Gustavo Adolfo Rol (20 junio 1903-22 septiembre 1994) Rol nació y vivió en Turín. Fue un gran pensador y pintor italiano, aunque la faceta que ahora más nos interesa de él son sus dotes extraordinarias de carácter paranormal. His devotees consider him to have been a great spiritual master and have testified to miraculous feats he supposedly accomplished. Sus devotos consideran que fue un gran maestro espiritual, un sensitivo capaz de empresas fuera de lo común e imposible de interpretar, y han dado testimonio de hechos inexplicables que había realizado a lo largo de su vida. Cursó estudios más profundos en lo espiritual y tuvo una experiencia en París, según comentaba Pitigrilli, una especie de iniciación por parte de un médium polaco, de la que escribió en su diario: "Descubrí una terrible ley que vincula el color verde, el quinto musical y el calor, tanto que he perdido mis ganas de vivir, me asusta el poder !No escribiré más!
Según el propio Rol todo empezó en Marsella durante 1927, mientras estaba contemplando un arco iris. Le encantó tanto aquel color verde que permanece en el centro de la inmensa faja irisada, que no pudo apartar los ojos de él. Lo sintió vivir en sí como pura vibración inmaterial, a la vez que advertía que aquella vibración le evocaba otra, correspondiente a la quinta nota musical, e incluso una tercera, de naturaleza fisiológica. Sintió que lo invadía una sensación de calor que se iba irradiando desde la base del cráneo. Al mismo tiempo se encontró interiormente transfigurado, como si su yo de antes hubiera cedido el puesto a otro yo más grande, más fuerte y capaz de vibrar en la onda creativa del propio Cosmos. Entonces advirtió que podía conocer cosas que permanecían escondidas a los demás y que imponen su voluntad hasta a las fuerzas de la Naturaleza. O sea, había descubierto el secreto de ésa que él llama la “consciencia sublime”. He pursued deeper spiritual studies and had an experience in Paris of which he wrote in his diary: "I discovered a terrible law that links the color green, the musical fifth, and heat. I have lost my will to live. I am frightened by power. I shall write no more!"
Gustavo Adolfo Rol está considerado como el más grande “sensitivo” del siglo XX. Pero el término no es suficiente para dar una definición. Esto se debe a que en la época actual, por lo menos en Occidente, falta completamente la figura del Maestro Espiritual, así como no siempre se encuentra, incluso donde existen los Maestros Espirituales, alguno que haya conseguido el estado de Iluminación o Despertar. Gustavo Rol pertenecía a esta categoría de Hombres, extremadamente rara a encontrarse en todas las épocas y ciertamente extinguida hoy día. Tal vez Rol ha sido uno de los últimos “ejemplares” que ha pisado el planeta Tierra.
Pero…¿quién era en realidad? Lo han definido como un sensitivo, un médium, un mago, adivinador y mucho más aún. Es el triunfo de la voluntad sobre lo imprevisible; de la armonía creadora sobre la casualidad. Hay un finalismo que se antepone a la entropía; decía que “…depárese que el Cosmos es regido por leyes armoniosas, que los científicos no conocen. El que llega a poseer este tipo de conocimiento al nivel de la “conciencia sublime”, puede hacer otras muchas cosas”
Así describe Buzzati a Rol:
«Impacta de Rol que a sus sesenta y dos años aparenta al menos diez años menos, una vitalidad extraordinaria y gloriosa. Insisto en su serenidad y la alegría que emana. Algo beneficioso se irradia sobre los demás. Es ésta la característica que no puede faltar, al menos según mi experiencia, con hombres especiales que han llegado, con la propia superación de ellos mismos, a un alto nivel espiritual, y como consecuencia a la auténtica bondad. En cuanto a su rostro, es difícil describirlo. Algunos lo han definido como un “bon vivant”. No es cierto. Podría ser el de un gurú indio. Pero también podría pertenecer a un cirujano, a un obispo a un tierno niño. Se espera una máscara impresionante y magnética. Nada de eso. Lo que está detrás de aquella frente, al menos a primera vista, no se transparenta.
