Nuestra
gran falla colectiva es el vivir nuestras vidas sin tomar en cuenta para nada una
conexión, una fuerza que posee conciencia total y que surge de los propios
campos de energía que componen el universo. Para nosotros, lo precipitado de
nuestra existencia, nuestros inflexibles intereses, preocupaciones, esperanzas,
frustraciones y miedos, tienen prioridad. En el plano de nuestros asuntos
prácticos, no tenemos ni la más vaga idea de que estamos unidos con todo lo
demás.
La
brujería es el uso especializado de la energía. Los seres humanos nacen con una
cantidad limitada de energía, una energía que a partir del momento de nacer es
sistemáticamente desplegada y utilizada por la modalidad de la época, de la manera más ventajosa. La modalidad de
la época es el determinado conjunto de campos de energía que los seres humanos
perciben. La época determina cuál conjunto de campos de energía, en particular,
de entre un número incalculable de ellos, será percibido. Manejar la modalidad
de la época absorbe toda nuestra fuerza, dejándonos sin nada que pueda
ayudarnos a percibir otros campos de energía, otros mundos. El hombre común y
corriente carece de energía para tratar con la brujería. Utilizando solamente la
energía que dispone, no puede percibir los mundos que los brujos perciben.
Eso
es la brujería: la habilidad de usar otros campos de energía que no son
necesarios para percibir el mundo que conocemos. La brujería es un estado de
conciencia. Cada guerrero que emprende el camino del conocimiento, lo que está
haciendo es dejarse convencer de que existe un poder escondido dentro de su ser
y que puede alcanzarlo. Una vez que lo alcanzamos, el poder mismo hará uso de
esos inaccesibles campos de energía. Empezamos entonces a “ver”, es decir, a
percibir algo más, no como una cosa de la imaginación, sino como algo real y
concreto, y después comenzamos a saber de manera directa, sin tener que usar
palabras.Y lo que cada uno haga con esa percepción acrecentada, con ese
conocimiento silencioso, dependerá de nuestro propio temperamento.
El
hombre renunció al conocimiento silencioso por el mundo de la razón. Cuanto más
se aferra al mundo de la razón, más efímero se vuelve el conocimiento
silencioso.
A
medida que el sentimiento de tener un yo individual se torna más fuerte, el
hombre va perdiendo su conexión natural con el conocimiento silencioso. La causa
del cinismo y la desesperación del hombre es el fragmento de conocimiento
silencioso que aún queda en él, que permite al hombre vislumbrar su antigua
conexión con la fuente de todo y le hace sentir que, sin esa conexión, no tiene
esperanzas de satisfacción, logro o de paz. La guerra para el brujo es la lucha
total contra ese yo individual que ha privado al hombre de su poder.
Cualquier
movimiento que aleje el punto de encaje de su posición habitual equivale a
alejarse de la imagen de sí, de la importancia personal. La importancia
personal es la fuerza generada por la imagen de sí. Por este motivo, la meta de
todo cuanto hacen los brujos es el destronar la importancia personal que es, en
realidad, la compasión por sí mismo disfrazada.
Para
el hombre racional es inconcebible que exista un punto invisible en donde se
encaja la percepción. Y más inconcebible aún que ese punto no esté en el
cerebro, como podría suponerlo si llegara a aceptar la idea de su existencia. El
hombre racional, al aferrarse tercamente a la imagen de sí, garantiza su
abismal ignorancia.
En
el universo, por tanto, hay una fuerza inmensurable e indescriptible que los
brujos llaman “intento”, y que absolutamente todo cuanto existe en el cosmos
está enlazado, ligado a esa fuerza por un vínculo de conexión. Por ello, el
total interés de los brujos es delinear, entender y utilizar tal vínculo,
especialmente limpiarlo de los efectos nocivos de las preocupaciones de la vida
cotidiana. Este proceso de limpieza es sumamente difícil de comprender y llevar
a cabo. En estados de conciencia acrecentados, los brujos obtenían el
conocimiento directamente del intento, sin la intervención del lenguaje
hablado. A través de miles de años de tremendos esfuerzos, los brujos
obtuvieron un conocimiento específico y al mismo tiempo incomprensible del
intento. La tarea principal consiste en tomar ese incomprensible conocimiento y hacerlo
comprensible al nivel de la conciencia cotidiana.
La
maestría del “intento” es el enigma del espíritu, el enigma de lo abstracto. La
instrucción proporcionada por don Juan se basa en la instrucción del estar
consciente de ser, según las siguientes premisas básicas:
1)
El universo es una infinita aglomeración de campos de
energía, semejantes a filamentos de luz que se extienden infinitamente en todas
direcciones.
