jueves, 8 de marzo de 2012

Los Inmortales de Shambhala (Andrew Tomas)


Shambhala significa en tibetano “Sostenido por la Fuente de la Felicidad”. El nombre se menciona varias veces en los libros budistas del Tibet, incluso antes, la Tierra de Shambhala aparecía ya en la carta geográfica de un libro tibetano de varios miles de años de antigüedad. También se la menciona en los voluminosos Kanjur y Tanjur, la Blanca Vaidurya, los Anales Azules, la Ruta de Shambhala y otros más, que ofrecen una base suficiente para esbozar este mítico lugar. En el sistema Mahayana, Shambhala es considerada como una tierra maravillosa donde la virtud y la sabiduría crean una comunidad ideal.

                                          Diosa Tara

Es a grandes rasgos Shambhala una comunidad de espíritus iluminados, que viven apartados en regiones inaccesibles del Himalaya. Según Evans-Wentz “aunque invisibles a los ojos de los hombres corrientes, estos seres son visibles para los Videntes, y los puros de corazón pueden comunicarse con ellos”. Según precisa la tradición budista Tsong-Khapa, desde esta misteriosa morada se lanza un llamamiento a la paz y a la tolerancia a comienzos del último cuarto de cada siglo. Cual centinelas silenciosos, desde el Himalaya, escudo de la Tierra, o cualquiera que sea su localización velan, con divina compasión, hasta que la noche de Kali-Yuga haya acabado y se levante el día del despertar sobre todas las naciones. La imagen que condensa el advenimiento de una Nueva Era mejor es la diosa Tara, y su emblema es el Signo o Doctrina del Corazón.

Los Mahatmas (Arhats o Bodhisattvas) legendarios de Shambhala no son iniciados aislados, sino los miembros, de una hermandad consagrada a la resurrección espiritual de la Humanidad. No hay nada de irracional en suponer que, en el pasado, hombres previsores e inteligentes se constituyeran en cuerpo permanente para hacer frente a la ignorancia y a la mediocridad, siempre presentes de las masas, así como a la intolerancia de los cultos establecidos.

Esta tradición de Shambhala, núcleo de las enseñanzas místicas de la Kalachakra, es fundamental dentro de los Grandes Misterios, solo accesibles a los iniciados. Pero desde los tiempos más antiguos existe un código internacional de símbolos para uso común, que da una clave al significado de tales doctrinas secretas tan celosamente guardadas. El carácter cósmico de los Grandes Misterios supone que la Tierra es para el hombre solo un lugar de exilio, y el espacio sideral es su auténtica morada. En el alba de la civilización se creó una asociación de Hombres Sabios, con el foco irradiador en Shambhala, que logró conservar la Antigua Sabiduría durante miles de años.

                                 Emblema de Shambhala

Las primeras noticias que se tienen en Occidente sobre Shambhala las ofrecen dos misioneros católicos enviados por el Vaticano, Esteban Cacella y Juan Cabral a mediados del S.XVII, pero se populariza sobre todo con los estudios de Helena Blavatsky, y en el siglo XX con la figura del profesor y pintor Nicolás Roerich. Aunque es posible que se la conociera bajo otra denominación mucho antes bajo el aspecto de las leyendas medievales del Santo Grial y la tierra del Preste Juan. En la actualidad se ha popularizado bajo la imaginativa denominación de Shangri-La. Otro nombre con que se conoce es Agharta, o la Tierra Hueca, por los centenares de kilómetros de tuneles que la conectan con los puntos más importantes de irrupción de energía telúrica. En la tradición rusa se habla de un país de las Maravillas, Belovodye, la tierra de las Blancas Aguas, donde vivían recluidos santos hombres, lejos de las bajezas del mundo.



Son múltiples en toda Asia las evocaciones a esta Ciudad Sagrada, pero todas parecen hacer referencia a un mismo lugar.