Rol tiene un comportamiento apuesto, asentado sobre una discreción civilizada, que en ocasiones se contradecía con descuidadas alegrías, y entonces habla con un fuerte deje dialectal que exagera conscientemente, y cuenta chistes encantado. Creo que el motivo de este comportamiento esté en que tiene una constante y previsora preocupación por desdramatizar las esperas, los temores, el desasosiego que se puede experimentar ante sus traumatizantes prodigios de mago. Pero, no obstante toda esta atmósfera de familiaridad, de bromas entre amigos, no obstante su manera de diminuir, ignorar, hacerlo gracioso para hacer olvidar y olvidarlo a él en primer lugar ante todo lo que está sucediendo, sus ojos, los ojos de Rol, no se pueden mirar durante mucho tiempo. Son ojos quietos y luminosos, ojos de una criatura que viene de otro planeta, los ojos de un personaje de una buena película de ciencia ficción. Cuando se hacen “juegos” como los suyos, la tentación del orgullo, de una cierta misteriosa omnipotencia, tiene que ser fortísima. Y sin embargo Rol sabe alejarla, se redimensiona cotidianamente en un tamaño humano aceptable. Tal vez porque tiene fe y cree en Dios. Sus intentos frecuentemente desesperados por establecer una relación individual con las terribles fuerzas que lo habitan, de intentar definir cualquier construcción conceptual, ideológica, religiosa, que le permita domesticar parcialmente, en tolerable armisticio, la tempestuosa noche magnética que lo invade, delineando y borrando las delimitaciones de su personalidad, tienen algo de patético y heroico.»
En general, las posibilidades de Rol iban de la lectura de libros cerrados a viajes en el tiempo (con incursiones en el pasado y en el futuro) experimentados por parte de los presentes, de la adivinación selectiva (observación del aura energética que circunda el cuerpo humano, útil para la identificación de enfermedades) a la endoscopia (la visión del interior del cuerpo humano). Era capaz de actuar dinámicamente sobre la materia, es decir, podía mover a distancia objetos de cualquier género (telequinesia), o materializarlos y desmaterializarlos (aportes), sabía preveer los eventos futuros (clarividencia), leía el pensamiento (telepatía), era capaz de curar personas enfermas aun a distancia (entre los sistemas usados también el de la pranoterapia) o encontrarse en dos lugares distintos en el mismo momento (bilocación). Podía atravesar superficies sólidas (por ejemplo, paredes) o hacer que cualquier objeto las atravesara, así como podía alargar o reducir el propio cuerpo físico a placer. Por último, Rol producía otros dos tipos de fenómenos particulares, es decir, la proyección a distancia de figuras o escritos (sobretodo a grafito) sobre cualquier tipo de superficie y la pintura de cuadros que se pintaban solos, o con los pinceles que se movían solos, liberándose en el aire, pintando en manera rapidísima con la ayuda del “espíritu inteligente”.
Durante sus experimentos podían verificarse epifanías de espíritus, que contribuían a la dinámica de los experimentos. Pero estos espíritus no eran de los difuntos, al contrario Rol afirmaba firmemente que los difuntos no estaban entre nosotros. Lo que llamamos espíritus, no son sino residuos psíquicos dejados por el difunto en el momento de la muerte. De hecho, así como se deja un residuo orgánico tras la muerte del cuerpo, se deja también un residuo psíquico. Este residuo es denominado por Rol como “espíritu inteligente”. Para Rol cada cosa tiene un espíritu, pero el del hombre es un espíritu inteligente, por las posibilidades superiores que su naturaleza le confiere. La relación entre Rol y los espíritus no tenía nada que ver con cuestiones mediúmnicas, se trataba, sin embargo, de algo no demasiado diferente a algunas prácticas egipcias y sumerio-babilonias.
Él mismo comentaba: «¿Está seguro de que yo sea importante para su investigación? Yo soy una persona cualquiera. No tengo nada que ver con los médiums, los curanderos, los espiritistas que usted entrevista. Éste mundo está lejos de mi mentalidad. Mis modestos experimentos forman parte de la ciencia. Son cosas que en el futuro todos los hombres podrán realizar.»