2)
Estos campos de energía irradian de una fuente de
inconcebibles proporciones, metafóricamente llamada el Águila.
3)
Los seres humanos están compuestos de esos mismos campos
de energía filiforme. A los brujos, los seres humanos se les aparecen como unas
gigantescas bolas o huevos luminosos, que son recipientes a través de los
cuales pasan esos filamentos luminosos de infinita extensión.
4)
Del número total de campos de energía filiformes solo un
pequeño grupo está encendido por un punto de intensa brillantez localizado en
la superficie de la bola.
5)
La percepción ocurre cuando los campos de energía
extienden su luz hasta resplandecer aún fuera de la bola. A este punto se le
llama “punto de encaje”.
6)
Es posible lograr que el punto de encaje se desplace de
su posición habitual. Dado que la brillantez del punto de encaje es suficiente,
en sí mismo, para iluminar cualquier campo de energía con el cual entra en
contacto, el punto, al moverse a una nueva posición, de inmediato hace
resplandecer diferentes campos de energía, haciéndolos de este modo
percibibles. Al acto de percibir de esa manera se le llama “ver”.
7)
La nueva posición del punto de encaje permite la
percepción de un mundo completamente diferente al mundo cotidiano; un mundo tan
objetivo y real como el que percibimos normalmente. Los brujos entran a ese
otro mundo con el fin de obtener energía, poder, soluciones a problemas
generales o particulares, o para enfrentarse con lo inimaginable.
8)
El intento es la fuerza omnipresente que nos hace
percibir. No nos tornamos conscientes porque percibimos, sino que percibimos
como resultado de la presión y la intromisión del intento.
9)
El objetivo final de los brujos es alcanzar un estado de
conciencia total y ser capaces de experimentar todas las posibilidades perceptuales
que están a disposición del hombre. Este estado de conciencia implica, asimismo,
una forma alternativa de morir
La
noción de la muerte es de monumental importancia en la vida de los brujos; lo
que da cordura y fortaleza es saber que nuestro fin es inevitable. Nuestro
error más costoso es permitirnos no pensar en la muerte. Es como si creyéramos
que, al no pensar en ella, nos vamos a proteger de sus efectos. Para los brujos
es una farsa grotesca. Sin una visión clara de la muerte, no hay orden para
ellos, no hay sobriedad, no hay belleza. Los brujos se esfuerzan sin medida por
tener su muerte en cuenta, con el fin de saber, al nivel más profundo, que no
tienen ninguna otra certeza sino la de morir. Saber esto da a los brujos el
valor de tener paciencia sin dejar de actuar, les da el valor de aceptar todo
sin llegar a ser estúpidos, les da valor para ser astutos sin ser presumidos y, sobre todo, les da valor
para no tener compasión sin entregarse a la importancia personal. Sí, la idea
de la muerte es lo único que da valor a los brujos.
La
muerte no es un enemigo, aunque así lo parezca. La muerte no es nuestra
destructora, aunque así lo pensemos. La muerte es nuestro único adversario que
vale la pena. La muerte es quien nos reta y nosotros nacemos para aceptar ese
reto, seamos hombres comunes y corrientes o brujos. Los brujos lo saben; los
hombres comunes y corrientes, no. La vida es el proceso mediante el cual la
muerte nos desafía. La muerte es la fuerza activa. La vida es solo el medio, el
ruedo, y en ese ruedo hay solamente dos contrincantes a la vez: la muerte y uno
mismo.
Nosotros
somos seres pasivos. Si nos movemos es debido a la presión de la muerte. La
muerte marca el paso a nuestras acciones y sentimientos y nos empuja sin
misericordia hasta que nos derrota y gana la contienda. O hasta que nosotros
superamos todas las imposibilidades y derrotamos a la muerte. Los brujos hacen
eso; derrotan a la muerte y ésta reconoce su derrota dejándolos en libertad,
para nunca retarlos jamás. Esto no significa que los brujos se vuelvan
inmortales, la muerte deja de retarles, eso es todo. Eso quiere decir que el
pensamiento ha dado un salto mortal a lo inconcebible, es el descenso del
espíritu, el acto de romper nuestras barreras conceptuales. Es el momento en
que la percepción del hombre alcanza sus límites.
Cualquier
descenso del espíritu es como morir. Todo en nosotros se desconecta, y después vuelve
a conectarse a una fuente de mayor potencia. La amplificación de energía se
siente como una angustia mortífera.
Los
brujos tienen dominio sobre su propia muerte. Mueren solamente cuando deben
hacerlo.
Carlos
Castaneda – El Conocimiento Silencioso
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