.




Anthony de Mello – Un minuto para el absurdo

lunes, 12 de noviembre de 2012

"Y mi hermano Jesús dijo: ..." (Evangelio de Tomás)



Quizá si hubo alguien que amó y recordó a Judas: el propio Jesús. Si podemos tomar en consideración lo que dice uno de los escritos apócrifos más controvertidos, el evangelio de Tomás (Judas Tomás “Iscariote”) descubierto en Nag Hammadi, se aprecia como sólo Judas entendió el mensaje de Jesús, sólo a él le expresó Jesús sus más íntimos proyectos, y sólo a él le confiaría la labor más dolorosa de ese momento: su entrega a las autoridades para que se cumpliera el plan de salvación que le había sido confiado, como Mesías de Dios o liberador legal del pueblo judío ante la usurpación de Herodes y la ocupación romana. ¿Pudo ser el texto del evangelio apócrifo de Tomás (Dídimo Judas Tomás...  Dídimo=hermano gemelo) inspirado por un hermano gemelo de Jesús, ó es otra de las coincidencias que fueron forzadas, como otros dioses anteriores que nacían junto con un  hermano gemelo? ¿No será finalmente este Judas el que suplantaría, dado su enorme parecido, a Jesús en la cruz y murió por él? 

También resulta desconcertante, pero lógico por otra parte (así todo queda en familia), la asignación de Santiago, otro hermano de Jesús, como su sucesor, “por quien el cielo y la tierra fueron creados”, en detrimento del dudoso liderazgo de Pedro, posteriormente extendido, quien nunca le entendió, e incluso por encima del papel sumamente relevante, no solo en los evangelios canónicos, sino también en algunos apócrifos y la tradición oral, de María Magdalena, como discípula, ¿esposa?, mujer acaudalada que sufraga las actividades del grupo, ¿suma sacerdotisa de Isis que inicia a Jesús en los Misterios de Osiris (al que uno de los nombres lo identificaba como “el que pone de manifiesto el bien”), el dios muerto, resucitado y que prometía la vida eterna?... ¿quien llevara a término la vivificación del mito y engendrar otro Horus, iniciador de una nueva civilización?

Son múltilples los interrogantes que nos podemos hacer, quizá descabellados, pero provocados por la niebla histórica sobre la figura real de Jesús, lo que verdaderamente hizo y dijo. Pocos textos se resisten a no ser considerados como una amalgama, una recreación de diversas tradiciones orales, donde no se haya añadido la idea personal del autor, futuras correcciones y errores de copia de otros, etc. En fin, no soy especialista, pero este Evangelio de Tomás me parece una obra de arte de la sabiduría, el pensamiento, la Verdad…, no parece contaminado por posteriores intereses humanos, nos muestra una visión del hombre, Dios, el Amor y el sentido de la existencia sutilmente diferentes a los evangelios cristianos. 

Es necesario leer el texto entero, y aconsejable; me he limitado a seleccionar los “dichos” que me han parecido más relevantes, omitiendo al comienzo de ellos: “Dijo Jesús…”, para no hacer reiterativa su lectura. Asímismo, he dado por buenas las palabras sugeridas por los traductores allí donde faltaban o eran ilegibles en el original y que normalmente van entre corchetes.  Por lo demás, creo que no importa qué religión o creencia posea el lector, si son verdaderos de Jesús o no… ¡son sencillamente geniales!





Éstos son los dichos secretos que ha proclamado Yeshúa (Jesús) el viviente y que anotó Dídimo Judas Tomás:

1. «Quien encuentre el sentido de estas palabras no gustará la muerte».

2. «El que busca no debe dejar de buscar hasta tanto que encuentre. Y cuando encuentre se estremecerá, y tras su estremecimiento se llenará de admiración y reinará sobre el universo».

3. «Si aquellos que os guían os dijeren: Ved, el Reino está en el cielo, entonces las aves del cielo os tomarán la delantera. Y si os dicen: Está en la mar, entonces los peces os tomarán la delantera. Mas el Reino está dentro de vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos, entonces seréis conocidos y caeréis en la cuenta de que sois hijos del Padre Viviente. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, estáis sumidos en la pobreza y sois la pobreza misma».

