La única forma de
ayudar eficazmente es mirar las cosas según ese hermano las mira, con sus
limitaciones, sus prejuicios, su visión desfigurada, y viéndolas así, y siendo
así afectados por ellas en nuestra naturaleza inferior, ayudando según su
sentir y no el nuestro, porque solamente así puede darse ayuda verdadera. He
aquí el entrenamiento oculto. Aprendamos a separarnos de nuestra naturaleza
inferior, a estudiarla, a sentir sus sentimientos sin ser afectados por ellos, y
así, en tanto que emocionalmente experimentamos, intelectualmente juzgamos.
Debemos desear
compartir lo que tenemos de mejor, no es el retener sino el dar lo que es la
vida del espíritu.
Solamente aquel
que no tiene sus propios afanes es suficientemente libre para mostrar perfecta
benevolencia a los otros. No necesitando cosa alguna, puede darlo todo. No
amándose a sí mismo, vuélvese la encarnación del amor para los otros.
La vida espiritual
y el amor no se acaban por el hecho de gastarlos. El gasto tan solo aumenta el
acopio y lo hace más rico y más intenso. Tratad de ser tan felices y contentos
como podáis, porque en el gozo se halla la real vida espiritual. La tristeza es
solamente el resultado de nuestra ignorancia y de la ausencia de una visión
clara. Recordad que en el mismo corazón del universo está la Beatitud.
Nada me duele más
que el ciego y frenético empeño con el cual una gran mayoría de nuestros
hermanos del género humano se dedican a la búsqueda del placer de los sentidos,
y la vista errónea y eternamente vacía que tienen de la vida. El espectáculo de
esta ignorancia y locura me toca el corazón mucho más tiernamente que las
penalidades físicas que las gentes padecen.
Podríamos desear
que todo el sufrimiento y toda la miseria del mundo fueran nuestros a fin de
que el resto de nuestros semejantes pudieran ser liberados y ser felices.
En todo el curso
de la evolución hay una ley según la cual todo cuanto sea digno de adquirirse
no ha de obtenerse sin el sacrificio correspondiente.
Aquel que hace de
sí mismo un instrumento para que con él trabajen las Divinas manos, no debe
temer las tribulaciones y dificultades del riguroso mundo.
Si miramos en lo
más hondo todo parece bello y armonioso, y el corazón se llena de alborozo y
alegría, y con liberalidad abre sus tesoros al universo circundante.
Tan pronto como
vivamos en el espíritu para comprender la naturaleza ilusoria de la existencia
externa, el carácter cambiante de todo organismo humano y la inmutabilidad de
la vida interna, sentiremos calma interna y despreocupación en este mundo de
sombras.
Debemos amar a la Verdad y vivir la Verdad , solamente así se
puede ver la Divina Luz ,
la que es en Verdad Sublime.
El progreso espiritual
no es siempre el resultado de actos de bondad y de sacrificio.
El amor en el más
elevado de los planos reposa solo en las serenas alturas del júbilo, y nada
puede echar sombras sobre su nívea eminencia.
Piedad y Compasión
son los sentimientos apropiados que debemos abrigar respecto de la humanidad
que yerra.
A medida que
crecemos espiritualmente nuestros pensamientos crecen increíblemente en poder
dinámico, aun un pensamiento pasajero halla forma objetiva.
Hay gran
diferencia entre quien sabe que la vida espiritual es una realidad y el hombre
que solamente balbucea acerca de ella sin percibirla, que intenta asirla sin
lograrlo, y no inhala su fragante aliento ni siente el tacto de ella.
En el sereno sol
de la paz toda flor del Alma sonríe y crece, rica en su radiante color
peculiar.
En la quietud del
Alma reside el verdadero conocimiento y de la divina tranquilidad del corazón
proviene la fuerza.
Annie Besant – La Doctrina del Corazón
No hay comentarios:
Publicar un comentario