Según los antiguos escritos chinos, Nu y Kua, similares a nuestros Adán y Eva, nacieron en los montes de Kuen-Luen, en una desolada región del Asia Central, que es considerada en la mitología china como la Morada de los Inmortales (la Isla Blanca). En este macizo montañoso cubierto por glaciares existe un espléndido valle protegido de los vientos fríos, donde habita Hsi Wang Mu, la Reina Madre del Oeste, que es representada con miles de brazos y ojos simbolizando su deseo de ayudar a la humanidad. La tradición nos dice que Lao-Tzé, autor del Tao-Te-King no murió sino que partió para ese lugar para no regresar. Quizá convirtiéndose en Espíritu de las Montañas, tal y como describen los archivos del Vaticano a sus habitantes: seres revestidos de cuerpos sólidos visibles que no tenían carne ni sangre. Los ayudantes de Hsi Wang Mu alcanzan la tierra sagrada gracias a sus progresos espirituales. Poseen cuerpos perfectos, que no envejecen ni mueren, llenos de sabiduría y poder. Aquí encontramos también la Fuente de la Eterna Juventud, quien bebe de ella trasciende el tiempo y no muere, se rejuvenece y toma el aspecto de un adulto de treinta años. Se supone que estos inmortales poseen la facultad de viajar a su antojo por todo el Universo, dotados de poderes sobrenaturales que ni siquiera podemos imaginar.

Por su parte los taoístas creen en la Tierra de Tebú, donde cadenas de montañas nevadas ocultan estrechos y fértiles valles. En el Santuario de los Inmortales, llenos de serenidad, el mundo físico alcanza el reino de los dioses, y los que tienen el privilegio de vivir en él, viven permanentemente en dos universos: el mundo objetivo de la materia y el plano superior del espíritu.

                                     Cuadro de Nicholas Roerich

Los pueblos de la India creen en la realidad de una morada de hombres perfectos, que denominan Kalapa o Katapa, en el flanco norte del Himalaya. La Bhagavata Purana describe la Isla de Shambhala, situada en medio de un lago de néctar, con su lujuriante follaje y su palacio. Para alcanzar la isla había que ser transportado por las alas de un ave de oro. La denominación de isla puede tener varias lecturas; por una parte, la tradición nos remite a una antigua edad en la que el desierto del Gobi era un mar interior; por otra, estandartes tibetanos muestran la ciudad de Shambhala en el centro de un oasis circuido de cumbres nevadas, las aguas de un río o de un lago bañan la Tierra Sagrada.

El investigador Giuseppe Tucci coloca la comarca de Shambhala en los parajes del río Tarim, que toma su fuente del macizo del Altyn Tagh. Su estudio de los manuscritos tibetanos revela que desde tiempos inmemoriales, una dinastía de jefes llenos de sabiduría, de origen celeste, rigen el reino de Shambhala y conservan los inestimables legados de la Kalachakra, la Rueda del Tiempo, la ciencia mística nunca desvelada del esoterismo búdico. Pero la inviolabilidad del territorio permanece inmutable: “El indeseable no la alcanzará jamás. Solo aquel que ha oído la llamada de Shambhala enviada “por el viento” o telepáticamente por los Grandes Maestros, pueden tener esperanzas en encontrarla… los que desean conocer son acogidos por ellos en las fronteras”.

En momentos claves de la historia aparecen individuos aislados y altamente dotados, que propagan nuevas ideas revolucionarias para mejorar las condiciones sociales, o para hacer progresar la ciencia y la filosofía. “La Luz vence a las Tinieblas” es la divisa de este gran plan. Algunos de estos Portadores de la Luz con datos precisos sobre su origen shambhaleano son Apolonio de Tiana, el enigmático y longevo Conde de Saint-Germain y más recientemente el Mahatma Morya, que aparece tanto a finales del S.XIX como del S.XX. Éste compuso una serie de obras sobre Agni Yoga, el Yoga de Fuego, donde describe el bosquejo de la comunidad de Shambhala, sus objetivos, hasta su emplazamiento: “nosotros ocupamos en la Tierra un lugar definitivo. El investigador puede estar tranquilo: en las diversas partes del mundo tenemos una cantidad suficiente de participantes”; “en nuestra comunidad cada uno puede encontrar numerosas nacionalidades y diferentes profesiones”. De acuerdo con los Diálogos del Templo, nos habla de la estrella Tisha, que debe inflamarse algún día de repente y hacer una ardiente irrupción en nuestro sistema solar. Esto señalará el comienzo de la Nueva Era.

