Entre
las Altas Ciencias figura siempre la capacidad de recordar las existencias
pasadas. Esta ciencia mística forma parte de la tradición oculta pan-india. Patanjali
la incluye entre las “perfecciones” y Buda mismo reconoce en repetidas
ocasiones que los samanas y los brahmanes son capaces de recordar hasta un número
considerable de existencias anteriores. “Sucede, monjes, que tal o cual
religioso, samana o brahmán, merced a su ardor, gracias a su energía, a una
perfecta atención de espíritu, alcance una absorción de pensamiento tal, que
una vez absorbido su pensamiento (completamente puro, completamente limpio, sin
manchas, exento de impurezas) recuerda sus diversas residencias en la vida
anterior – a saber, una existencia, dos existencias, tres…, cuatro…, cinco…,
diez…, veinte…, cincuenta…, mil…, cien mil existencias…– en tal forma que dirá:
en aquella época yo tenía tal
nombre, tal familia, tal casta, tal régimen de comidas, experimentaba tal
placer y tal sufrimiento, llegué a tal edad. Cuando perdí esa existencia, entré
en esta otra… Al perder esa existencia llegué a mi actual existencia. Así es
como recuerda sus diversas residencias en la vida anterior con sus características,
con el detalle de los hechos. Entonces dice: el Yo y el mundo son eternos, estériles, erguidos como una montaña, se
mantienen estables como un pilar…”
Pero
el Buda rehúsa aceptar las conclusiones filosóficas sacadas por los brahmanes
del recuerdo de sus anteriores existencias; a saber: la eternidad del Yo y del
mundo. Más exactamente, se niega a extraer conclusión alguna: “Ahora bien,
monjes, esos puntos de doctrina, así tomados, así tratados, tienen tal o cual
salida, encierran tal o cual destino. Esto lo sabe el Tathagata, y sabe más aún, pero no habla de ese saber,
y no hablando de él, conoce la paz merced a sí mismo”. El negarse Buda a
discurrir sobre las consecuencias metafísicas que podrían deducirse forma parte
de su enseñanza, pues los brahmanes encontraban siempre una existencia en el
tiempo, y el problema del Buda, el problema del Yoga, eran justamente la “salida
del Tiempo”, el acceso a lo incondicionado. De las observaciones hechas en el
interior del cielo infinito de las transmigraciones, nada podía deducirse en
cuanto a la “realidad”, que comenzaba más allá del ciclo kármico.
Tal
como los samana y los brahmanes, los monjes budistas se esforzaban por recordar
sus existencias anteriores, se trata de la misma Alta Ciencia. ¿En qué consiste
esta ciencia? Parece que en los sutras de los antiguos, la memoria de las
existencias anteriores queda concebida en el espíritu del yoga, como un “simple
conocimiento sobrenatural”; posteriormente, se especifica que el provecho que
un monje budista puede sacar de esta Alta Ciencia es la repugnancia de la
intermitencia (no-permanencia). Pero esta justificación tardía no parece ser
correcta; revela el triunfo de los “teóricos” contra los “experimentadores”, de
la teoría contra la mística yogui. El Buda otorgaba gran importancia a la
memoria en función de tal: los dioses pierden su condición divina y caen de los
cielos cuando “su memoria se confunde”. Más aún: la incapacidad de recordar todas las existencias anteriores
equivale a la ignorancia metafísica. Algunos de ellos, una vez hechos hombres,
se retiraron del mundo, practicaron la ascesis y la meditación y han obtenido,
gracias a su disciplina yogui, la capacidad de recordar sus existencias
anteriores, pero no todas, de tal
forma que no recuerdan el principio
de la serie de existencias, y a causa de este “olvido”, tienen una idea errónea
de la eternidad del mundo y de los dioses. Así pues, el Buda colocaba en un
lugar privilegiado la capacidad de reconocer las existencias anteriores. Merced
a esta capacidad mística, se podía tener acceso al “comienzo del Tiempo”, lo
que implicaba la “salida del Tiempo”.
