jueves, 31 de octubre de 2013

Fulcanelli, un misterio sin resolver


Pocos personajes más misteriosos de la historia reciente, nadie más esquivo que un tal Fulcanelli, apodo o sobrenombre que aparece en dos libros publicados a principios del siglo XX por un supuesto discípulo suyo, llamado Eugene Canseliet, y que hasta hace pocos años se suponía que copiaba o transcribía literalmente sus escritos de carácter alquímico y hermético, de primera mano y tras la desaparición, que no precisamente “muerte”, de su autor. Su identidad confirmada sigue en suspenso después de casi un siglo.



Actualmente avanza la posibilidad de que tras ese nombre se encontrara el físico del siglo XIX Jules Violle (1.841-1923), según el libro de Patrick Rivière y Jacques Keystone, pero no se comprende por qué razón hubiera deseado ocultar su identidad, si no fuera por preservar sus dilatados descubrimientos científicos. También se afirmó que reapareció en el periodo de entreguerras del siglo XX, tal y como se afirmó en los siglos XVIII y XIX también del oscuro y famoso Conde de Saint Germain; ambos supuestamente habían logrado el secreto de la inmortalidad, o al menos, de una larga vida dos o tres veces más dilatada de lo común. Tal vez habían alcanzado el secreto de la Piedra Filosofal. Si hemos de creer otras fuentes mucho más ambiguas sobre Fulcanelli, resulta que vivió en el siglo XVI y se fecha su “muerte” alrededor del año 1.610.

Todo ello plantea dudas sobre la veracidad de las declaraciones de Canseliet, a pesar de dar una gran impresión de sinceridad y devoción por su “maestro”. Si se refería a Jules Violle, puede que quisiera conservar su anonimato por orden expresa suya, pero si el personaje en cuestión vivió en el siglo XVII, debería tener entonces más de doscientos cincuenta años, algo difícil de creer, con lo que estaría ocultando la apropiación y falsificación de textos de un personaje desaparecido mucho antes. Los libros en cuestión, “El Misterio de las Catedrales” (1.925) y “Las Moradas Filosofales” (1.929), además de un texto inconcluso titulado “Finis Gloriae Mundi”, no publicado hasta el año 2.000, pero declarado como un engaño, revelan, no obstante, un profundo conocimiento de la obra y significado de la alquimia, teniendo como telón de fondo su verdadero sentido de transformación y mutación espiritual, mas que en la consecuencia secundaria que sería la transmutación de los metales nobles en oro, cuya búsqueda dramática por la avidez y codicia humanas de los poderosos ensombreció durante siglos el auténtico mensaje.

Así que no encontraremos en los textos un tratado práctico y realizable de la Gran Obra de forma que se pudiera obtener la Piedra Filosofal de forma científica por la química moderna, tal vez porque los textos originales se perdieron o se manipularon, ignorándose el exacto contenido de los mismos. O no era ese su verdadero propósito, dado que su carácter esotérico aconsejaba mantener a toda costa cierto oscurantismo aunque, al mismo tiempo, la necesidad de ser revelados. Así encontramos un gran compendio de simbología alquímica cargado de hermetismo, poesía y belleza, por otra parte indescifrable para el profano ya que, lógicamente, los autores de la tradición alquímica tenían siempre mucho cuidado en no transmitir fielmente el trabajo a realizar. Se dificulta así la consecución futura de aquella materia que convertiría cualquier metal en oro, sobre todo a aquellas personas o grupos que no tuvieran nobles intenciones, disfrazando el proceso con una compleja y oscura metodología que desesperaría a cualquiera, por lo menos al no Iniciado y avanzado espiritualmente para tan alto objetivo.

Podemos atisbar otra intención del autor, como que la descripción y análisis de los motivos escultóricos de las grandes catedrales góticas era probar la conexión indudable de las sublimes pirámides egipcias con estas hermosas construcciones medievales, y cómo el Conocimiento transmitido por la Tradición seguía vivo. Ambas debían servir para el tránsito y consecución de una liberación espiritual del más alto rango, superar la transitoriedad de la existencia humana una vez llegado el momento de la muerte física y evadirse de ella, purificar la esencia espiritual, llámese alma, asegurándole una eterna plenitud. Así como podríamos entender del alcance último del exquisito “Libro de los Muertos” egipcio, que también se puede traducir como “Manual para el bienestar en la vida futura”. Lo esencial del mensaje sería el acceso al Conocimiento de cómo trascender las limitaciones de la vida material, preparándose con tenacidad y pureza para otra vida posterior espiritual “desencarnada”.



Introducción de E. Canseliet a El Misterio de las Catedrales:

“Es tarea ingrata e incómoda, para un discípulo, la presentación de una obra escrita por su propio Maestro… Hace ya mucho tiempo que el autor de este libro no está entre nosotros. Se extinguió el hombre. Sólo persiste su recuerdo... ¿Podía él llegado a la cima del Conocimiento, negarse a obedecer las órdenes del Destino?… Fulcanelli ya no existe. Sin embargo, y éste es nuestro consuelo, su pensamiento permanece, ardiente y vivo, encerrado para siempre en estas páginas como en un santuario… Gracias a él la catedral gótica nos revela su secreto. Y así nos enteramos, con sorpresa y emoción de cómo fue tallada por nuestros antepasados la primera piedra de sus cimientos, resplandeciente gema, más preciosa que el mismo oro, sobre la cual edificó Jesús su Iglesia.
Toda la verdad, toda la Filosofía, toda la Religión descansaban sobre esta Piedra única y sagrada…

Sé, no por haberlo descubierto yo mismo, sino porque el autor me lo afirmó, hace más de diez años, que la llave del arcano mayor ha sido dada, sin la menor ficción, por una de las figuras que ilustran la presente obra. Y esta llave consiste sencillamente en un color, manifestado al artesano desde el primer trabajo. Ningún filósofo, que yo sepa, descubrió la importancia de este punto esencial. Al revelarlo yo, cumplo la última voluntad de Fulcanelli y sigo el dictado de mi conciencia…”


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