«Siempre he pensado no ser un sensitivo, un vidente, médium, taumaturgo ni nada por el estilo. Es todo un mundo, el de la Parapsicología , al que no pertenezco aunque haya conocido personas verdaderamente dignas y animadas con intenciones nobilísimas. Se escribe demasiado sobre mí, y muchos de los que lo han hecho pueden decir que me he quejado por la publicación de una vasta gama de fenómenos y nunca de lo que transmito en el intento de dar una explicación a estas cosas indagando sobre cómo y por qué se producen ciertos eventos maravillosos.»
«No creo que sea un médium en el sentido literal de la palabra, y ni siquiera un sensitivo. Tal vez posea dotes de una intuición profunda e instintiva, y de esto me he dado cuenta desde niño.»
«No soy un mago. No creo en la magia... Todo lo que soy y lo que hago viene de allá -e indicaba el cielo-, todos nosotros somos parte de Dios... Y a quien me pregunta por qué hago ciertos experimentos, respondo: lo hago justo para confirmar la presencia de Dios.»
Comenta Giuditta Dembech:
«Si hay algo que irrite profundamente a Rol, es justo pedirle que se ponga al lado de un prestidigitador, es un tema que lo saca de quicio. Cualquier experimento que salga de sus manos se ha conseguido gracias a la intervención del Espíritu, de una fuerza superior extra humana; ¿por qué afianzarse a unos profesionales del truco y del ilusionismo? ¿qué podrían conocer, sino trucos y engaños?
«Si hay algo que irrite profundamente a Rol, es justo pedirle que se ponga al lado de un prestidigitador, es un tema que lo saca de quicio. Cualquier experimento que salga de sus manos se ha conseguido gracias a la intervención del Espíritu, de una fuerza superior extra humana; ¿por qué afianzarse a unos profesionales del truco y del ilusionismo? ¿qué podrían conocer, sino trucos y engaños?
Otro libro acerca de Rol “Gustavo Rol – el hombre, la vida, el misterio” del periodista Maurizio Ternavasio, recoge algunos testimonios inéditos de gran valor documental. Entre estos, en particular, destaca el del Dr. Carlo Buffa di Perrero, un profesional que, entre otras cosas, era también un prestidigitador. Dice Buffa: «Una tarde, en casa de María, Gustavo preguntó: ‘¿Qué querrías que hiciera con esta baraja de cartas?’. Y yo, de rebote, después de haberlo pensado un poco, respondí: Deseo que todas las cartas estén rasgadas. De hecho es bien sabido que, al igual que con un paquete de folios, no es absolutamente posible reducir en ese estado una baraja entera con un único movimiento, y menos en una fracción de segundos. Entonces, después de algunos instantes, Gustavo cogió la baraja dentro de la confección que tenía delante y me la dio aún cerrada dentro de la caja original para que la abriera: y bien, todas las cartas estaban rasgadas por la mitad. Conociendo a fondo los trucos de este tipo de juegos, estoy seguro de que no se trataba de una ilusión realizada por un prestidigitador: ninguna técnica de prestidigitación puede explicar, valorar o dar cuentas de un fenómeno de este tipo. Si cuando era joven era un poco escéptico sobre lo que se decía de él, desde entonces he creído ciegamente. En presencia de Gustavo, mi atención estaba siempre al máximo preparada para enfocar cada pequeño detalle. Por otro lado, en más de una ocasión me han encargado, de parte del círculo de magia al que pertenezco, de desenmascarar a quien declaraba tener poderes ocultos, mientras era, sin embargo, un simple ilusionista. Y éste no era el caso de Rol, obviamente».
María Luisa Giordano refiere algunos testimonios de Arturo Bergandi, hombre de confianza en casa de Rol durante varios años:
«¡Cuántas cosas sucedían en aquella casa! A veces, mientras el doctor intentaba pintar, veía correr por el suelo de las habitaciones grandes canicas de acero que saltaban y bajaban de los sofás y las butacas. De todas formas ya estaba acostumbrado a todo, pero esto me asustaba.