Ananda
u otros discípulos eran de “los que recordaban los nacimientos (jatissara)”,
que recuerda el epíteto de Agni, pues también Agni “conoce todos los
nacimientos y es omnisciente”. Vamadeva decía refiriéndose a sí mismo: “encontrándome
en la matriz he conocido todos los nacimientos de los dioses”. También Krisna
conoce todas las existencias. Así pues, la memoria (en resumen, el
conocimiento) era una facultad “divina y sumamente valiosa”: “el que sabe”, “el
que recuerda, prueba que está concentrado; distracción, olvido, ignorancia, caída, son comportamientos y situaciones
en cadena”. En los textos budistas escolásticos se nos ofrecen datos más
precisos sobre la técnica utilizada. “Es la facultad consistente en remontar (a
contrapelo) por medio del recuerdo, el curso de los días, de los meses y de los
años para llegar hasta la permanencia en la matriz y, finalmente, a las pasadas
existencias. Según Abhidharna “el asceta que quiere recordar sus antiguas
existencias comienza por estudiar el carácter del pensamiento que acaba de
fenecer, y partiendo de ese pensamiento, remonta su curso considerando los
estados que se suceden uno tras otro hasta el pensamiento de la concepción.
Se
trata, pues, de partir en un momento dado, el más próximo al momento presente,
y de recorrer el tiempo desandando camino, para llegar a los orígenes, cuando
la primera existencia “estalló” en el mundo desatando el Tiempo, y acercarse a
ese instante paradójico más allá del cual el Tiempo no existía, porque nada se
había manifestado aún. Se obtiene así la verdadera Alta Ciencia, pues se
consigue no solamente re-conocer a todas las existencias anteriores, sino que
se llega al “comienzo del mundo”; el que vuelve atrás debe necesariamente
encontrar el punto de partida que, en última instancia, coincide con la Cosmogonía , con la
primera manifestación cósmica. Revivir las vidas anteriores propias equivale a
comprenderlas, y hasta cierto punto, a “quemar” sus “pecados”, es decir, la
suma de los actos efectuados bajo el dominio de la ignorancia y trasmitida de
una existencia a otra por la ley del Karma. Pero hay algo más importante aún:
se llega al comienzo del Tiempo y se reúne uno con el No-Tiempo, el eterno
presente que precediera la existencia temporal, fundado por la primera
existencia humana caída. En otras palabras, se “llega” al estado no
condicionado que precedió a la
Caída del Tiempo y a la rueda de las existencias. Lo cual
quiere decir que, partiendo de un momento cualquiera de la duración temporal se
puede llegar a agotar esta duración recorriéndola al revés, y desembocar
finalmente en el No-Tiempo, en la eternidad. Pero esto es ya trascender la condición
humana y penetrar en el Nirvana.
Podemos
darnos cuenta de la importancia que el recuerdo de las existencias anteriores
tiene en la práctica yogui, la que perseguía “la evasión del Tiempo”. Pero Buda
no pretendía que ése fuera el único medio. Según él, se podía muy bien
Sobrepasar al Tiempo, es decir, abolir la condición profana, aprovechando el “momento
propicio”, obteniendo la “iluminación instantánea” que “quemaba el Tiempo” y
permitía “salir de él” merced a una ruptura de niveles.
Textos
consultados por el autor para estos fragmentos: Dighanikaya; Digha; Rig-Veda;
Upanishads (Bhagavad Gita).
Mircea
Eliade – Yoga, inmortalidad y libertad
(Hemos de
reconocer, por tanto, la revelación y verdad de esta Alta Ciencia como algo
indiscutible. Nadie está en condiciones de poder refutar este Conocimiento
trascendental expresado por el Buda, que implica la “persistencia de la Mente ” de una existencia a
otra. En otras palabras, la realidad de la reencarnación en la existencia cíclica,
que sucede casi infinitamente, mientras no se consiga la “liberación” y purga
del karma acumulado. Este hecho, más allá de restar valor a cada una de las
existencias, las pone en su justa medida, como un proceso de regresar al Uno, la Mente universal, de donde
surgimos al comienzo del Tiempo).
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