4. «No vacilará un anciano a su edad en preguntar a un niño de siete días por el lugar de la vida, y vivirá; pues muchos primeros vendrán a ser últimos y terminarán siendo uno solo».

5. «Reconoce lo que tienes ante tu vista y se te manifestará lo que te está oculto, pues nada hay escondido que no llegue a ser manifiesto».

7. «Dichoso el león que al ser ingerido por un hombre se hace hombre; abominable el hombre que se deja devorar por un león y éste se hace hombre».

10. «He arrojado fuego sobre el mundo y ved que lo mantengo hasta que arda».

11. «Pasará este cielo y pasará asimismo el que está encima de él. Y los muertos no viven ya, y los que están vivos no morirán. Cuando comíais lo que estaba muerto, lo hacíais revivir; ¿qué vais a hacer cuando estéis en la luz? El día en que erais una misma cosa, os hicisteis dos; después de haberos hecho dos, ¿qué vais a hacer?».

12. Los discípulos dijeron a Jesús: «Sabemos que tú te irás de nuestro lado; ¿quién va a ser el mayor entre nosotros?» Díjoles Jesús: «Dondequiera que os hayáis reunido, dirigíos a Santiago el Justo, por quien el cielo y la tierra fueron creados».

13. «Haced una comparación y decidme a quién me parezco». Dijóle Simón Pedro: «Te pareces a un ángel justo». Díjole Mateo: «Te pareces a un filósofo, a un hombre sabio». Díjole Tomás: «Maestro, mi boca es absolutamente incapaz de decir a quién te pareces». Respondió Jesús: «Yo ya no soy tu maestro, puesto que has bebido y te has emborrachado del manantial que yo mismo he medido». Luego le tomó consigo, se retiró y le dijo tres palabras. Cuando Tomás se volvió al lado de sus compañeros, le preguntaron éstos: «¿Qué es lo que te ha dicho Jesús?» Tomás respondió: «Si yo os revelara una sola palabra de las que me ha dicho, cogeríais piedras y las arrojaríais sobre mí: entonces saldría fuego de ellas y os abrasaría».

14. «Si ayunáis, os engendraréis pecados; y si hacéis oración, se os condenará; y si dais limosnas, haréis mal a vuestros espíritus. Cuando vayáis a un país cualquiera y caminéis por las regiones, si se os recibe, comed lo que os presenten y curad  a los enfermos entre ellos. Pues lo que entra en vuestra boca no os manchará, mas lo que sale de vuestra boca, eso sí que os manchará».

16. «Quizá piensan los hombres que he venido a traer paz al mundo, y no saben que he venido a traer disensiones sobre la tierra: fuego, espada, guerra. Pues cinco habrá en casa: tres estarán contra dos y dos contra tres, el padre contra el hijo y el hijo contra el padre. Y todos ellos se encontrarán en soledad».

17. «Yo os daré lo que ningún ojo ha visto y ningún oído ha escuchado y ninguna mano ha tocado y en ningún corazón humano ha penetrado».

18. Dijeron los discípulos a Jesús: «Dinos cómo va a ser nuestro fin». Respondió Jesús: «¿Es que habéis descubierto ya el principio para que preguntéis por el fin? Sabed que donde está el principio, allí estará también el fin. Dichoso aquel que se encuentra en el principio: él conocerá el fin y no gustará la muerte».

19. «Dichoso aquel que ya existía antes de llegar a ser. Si os hacéis mis discípulos y escucháis mis palabras, estas piedras se pondrán a vuestro servicio. Cinco árboles tenéis en el paraíso que ni en verano ni en invierno se mueven y cuyo follaje no cae: quien los conoce no gustará la muerte».