Corría a pedirle ayuda al doctor, que, imperturbable, seguía pintando: “Ah, sí”, me decía, “no es nada, Bergandi, significa que no estamos solos, no tema”. Y entonces todo volvía a la normalidad.
«Una vez tuve que ayudar al doctor a cargar un cuadro en el coche de una señora que había venido a verlo y después se ofreció a llevarlo. Lo acompañé al Topolinode la señora, que estaba aparcado en la avenida. La señora estaba avergonzada y dijo: “Lo siento, mi coche es demasiado pequeño, está bien para el profesor Valletta, usted no puede entrar”. “No se preocupe, señora”, le respondió el doctor Rol, “todo se resolverá”. De pronto se volvió pequeño y menudo, y pudo sentarse en el coche fácilmente. Estaba perplejo, estupefacto, me temblaban las piernas».
El periodista Renzo Allegri incluye este suceso:
«Estaba en su casa, con algunas amigas mías. Rol estaba un poco triste, creo que había discutido con una persona a la que quería. Empezó a hablar de la pena de las cosas que se acaban, de las relaciones que se interrumpen, de los amores que se desvanecen. Decía que parecen una rama rota, una rama que se queda casi como una herida incurable en el paisaje. Cogió una tela virgen, pegada a la cartulina. Me la enseñó a mí y a las demás personas que estaban presentes para que pudiéramos examinarla y constatar que era virgen. Después la puso en el caballete. Delante de la tele, sobre una mesita, puso la paleta de las pinturas, algunos pinceles, la espátula, el vaso con el agua, en fin, todo lo que necesita un pintor. Después se alejó y nos pidió que no nos moviéramos de nuestro sitio. Era mediodía, y por consiguiente la habitación estaba llena de luz. Se acercó a la cocina donde se estaba preparando la comida. Bromeaba, decía frases divertidas, preguntaba si nosotros también queríamos comer el potajito. Estaba en la parte opuesta al caballete con la tela. Nosotros lo mirábamos a él y a la tela. Yo sabía que estaba a punto de suceder algo extraordinario, y no le quitaba el ojo de encima a nada. En un momento dado ocurrió el prodigio. Los pinceles empezaron a moverse solos: se levantaban de la paleta, se impregnaban de pintura, de agua, volaban sobre la tela, tenían los movimientos típicos como si estuvieran en manos de un artista invisible. El trabajo se desarrollaba de manera frenética, se oía incluso el ruido que hacían los pinceles contra la tela. Rol reía y seguía bromeando. El fenómeno duró 5, tal vez 6 minutos. Después los pinceles volvieron a su sitio, inertes. El cuadro estaba terminado. Rol dijo que podíamos mirarlo bien. Nos levantamos y fuimos a mirarlo de cerca. Los colores estaban frescos y la escena reflejaba su razonamiento».
“En otra ocasión, nos habían invitado a una casa muy chic. Gente muy conocida de Turín, y un poco snob. Rol no tenía ganas de ir, y fui yo quien insistí porque deseaban enormemente tenerlo como invitado. Pero desde el principio me di cuenta de que no era un ambiente en el que se pudiera sentir a gusto. Demasiada etiqueta, demasiadas reservas, demasiado manierismo. Rol sí que era muy elegante y señoril, pero también muy simple y cordial. Me di cuenta de que estaba nervioso porque daba golpecitos con los dedos sobre la mesa y hablaba con monosilábicos. De repente me cuchicheó al oído: “Cuánto beben en esta casa”. “Pórtate bien”, le dije, intuyendo que estaba pensando una de las suyas. La dueña de la casa, que se había dado cuenta del malestar de Rol, intentaba conversar, pero él contestaba de manera evasiva. Después de un rato me dijo de nuevo al oído: “Cuánto beben en esta casa”. “No es verdad”, rebatí. “Mira, en la mesa no hay nada con alcohol”. Rol me fulminó con una de sus terribles miradas. Rol tenía una baraja de cartas en la mano, se levantó de golpe de la silla. “Te he dicho que aquí beben”, dijo en voz alta y lanzó las cartas contra la pared. En la habitación de al lado se oyó un grito. La dueña de la casa acudió; fui yo también con otros invitados. Las cartas que Rol había lanzado contra la pared habían atravesado el muro y le habían caído encima a la camarera, que estaba sentada en un sofá con una botella de vino en la mano y se la estaba acabando. Estaba asustada y lloraba. Volvimos al salón y Rol, sonriendo, me dijo: “Te había dicho que aquí beben”. Pero la escena no había gustado y poco después nos fuimos”.
