La vida es un largo viaje
y cada uno de nosotros solo posee una existencia para viajar. Ventearemos
nuestro camino, continua e incansablemente, moldeando, desarrollando y
modificando nuestro indefinido curso, realizando actos irrepetibles, en una
senda por la que no volveremos a pasar. Cada momento nos acerca más al final
del viaje y, cuando lo alcancemos, perecerá un vago y nebuloso recuerdo en
nuestra mente… algo inexplicable, cual un sueño interrumpido, intuido, pero
olvidado a medias y, al parecer, sin propósito.
Mientras continuemos del
todo conscientes, mantendremos el proceso de asimilar lo que nos rodea y darnos
una interpretación del mundo. Éste es un proceso continuo; nos desarrollamos
hasta el extremo en que nos vemos forzados, deseamos o somos capaces de
adaptarnos a ese alud de nuevas experiencias. En cada estadio de nuestras
vidas, seremos requeridos para llevar a cabo reajustes personales en lo
referente a nuestro mundo cambiante, a medida que nos enzarcemos cada vez más
en el proceso activo de hacerlo nuestro. Nuestro principal desafío en este
proceso radica en descubrir, desarrollar y conservar nuestra individualidad.
Hacer esto requiere que seamos plenamente conscientes, sensibles y flexibles.
Ahora poseemos suficiente
conocimiento del potencial de lo que es el ser humano como para superar el
odio, el miedo, el dolor, el hambre, la guerra y la desesperación. No se debe
mirar hacia atrás, no somos prisioneros del pasado. Podemos partir del punto en
que estamos. Nos bastamos para ello. No existen “otros” a los que echar la
culpa: cada uno de nosotros es el otro. Nosotros somos ellos. Cuando las cosas
no se hacen, todos somos culpables; cuando domina la incomprensión, somos
nosotros quienes no comprendemos; cuando nos encontramos en un estado de dolor
emocional o tensión, somos nosotros quienes hemos elegido estar así. Si no nos
convertimos en todo lo que somos, es que no estamos cambiando.
Pero la personalidad no
realizada reclama nuestra atención. No puede ser ignorada durante demasiado
tiempo. Nos fuerza, o bien a marchar hacia delante o hacia atrás, o a vivir en
la confusión, la ansiedad y la frustración. Somos conscientes de que nos falta
algo y de que sentimos una desesperada necesidad de descubrir qué es. Nos vemos
impulsados hacia el desarrollo a pesar del hecho de que, en el mejor de los
casos, las recompensas se hallan envueltas en las brumas de la ilusión; que
siempre parecemos mal preparados; que hemos fracasado con frecuencia en el
pasado; que el intelecto nos engaña; que la emoción nos confunde y que
continuamente en nuestro camino se interfieren los otros viajeros.
Como personas en plena
realización, sabemos que tenemos derecho a ser lo que somos, incluso aunque lo
que seamos no sea compatible con lo que nos han enseñado a ser. Tenemos derecho
a elegir nuestra propia personalidad, aunque ésta sea diferente a la de los
demás. Tenemos derecho a sentir como lo hacemos, aunque estos sentimientos sean
desaprobados por quienes nos rodean. Eso no significa que tengamos derecho a
imponernos sobre los demás. Significa que tenemos derecho a elegir, a
desarrollar y a vivir congruentemente con nosotros mismos y a compartir sin
tener que disculparnos.
Debemos alentar el impulso
a la autorrealización de una forma que sea buena, amorosa, dichosa, paciente y
disciplinada. Debemos afirmarnos a nosotros mismos. Ya no somos marionetas a
las que manipulan unas poderosas fuerzas exteriores, nosotros mismos nos hemos
convertido en la poderosa fuerza. Nadie que esté tratando de ser él mismo, se
verá libre de experimentar situaciones trágicas: las circunstancias externas
continuarán frustrando nuestro camino. Esto es otra forma de decir que las
personas en plena realización se sirven por igual del dolor y la dicha para
determinarse a sí mismos. Pueden abandonar la responsabilidad de sus vidas a
unas fuerzas exteriores, como la sociedad, la familia, amigos o amantes, o bien
pueden asumir la agridulce responsabilidad de su propia autocreación.
Sea lo que sea la inmortalidad,
queda asegurada por una continua participación en el proceso de producción.
Gracias a nuestros actos, las cosas cobran más importancia. Merced a nuestra
existencia el mundo se ha hecho más importante. Con ello no queremos decir que
estamos obligados a hacer algo grande. Solo debemos hacer aquello para lo que
estamos capacitados, pero eso sí, hacerlo bien; algo que conduzca al bien, a la
alegría, a la comprensión. Es este conocimiento de la capacidad de uno mismo
para contribuir a la universal, continua e infinita productividad lo que añade
especial significado a nuestras vidas y alienta nuestra mortalidad.
Dado que no existen
límites al potencial de la cualidad de persona, esta obra no tendría fin. La
búsqueda de una plena humanidad se halla en el proceso de tratar de llegar a
cierto sentido personal en las contradicciones, de intentar desenredar las
presuntas complejidades, de forcejear con las imperfecciones, se sobreponerse a
las incertidumbres y de revelar la magia de una forma activa. Nuestro deseo
consiste en hacernos de nuevo. El poder individual se halla en cada uno de
nosotros. Podemos utilizarlo cuando lo deseemos, nunca muere, simplemente yace
dormido.
La vida está siempre
dispuesta y abierta, y a nuestro lado, para compartir sus recursos. Simplemente
aguarda a que la abracemos. En cualquier momento dado permite empezar de nuevo.
Intenta siempre guiarnos para que nuestras personalidades sean activas y
alcancen la plena realización, puesto que, de ese modo, se puede realizar a sí
misma. Solo la vida engendra vida. Armados con la vida de nuestra parte, y de
toda una existencia para experimentar, las probabilidades se hallan de nuestro
lado. No hay nada que temer.
Tu cualidad de persona es
real; es tu más valiosa posesión. Mientras esa cualidad permanece con vida,
puede crecer indefinidamente, desarrollarse y cambiar. Se génesis es un
milagro, que por un momento toma la forma llamada tú, y luego sigue su camino. Despreciar ese milagro puede ser un
crimen imperdonable. El impedir que se actualice a sí misma equivale a condenar
tu papel en el necesario proceso de que la vida se recree a sí misma.
Leo Buscaglia – Ser persona
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