21. Dijo Mariham (María Magdalena) a Jesús: «¿A qué se parecen tus discípulos ?» Él respondió: «Se parecen a unos muchachos que se han acomodado en una parcela ajena. Cuando se presenten los dueños del terreno les dirán: Devolvednos nuestra finca. Ellos se sienten desnudos en su presencia al tener que dejarla y devolvérsela». Por eso os digo: «Si el dueño de la casa se entera de que va a venir el ladrón, se pondrá a vigilar antes de que llegue y no permitirá que éste penetre en la casa de su propiedad y se lleve su ajuar. Así, pues, vosotros estad también alerta ante el mundo, ceñid vuestros lomos con fortaleza para que los ladrones encuentren cerrado el paso hasta vosotros; pues si no darán con la recompensa  que vosotros esperáis. ¡Ojalá surja de entre vosotros un hombre sabio que —cuando la cosecha hubiere madurado— venga rápidamente con la hoz en la mano y la siegue! El que tenga oídos para oír, que oiga».

22. Jesús vio unas criaturas que estaban siendo amamantadas y dijo a sus discípulos: «Estas criaturas a las que están dando el pecho se parecen a quienes entran en el Reino». Ellos le dijeron: «¿Podremos nosotros —haciéndonos pequeños— entrar en el Reino?» Jesús les dijo: «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una, y de configurar lo interior con lo exterior, y lo exterior con lo interior, y lo de arriba con lo de abajo, y de reducir a la unidad lo masculino y lo femenino, de manera que el macho deje de ser macho y la hembra hembra; cuando hagáis ojos de un solo ojo y una mano en lugar de una mano y un pie en lugar de un pie y una imagen  en lugar de una imagen, entonces podréis entrar en el Reino».

24. Dijeron sus discípulos: «Instrúyenos acerca del lugar donde moras, pues sentimos la necesidad de indagarlo». Díjoles: «El que tenga oídos, que escuche: en el interior de un hombre de luz hay siempre luz y él ilumina todo el universo; sin su luz reinan las tinieblas».

25. «Ama a tu hermano como a tu alma; cuídalo como la pupila de tu ojo».

26. «La paja en el ojo de tu hermano, sí que la ves; pero la viga en el tuyo propio, no la ves. Cuando hayas sacado la viga de tu ojo, entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano».

28. «Yo estuve en medio del mundo y me manifesté a ellos en carne. Los hallé a todos ebrios y no encontré entre ellos uno siquiera con sed. Y mi alma sintió dolor por los hijos de los hombres, porque son ciegos en su corazón y no se percatan de que han venido vacíos al mundo y vacíos intentan otra vez salir de él. Ahora bien: por el momento están ebrios, pero cuando hayan expulsado su vino, entonces se arrepentirán».

29. «El que la carne haya llegado a ser gracias al espíritu es un prodigio; pero el que el espíritu haya llegado a ser gracias al cuerpo, es prodigio de prodigios. Y yo me maravillo cómo esta gran riqueza ha venido a alojarse en esta pobreza».

30. «Dondequiera que hubiese tres dioses, dioses son; dondequiera que haya dos o uno, con él estoy yo».

37. Sus discípulos dijeron: «¿Cuándo te nos vas a manifestar y cuándo te vamos a ver?» Dijo Jesús: «Cuando perdáis el sentido de la vergüenza y —cogiendo vuestros vestidos— los pongáis bajo los talones como niños pequeños y los pisoteéis, entonces veréis al Hijo del Viviente y no tendréis miedo».

38. «Muchas veces deseasteis escuchar estas palabras que os estoy diciendo sin tener a vuestra disposición alguien a quien oírselas. Días llegarán en que me buscaréis y no me encontraréis».

39. «Los fariseos y los escribas recibieron las llaves del conocimiento y las han escondido: ni ellos entraron, ni dejaron entrar a los que querían. Pero vosotros sed cautos como las serpientes y sencillos como las palomas».

41.  «A quien tiene en su mano se le dará; y a quien nada tiene —aun aquello poco que tiene— se le quitará».

42. «Haceos pasajeros».

43. Le dijeron sus discípulos: «¿Quién eres tú para decirnos estas cosas?» Jesús respondió: «Basándoos en lo que os estoy diciendo, no sois capaces de entender quién soy yo; os habéis vuelto como los judíos, ya que éstos aman el árbol y odian su fruto, aman el fruto y odian el árbol».

46. «Desde Adán hasta Juan el Bautista no hay entre los nacidos de mujer nadie que esté más alto que Juan el Bautista, de manera que sus ojos no se quiebren. Pero yo he dicho: Cualquiera de entre vosotros que se haga pequeño, vendrá en conocimiento del Reino y llegará a ser encumbrado por encima de Juan».