Muchos médicos se valían de las posibilidades “paranormales” de Gustavo Rol. Durante complicadas operaciones quirúrgicas requerían su presencia, determinante en muchos casos. También son muchos los testimonios de curaciones realizadas por él.
Remo Lugli, en “Rol, una vida de prodigios” muestra su testimonio:
«Un día volví a casa y mi hijo tenía la fiebre altísima, a más de cuarenta. Llamé al pediatra, que le mandó un tratamiento. Pero no le bajaba la fiebre y siguió durante toda la noche y todo el día siguiente. Cuando volví a casa la tarde siguiente, encontré a mi mujer preocupada porque el niño aún tenía cuarenta de fiebre y desvariaba. Fui a verlo. Estaba rojísimo, ardiendo: tenía un fiebrón tremendo. Soy muy amigo del doctor Rol y decidí llamarlo. Fui a mi estudio y lo llamé por teléfono. Le dije: “El niño tiene un fiebrón de caballo y no conseguimos que se le pase”. “Cuelga, ya me ocupo yo”, respondió. Rol colgó. Creí que había colgado tan rápida y bruscamente porque tenía cosas que hacer. Volví a la habitación del niño para contarle a mi mujer la llamada a Rol y me di cuenta de que el rostro de mi hijo ya no era tan rojo como hacía medio minuto. Le toqué la frente y ya no estaba ardiendo. Medí la temperatura y la encontré normal: menos de 37».
«Otro episodio del que he sido testigo, está relacionada con una extraña curación. Rol cenaba dos mesas más allá de la mía, en su habitual mesa redonda de la esquina. Estaba con médicos que yo conocía de vista y entre ellos había un señor traqueotomizado. Rol le puso las manos en la garganta y el señor se levantó de un salto gritando: habían desaparecido todas las vendas y las heridas. Rol se dio cuenta en ese momento de que, entre el gentío del restaurante, había alguno que lo había visto en ese preciso momento. Se giró hacia mí y me puso el índice delante de la boca para imponerme que no dijera nada. Yo hice exactamente lo que me había dicho. La tarde siguiente lo vi en el restaurante y, como si no pasara nada, le dije (refiriéndome al milagro que había visto la tarde anterior): “Pero doctor, usted que puede curar a todos ¿por qué no lo hace?”. Él sonrió y me dijo: “Porque no está en el karma de todos el ser curados. Dios usa las enfermedades para que entendamos muchas cosas. Aquél señor podía ser curado y así ha sido”».
Era un Maestro Espiritual cuyo despertar de la Luz interior le ha permitido expandir las normales posibilidades humanas. ¿Qué papel ha tenido? El de confirmar la presencia de Dios en una época de gran materialismo y el de encorajar a cada hombre a emprender su mismo camino con la finalidad de demostrar que lo divino no es inalcanzable y no está lejos del hombre, sino que está a su alcance cuando éste desee buscarlo. Además ha indicado a la Ciencia (la Ciencia Sagrada , la de la Armonía , síntesis de todas las ciencias) el Camino a seguir:
«Es así que he esperado que fuera justo la Ciencia la que me ayudara a reconocer y codificar estas sensaciones mías que estoy seguro de que cada hombre posee, y será la Ciencia misma quien revelará estas facultades y las promoverá en todos los hombres.»
buena información
ResponderEliminarGracias.
Muy interesante no conocía a este fascinante hombre.
ResponderEliminarNo lo conocía pero opino lo mismo desde hace mucho tiempo
ResponderEliminarTodo está en nosotros solo depende que lo despertemos