Despertarse
es la espiritualidad, porque solo despiertos podemos entrar en la verdad y la
libertad. El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se
cierra a la verdad. Si estás doliéndote de tu pasado es que estás dormido. El pasado
está muerto y el que se duerme en el pasado está muerto, porque solo el
presente es vivo si tú estás despierto en él. Si sufres, es que estás dormido. El
sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente, un producto de tu sueño. Si tienes
problemas es que estás dormido. Es el yo el que crea los problemas. Hay que
morir al yo para volver a nacer.
Estar
despierto es aceptarlo todo, no como ley, ni como sacrificio, ni como esfuerzo,
sino por iluminación. El ir contra la realidad, haciendo problemas de las
cosas, es creer que tú importas, y lo cierto es que tú, como personaje
individual, no importas nada. Es la vida la que importa y ella sigue su curso.
¿Qué
hace falta para despertarse? Solo hace falta la capacidad de pensar algo nuevo,
de ver algo nuevo y de descubrir lo desconocido. Es la capacidad de movernos
fuera de los esquemas que tenemos. Tememos el riesgo de volar por nosotros
mismos. Tenemos miedo a la libertad, a la soledad, preferimos ser esclavos de
unos esquemas. Nos atamos voluntariamente, llenándonos de pesadas cadenas, y
luego nos quejamos de no ser libres. ¿Quién te tiene que liberar si ni tú mismo
eres consciente de tus cadenas?
Lo
peor y más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir sus
sueños con la realidad. Lo primero para despertar es saber que estás durmiendo
y soñando.
La
realidad es que nos amamos a nosotros mismos, pero con un amor adulterado y
raquítico que solo abarca el yo, el ego. Donde no hay deseo no hay miedo, nadie
te puede intimidar, ni nadie te puede controlar o robar, porque, si no tienes
deseos, no tienes miedo a que te quiten nada. El amor no duerme. Donde hay amor
no hay deseos, y por eso no existe ningún miedo. Con los deseos vienen el
miedo, la ansiedad, las tensiones y…, por descontado, la desilusión y el
sufrimiento continuos. Vas de la exaltación al desespero.
¿Cuánto
dura el placer de creer que has conseguido lo que deseabas? El primer sorbo de
placer es un encanto, pero va precedido irremediablemente al miedo a perderlo,
y cuando se apoderan de ti las dudas, llega la tristeza. El deseo marca siempre
una dependencia. No hay amistad que esté tan segura como la que se mantiene
libre. Porque los lazos que se basan en los deseos son muy frágiles. Solo es
eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerable.
Tú
ya eres felicidad, eres la felicidad y el amor, pero no lo ves porque estás
dormido. Si no quieres oír para despertar, seguirás programado, y la gente
dormida y programada es la más fácil de controlar por la sociedad. Estamos programados
desde niños por las conveniencias sociales, por una mal llamada educación,
ideas convencionales y culturales, que tomamos como verdades cuando no lo son. El
honor, el éxito y el fracaso no existen, como tampoco la belleza ni la fealdad,
porque todo consiste en una manera de ver de cada cultura. La patria es el
producto de la política, y la cultura es una manera de adoctrinar. Cuando eres
un producto de tu cultura, te conviertes en un robot. Solo lo que nace y se
decide adentro es auténtico y te hace libre. Solo lo que pasa por tu criterio y
te decides a ponerlo en práctica asumiéndolo es tuyo y te hace libre.
Lo
que más les preocupa a las personas programadas es tener razón. Tienen miedo a
perder sus ideas en las que se apoyan, porque les da pavor el riesgo, el
cambio, la novedad. En el fondo tenemos una enorme inseguridad y, para
sentirnos mejor, vamos a consultar a los que creemos que saben más que nosotros,
creyendo que ellos nos van a solucionar nuestros problemas. Pero los problemas,
que solo existen en nuestra imaginación, solo despertando los solucionaremos. Lo
más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente con sinceridad. En cuanto
llegas a ver con claridad tienes que volar; y volar es no tener nada a lo que
agarrarte.
Para
despertarse, el único camino es la observación, el ir observándose uno a sí
mismo, sus reacciones, sus hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse
sin críticas, sin justificarnos, ni sentido de culpabilidad, ni miedo a
descubrir la verdad. La pregunta más importante del mundo, base de todo acto
maduro, es: ¿Yo, quién soy? Sin embargo, lo curioso del caso es que no hay
respuesta, porque lo que tienes que averiguar es lo que no eres, para llegar al
ser que ya eres.
Yo
no soy mi cuerpo, pero tampoco soy mis pensamientos, pues ellos cambian
continuamente, y yo no. Ni tampoco soy mis actitudes, ni mi forma de expresarme.
Yo no puedo identificarme con lo cambiable, que abarca las formas de mi yo,
pero no es mi yo. Despertarse es despertar a la realidad de que no eres el que
crees ser. ¡Menudo descanso cuando lo tiras todo por la borda!. Yo soy, y el
ser no cabe en ninguna imagen porque las trasciende todas. Cambia tu programación,
y todo cambiará. Renuncia a tus exigencias, no seas exigente contigo mismo y
comenzarás a no exigir a los demás. Sal de esa programación que te tiene
prendido en el árbol del bien y del mal y comenzarás a captar la realidad sin
juicios ni críticas. La conciencia del bien y del mal es lo contrario de la
toma de conciencia. La toma de conciencia es la sensibilización. Si eres
consciente estás despierto y sensible a todo.
La
personalidad, el yo, es un impedimento para amar. El dejar que cada uno haga lo
que quiera es amor. Solo en la libertad se ama. Cuando amas la vida, la
realidad, con todas tus fuerzas, amas mucho más libremente a las personas. El amor
y la felicidad están dentro de ti: eres tú mismo.
Nos
aburrimos por la memoria, pues si olvidásemos por completo lo anterior todo nos
parecería nuevo. Cuando desaparecen los recuerdos, los prejuicios y las
visiones subjetivas, entonces ya surge el amor que fluye donde es. Tú no puedes
tener el amor, es el amor el que te tiene a ti. La felicidad y el amor van
juntos; la felicidad nunca harta cuando es de verdad felicidad. Y no harta
porque existe donde no existe el yo. Solo si amas serás feliz, y solo amarás si
eres feliz. Y amar es un estado que no elige a quien amar, sino que ama porque
no puede hacer otra cosa, porque es amor. La felicidad es tu esencia, tu estado
natural.
Anthony
de Mello – Autoliberación Interior
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