48. «Si dos personas hacen la paz entre sí en esta misma casa, dirán a la montaña: ¡Desaparece de aquí! Y ésta desaparecerá».

50. «Si os preguntan: ¿De dónde habéis venido?, decidles: Nosotros procedemos de la luz, del lugar donde la luz tuvo su origen por sí misma; allí estaba afincada y se manifestó en su imagen. Si os preguntan: ¿Quién sois vosotros.?, decid: Somos sus hijos y somos los elegidos del Padre Viviente. Si se os pregunta: ¿Cuál es la señal de vuestro Padre que lleváis en vosotros mismos?, decidles: Es el movimiento y a la vez el reposo».

55. «Quien no odie a su padre y a su madre, no podrá ser discípulo mío. Y quien no odie a sus hermanos y hermanas y no cargue con su cruz como yo, no será digno de mí».

56. «Quien haya comprendido lo que es el mundo, ha dado con un cadáver. Y quien haya encontrado un cadáver, de él no es digno el mundo».

61. «Dos reposarán en un mismo lecho: el uno morirá, el otro vivirá». Dijo Salomé: «¿Quién eres tú, hombre, y de quién? Te has subido a mi lecho y has comido de mi mesa». Díjole Jesús: «Yo soy el que procede de quien me es idéntico; he sido hecho partícipe de los atributos de mi Padre». Salomé dijo: «Yo soy tu discípula». Jesús le dijo: «Por eso es por lo que digo que si uno ha llegado a ser idéntico, se llenará de luz; mas en cuanto se desintegre, se inundará de tinieblas».

66. «Mostradme la piedra que los albañiles han rechazado; ésta es la piedra angular».

67. «Quien sea conocedor de todo, pero falle en lo tocante a sí mismo, falla en todo».

70. «Cuando realicéis esto en vosotros mismos, aquello que tenéis os salvará; pero si no lo tenéis dentro, aquello que no tenéis en vosotros mismos os matará».

76. «El reino del Padre se parece a un comerciante poseedor de mercancías, que encontró una perla. Ese comerciante era sabio: vendió sus mercancías y compró aquella perla única. Buscad vosotros también el tesoro imperecedero allí donde no entran ni polillas para devorarlo ni gusano para destruirlo».

77. «Yo soy la luz que está sobre todos ellos. Yo soy el universo: el universo ha surgido de mí y ha llegado hasta mí. Partid un leño y allí estoy yo; levantad una piedra y allí me encontraréis».

80. «El que haya reconocido al mundo, ha encontrado el cuerpo. Pero de quien haya encontrado el cuerpo, de éste no es digno el mundo».

82. «Quien esté cerca de mí, está cerca del fuego; quien esté lejos de mí, está lejos del Reino».

83. «Las imágenes se manifiestan al hombre, y la luz que hay en ellas permanece latente en la imagen de la luz del Padre. Él se manifestará, quedando eclipsada su imagen por su luz».

84. «Cuando contempláis lo que se os parece, os alegráis; pero cuando veáis vuestras propias imágenes hechas antes que vosotros —imperecederas y a la vez invisibles—, ¿cuánto podréis aguantar?».

95. «Si tenéis algún dinero, no lo prestéis con interés, sino dádselo a aquel que no va a devolvéroslo».

96. «El reino del Padre se parece a una mujer que tomó un poco de levadura, la introdujo en la masa y la convirtió en grandes hogazas de pan. Quien tenga oídos, que oiga».

97. «El reino del Padre se parece a una mujer que transportaba un recipiente lleno de harina. Mientras iba por un largo camino, se rompió el asa y la harina se fue desparramando a sus espaldas por el camino. Ella no se dio cuenta ni se percató del accidente. Al llegar a casa puso el recipiente en el suelo y lo encontró vacío».

98. «El reino del Padre se parece a un hombre que tiene la intención de matar a un gigante: desenvainó primero la espada en su casa y la hundió en la pared para comprobar la fuerza de su mano. Entonces dio muerte al gigante».