La Fraternidad de Shambhala está presidida por una jerarquía restringida de seres superiores, denominados Mahatmas, o Grandes Almas. Son seres sobrehumanos, dotados de poderes sobrenaturales, que han acabado su evolución en este planeta, pero que viven con la humanidad al objeto de facilitar su progreso espiritual. Estos grandes espíritus son denominados también Arhats, aquellos que en su larga evolución planetaria se han liberado de todo apego a la existencia y desprendido de todos los deberes del karma. Cierto número de ellos se ha reeencarnado para asegurar un estrecho contacto con la Humanidad. La duración de existencia de sus cuerpos es casi infinita, ya que para ellos se ha detenido la Rueda del Renacimiento. El Arhat que elige permanecer en la Tierra, sacrificándose así en beneficio de la Humanidad, se convierte automáticamente en un Bodhisattva, un salvador que, visible o invisible, ayudará al hombre en vistas a su ascensión espiritual. Cinco de estos Bodhisattvas controlan los destinos del mundo.

El doctor George Roerich, examinando la validez de esta tradición, afirma que Shambhala no es considerado solo como el centro búdico del saber oculto; es asímismo el principio rector del Kalpa del porvernir, de la Edad Cósmica. Solo la neutralización de las corrientes del pensamiento negativo mediante emisiones globales de paz y de amor puede disipar el aura malsana de la Tierra. Si la Humanidad pudiera conceder diariamente algunos minutos a una meditación sincronizada sobre la Paz y la Fraternidad, alejaría el peligro de una catástrofe.



Esto es lo que revela en 1976 un gran lama de Darjeeling al autor del libro que hemos seguido:

El término Fraternidad Universal no es una frase vana; es la única base cierta de la moralidad universal. Este ultimátum planetario se dirige a todas las naciones y a todos sus habitantes, ofreciéndoles la ocasión de ejercer su libre albedrío: escoger entre la Fraternidad o el Egoísmo. La Humanidad deberá aceptar el mandamiento del Corazón, o se destruirá a sí misma. Al haber trasgredido la Ley kármica de la universalidad de la vida por su comportamiento destructor, el hombre será juzgado y castigado por la Naturaleza. Todas las ciudades podrían ser sumergidas en los océanos, y los grandes continentes, dislocados por cataclismos volcánicos. Tras el año de los Arhats (1976), el ultimátum planetario se expondrá a la atención de todos los pueblos del mundo. Este mensaje deberá transmitirse con bondad y compasión, ya que encierra una advertencia, y las advertencias son  aportadas únicamente por hombres de buena voluntad. De esta manera, el ser humano se hallará frente a la suprema elección: la Luz o las Tinieblas, la Paz o la Guerra, el Corazón o el Puño, la Sabiduría o la Ignorancia”.

La Humanidad es un campo de batalla de las Fuerzas Celestes, y es de esperar que el hombre no se alinee en las filas de las Fuerzas de las Tinieblas, ya que entonces los Señores del karma la harían desaparecer de la superficie de la Tierra. He aquí el tiempo de la crisis más profunda que jamás haya existido. Si la puesta en guardia no es escuchada y las masas se obstinan en pisar el camino actual al lado del Príncipe de las Tinieblas, la Jerarquía Cósmica recogerá el desafío y el Maestro Radiante de Shambhala aniquilará todo el mal en este planeta”.


(Síntesis extraída del libro "Shambhala, Oasis de Luz" de Andrew Tomas)

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