La realidad existente no
puede realmente ser rechazada ni aceptada.
Huir de ella es como
tratar de huir de tus propios pies.
Aceptarla es como tratar
de besar tus propios labios.
Todo lo que hay que hacer
es mirar, comprender y estar en paz.
¡Escucha! Oye el canto del
pájaro,
el viento entre los
árboles,
el estruendo del océano…;
mira un árbol, una hoja
que cae o una flor,
como si fuera la primera
vez.
Puede que, de pronto,
entres en contacto con la Realidad ,
con ese Paraíso del que
nos ha arrojado nuestro
saber
por haber caído desde la
infancia.
¿Qué es lo que te hace reaccionar:
Primero sacamos nuestras
conclusiones…
y luego hallamos la forma
de llegar a ellas.
Casi nunca vemos la realidad. Lo que vemos es un reflejo de la misma en forma de palabras y conceptos que en seguida confundimos con la realidad.
El mundo en el que vivimos es, en su mayor parte, una construcción mental.
No trates de animar a las personas con doctrinas; devuélvelos a la realidad. Porque el secreto de la vida hay que encontrarlo en la vida misma, no en las doctrinas sobre ella.
La gente no desea la verdad.
Desea promesas tranquilizadoras.
Las cuatro fases de la oración:
Yo hablo, tú escuchas.
Tú hablas, yo escucho.
Nadie habla. Los dos escuchamos.
Nadie habla y nadie escucha. Silencio.
No es como si la vida
estuviera llena de milagros; es más que eso: la vida es milagrosa. Y quien deje
de darlo por supuesto no tardará en comprobarlo.
No todos los que tienen
los ojos cerrados están dormidos.
Ni todos los que tienen
los ojos abiertos pueden ver.
¿De qué sirve tener ojos
si el corazón está ciego?
Solo la reconciliación
salvará al mundo, no la justicia,
que puede ser una forma de
venganza.
Propiamente, para ser malo,
no necesitas quebrantar la ley.
Basta con que la observes
a la letra.
Cuando las personas están
alegres,
siempre son buenas;
Mientras que, cuando son
buenas,
rara vez están alegres.
Lo malo de los ideales es
que, si vives con arreglo a todos ellos,
resulta imposible vivir
contigo.
Cuando el zapato encaja,
te olvidas del pie;
cuando el cinturón no
aprieta, te olvidas de la cintura;
cuando todo armoniza, te olvidas del “ego”.
cuando todo armoniza, te olvidas del “ego”.
Entonces, ¿de qué te
sirven tus austeridades?
Hay personas a las que el
ver practicada su religión las inquieta tanto como el enterarse de que alguien
la pone en duda.
Tanto aquello de lo que
huyes como aquello por lo que suspiras está dentro de ti.
Si el universo no es
consciente de tu existencia, ¡tranquilo!
La música necesita la
oquedad de la flauta;
las cartas, la blancura
del papel;
la luz, el hueco de la
ventana;
la santidad, la ausencia del
“yo”.
Hay un solo motivo de
todos los males de la tierra:
“!Esto me pertenece!”
Anthony de Mello – La oración de la rana
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