104. Le dijeron: «Ven, vamos hoy a hacer oración y a ayunar». Respondió Jesús: «¿Qué clase de pecado he cometido yo, o en qué he sido derrotado? Cuando el novio haya abandonado la cámara nupcial, ¡que ayunen y oren entonces!».

105. «Quien conociere al padre y a la madre, será llamado hijo de prostituta».

106. «Cuando seáis capaces de hacer de dos cosas una sola, seréis hijos del hombre; y si decís: ¡Montaña, trasládate de aquí!, se trasladará».

112. «¡Ay de la carne que depende del alma! ¡Ay del alma que depende de la carne!».

113. Le dijeron sus discípulos: «¿Cuándo va a llegar el Reino?» Dijo Jesús: «No vendrá con expectación. No dirán: ¡Helo aquí! o ¡Helo allá!, sino que el reino del Padre está extendido sobre la tierra y los hombres no lo ven».

114. Simón Pedro les dijo: «¡Que se aleje Mariham (María Magdalena) de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida». Dijo Jesús: «Mira, yo me encargaré de hacerla macho, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros los hombres: pues toda mujer que se haga varón, entrará en el reino del cielo». 





Evangelio de Tomás (Fragmento griego de Oxyrhynchus, pap.654).

Dice Judas: «¿Quiénes son, pues, los que nos arrastran a lo alto del cielo, si es que el reino está en el cielo?» Dice Jesús: «Las aves del cielo, las bestias y todo lo que puede haber bajo la tierra, o sobre ella, y los peces del mar, son los que os arrastran hasta Dios. Y el reino de los cielos dentro de vosotros está. Quien, pues, conozca a Dios, lo encontrará, porque, conociéndole a Él, os conoceréis a vosotros mismos y entenderéis que sois hijos del Padre, el Perfecto, y, a la vez, os daréis cuenta de que sois ciudadanos del cielo. Vosotros sois la ciudad de Dios».



Evangelio de María Magdalena (Fragmento copto,17-19)

«… Después de decir todo esto, Mariam permaneció en silencio, dado que el Salvador había hablado con ella hasta aquí. Entonces, Andrés habló y dijo a los hermanos: «Decid lo que os parece acerca de lo que ha dicho. Yo, por mi parte, no creo que el Salvador haya dicho estas cosas. Estas doctrinas son bien extrañas. Pedro respondió hablando de los mismos temas y les interrogó acerca del Salvador: ¿Ha hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y escucharla? ¿Es que la ha preferido a nosotros?. Entonces Mariam se echó a llorar y dijo a Pedro: Pedro, hermano mío, ¿qué piensas? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por mí misma o que miento respecto al Salvador?

Entonces Leví habló y dijo a Pedro: Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la conoce perfectamente; por esto la amó más que a nosotros. Más bien, pues, avergoncémonos y revistámonos del hombre perfecto, partamos tal como nos lo ordenó y prediquemos el evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley fuera de lo que dijo el Salvador.

Luego que [Leví hubo dicho estas palabras], se pusieron en camino para anunciar y predicar el evangelio según Mariam».

jueves, 8 de noviembre de 2012

Aforismos sobre Dios de Juan Ramón Jiménez




Cuando Dios habla bajo es verdadero, cuando grita es falso.

Si Dios existe, yo soy inmortal. Si yo no soy inmortal, Dios no existe. Váyase lo uno por lo otro.

Si creemos en lo natural, podemos creer en Dios. Una naturaleza hecha por Dios sería artificial. Si queremos un dios hay que buscarlo en la naturaleza, en nosotros, los naturales.

¿Solo existe Dios mientras vivimos?

Dios es el instinto.

Dios no es orijen ni fin, es medio.

Quien haya seguido mi escritura poética habrá podido ver que yo nunca he hablado de Cristo como dios. Cristo es para mí el mayor ejemplo de poesía en dios. El nunca dijo que era dios, sino hijo de dios y hablaba de dios como su Padre, es decir, como su orijen. No creo que se haya escrito nada superior a la doctrina de Cristo como moral auténtica y como belleza poética.
Dios para mi es orijen y no hombre ejemplo ni redentor de hombres. Dios es lo esencial infinito y es la belleza y verdad abstractas del universo. Y yo amo a este dios como amo la luz del sol, la mirada de una mujer encantadora o la gracia del niño. En modo alguno como nada relacionado con un código de moralidad ni de ninguna otra idea práctica. La moral reside para mí en la belleza y la verdad y obra sin leyes. Mi dios no es legal.

