Lo cierto es que ninguna
doctrina tradicional auténtica ha hablado jamás de la reencarnación, y ésta no
es más que una invención moderna y occidental. Esta teoría fue adoptada del
espiritismo francés en primer lugar por el teosofismo y luego por el ocultismo papusiano
y otras diversas escuelas, que han hecho de ella uno de sus artículos de fe.
Debemos decir que las objeciones formuladas normalmente contra la teoría
reeencarnacionista apenas son más determinantes que las razones invocadas para apoyarla; ello se debe, en gran medida, a que los adversarios y los partidarios de la
reencarnación se sitúan igualmente sobre un terreno moral y sentimental.
Lamentablemente, hay mucho más que decir contra la reencarnación, ya que se
puede establecer su absoluta imposibilidad.
El término reencarnación
debe ser distinguido de dos términos que tienen un significado totalmente
diferente, y que son los de “metempsicosis” y “transmigración, muy bien
conocidos por los antiguos, como aún lo son de los orientales, pero que los
occidentales modernos, inventores de la reencarnación, ignoran absolutamente.
Está claro que cuando se habla de
reencarnación, esto significa que el ser que ya ha estado encarnado retoma un
nuevo cuerpo, es decir, vuelve al estado por el cual ya ha pasado; por otra
parte, se admite que ello concierne al ser real y completo, y no simplemente a
los elementos más o menos importantes que han podido entrar en su constitución.
Aparte de estas dos condiciones, no puede en absoluto tratarse de reencarnación;
ahora bien, la primera la distingue esencialmente de la transmigración, y la
segunda no la diferencia menos profundamente de la metempsicosis, en el sentido
en que era especialmente entendida por los órficos y los pitagóricos.
Podemos decir (con
respecto al término metempsicosis) que hay en el hombre elementos psíquicos
que se disocian tras la muerte, y que pueden pasar entonces a otros seres
vivos, hombres o animales, sin que por ello tenga más importancia, en el fondo,
que el hecho de que, tras la disolución del cuerpo, los elementos que lo
componían pueden servir para formar otros cuerpos; en ambos casos, se trata de
elementos mortales del hombre, y no de la parte imperecedera que es su ser
real, y que en absoluto es afectada por esas mutaciones póstumas.
En cuanto a la
transmigración, esta vez se trata efectivamente del ser real, aunque no es para
él un retorno al mismo estado de existencia, retorno que si pudiera tener
lugar, sería quizá una “migración” si se quiere, pero no una “transmigración”.
De lo que se trata es, por el contrario, del paso del ser a otros estados de
existencia, definidos por condiciones completamente distintas de aquellas a las
cuales está sometida la individualidad humana.
Quien dice transmigración dice esencialmente
cambio de estado; entendida según el sentido ofrecido por la metafísica pura,
es lo que permite rechazar de forma absoluta y definitiva la idea de
reencarnación. Debe quedar claro que un mismo ser no puede tener dos
existencias en el mundo corporal, poco importa que sea sobre la tierra o sobre
cualquier otro astro, poco importa además que sea en tanto que ser humano o,
según las falsas concepciones de la metempsicosis, bajo cualquier otra forma,
animal, vegetal o incluso mineral; poco importa que se trate de existencias
sucesivas o simultáneas.
Debemos agregar que la
demostración válida contra todas las teorías reeencarnacionistas, se aplica
igualmente a ciertas concepciones de aspecto más propiamente filosófico como la
idea del “eterno retorno”, y que suponga en el Universo una repetición
cualquiera. El fundamento de la teoría metafísica de los estados múltiples del
ser es que la Posibilidad
universal y total es necesariamente infinita, pues comprendiéndolo todo y no
dejando nada fuera de sí, no puede ser limitada absolutamente por nada, una
limitación de la
Posibilidad universal es una imposibilidad, una pura nada;
suponer una repetición es suponer una limitación.
Desde el momento en que el
Universo es verdaderamente un todo o, mejor dicho, el Todo Absoluto, no puede
existir en parte alguna un ciclo cerrado, jamás puede volver nada al mismo
punto. En la Posibilidad
total, esas posibilidades particulares que son los estados condicionados son
necesariamente en multiplicidad indefinida; negar esto es pretender limitar la Posibilidad.
A quienes imaginan que
rechazando la reencarnación corremos el riesgo de limitar de otra forma la Posibilidad universal,
simplemente les responderemos que lo que rechazamos es una imposibilidad, que
no es nada, y que no aumentaría la suma de posibilidades más que de un modo
puramente ilusorio, al no ser sino un puro cero. Por otro lado, según los
“neoespiritualistas”, cada ser debería, en el curso de su evolución, pasar
sucesivamente por todas las formas de vida. Tal teoría no expresa más que una
imposibilidad manifiesta, por la simple razón de que existen indefinidas formas
de vida por las cuales podrá pasar un ser cualquiera, siendo éstas todas
aquellas que están ocupadas por los demás seres. Incluso aunque un ser hubiera
recorrido sucesivamente indefinidas posibilidades particulares, no por ello
estaría más avanzado respecto al término final, que no podría ser de este modo
alcanzado.
Quienes sostienen la
teoría de la multiplicidad de nacimientos humanos jamás han desarrollado en sí
mismos el estado lúcido de conciencia espiritual. Una educación exterior es
relativamente ineficaz como medio para obtener el verdadero conocimiento. La
bellota se hace roble; pero, por muchas miríadas de frutos que dé el roble,
éste jamás se hará bellota. Al igual para el hombre; desde el instante en que
el alma se ha manifestado en el plano humano, y ha alcanzado así la conciencia
de la vida exterior, nunca volverá a pasar por ninguno de sus estados
rudimentarios. Todos los pretendidos
"despertares de recuerdos" latentes, por los cuales algunas personas
aseguran recordar sus existencias pasadas, pueden explicarse, e incluso sólo
pueden explicarse por las simples leyes de la afinidad y de la forma.
René Guenon – Reencarnación