Dios no es más que unidad de conciencia en lo bello y lo justo. No digo lo verdadero, porque la verdad yo no la puedo comprender sino como belleza y justicia, y está por lo tanto integrada en los dos fines.
Y la comunidad humana no puede ser tampoco más que comunidad de las conciencias, que ya digo que es Dios.

Hay, sin duda, un Principio. Si algunos poetas le han encontrado nombres provisionales, que no nos bastan, el Verbo, el Dios, la Acción (nombres diferentes en cada idioma), un poeta, un nombrador del Universo, le encontrará, un día, el nombre verdadero y único, un nombre que defina toda la verdad física y moral y que suponga toda la belleza moral y física. Mientras, no sabemos lo que es. Para mí, por el momento, y mientras no se me dé nombre mejor, el principio de todo es la Conciencia, porque lo que sabemos lo sabemos por la Conciencia. Porque la Conciencia es superior al Verbo y la Acción. Por la Conciencia sabemos también lo que son el Verbo y la Acción, y sabemos que dios, palabra, no significa nada superior a Acción, Verbo o Conciencia.
Pero no es necesario adorar ni levantar templos a la Conciencia, hay que suprimir esa ideolojía de adoración al Principio. Lo que debemos es adorarnos a nosotros y por amor; nosotros, los seres que participamos de esa Conciencia y podemos comprendernos por ella. No hacen falta más templos ni para la Conciencia ni para nada. La Conciencia está en nosotros. Templo somos nosotros, todos, y el universo con nosotros. Tenemos nuestro dios, es decir, nuestro amor conciente dentro. Por amor conciente todos somos dioses, en parte, de todos y de todo y todo no es más que nosotros todos.

Yo entiendo a dios como conciencia suma, absoluta, y si mi conciencia es parte de dios, de lo absoluto, de lo sumo, es natural que yo desee unificarme con él por ella. Y no después de mi muerte sino en vida, con conciencia de la conciencia de dios y de mi conciencia, de mi parte de conciencia.
Vivificarse es hacerse uno con la unidad suma de dios. Y entiendo por unidad, igualdad. Si morirme es ir a dios, vivirme puede ser irme estando con dios. Por ejemplo, si yo creo que dios ama, yo amo, que dios canta, yo canto, que dios es comunicativo y generoso, yo lo soy, que dios no quiere ser (visto), yo no quiero serlo, si yo creo que dios no juega las cartas, yo no juego, que no roba, no robo, que no fuma, no fumo, que no es bebedor, no bebo, que no es comilón, como lo necesario, que se rebela contra lo injusto, la calumnia, la mentira, yo me rebelo.

Desde que supe que la poesía, como Dios, no existe, perdí las ganas de escribir, como mucho antes las de rezar.
Y si escribo a veces, como a veces rezo, es por falta de  memoria, o entrada de olvido.

Yo no creo en Dios, ni en la poesía, ni en el amor, pero los practico, como si tuviera fe en ellos y ella porque los necesito, a ella sobre todos.
Así, mi trajedia es que me digo que tengo fe en ellos y ella todos los días, porque son mis tres ideales inconseguibles.

Yo oro hacia dentro, lo lleno, no hacia fuera, lo vacío. Porque mi Dios está dentro de mí. Y como Dios no existe fuera, cuando muramos seremos muertos nuestro propio Dios. Dormido.

… Y esta es mi manera de parecerme a dios, este es mi narcisismo, este es mi misticismo, mi teologismo, mi humildismo. Mi humildismo. Que si Dios se ha salido de sí, se ha partido, repartido y compartido es por humildad, no por soberbia, y si yo, parte suya, me quiero hacer uno con él es por humildad. No quiero ser ni su émulo ni su imitador, sino él; de aquí que no creo en mí, sino en él. Más humildad no es posible.
Narciso es humilde. Ve a dios, se mira en él y en él se echa para hacerse él: Él.