¿Es el amor un arte? En
tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor una sensación
placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno
“tropieza” si tiene suerte? Es indudable que la mayoría de la gente cree esto
último, y que el problema del amor consiste, fundamentalmenten en ser amado, y
no en amar, no en la propia capacidad
de amar. De ahí que para ellos el problema sea cómo lograr que se les ame, cómo
ser dignos de amor. Esa actitud sigue siendo la idea prevaleciente sobre el
amor, por lo que no existe ninguna otra actividad que se inicie con tan
tremendas esperanzas y expectativas y que, no obstante, fracase tan a menudo
como el amor. No obstante el profundo anhelo de amor, casi todo lo demás tiene
más importancia que el amor: éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi
toda nuestra energía a descubrir la forma de alcanzar estos objetivos y muy
poca a aprender el arte del amor.
El primer paso a dar es tomar
conciencia de que el amor es un arte,
tal como es un arte el vivir. La solución plena está en el logro de la unión
interpersonal, la fusión con otra persona, en el amor. Sin amor, la humanidad no existiría un día más. El amor
maduro significa unión a condición de
preservar la propia integridad, la propia individualidad. El amor es un poder activo en el hombre;
un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes, lo
une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento
y separatividad, y no obstante le permite ser él mismo.
El amor es una actividad,
no un afecto pasivo; es un “estar continuado”, no un “súbito arranque”. En el
sentido más general, puede definirse el carácter activo del amor afirmando que
amar es fundamentalmente dar, no
recibir. Dar produce más felicidad que recibir, no porque sea una privación,
sino porque en el acto de dar está la expresión de mi vitalidad. No es rico el
que tiene mucho, sino el que da mucho.
La esfera más importante
del dar no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo específicamente
humano. ¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso que
tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que sacrifica su
vida por la otra, sino que lo que está vivo en él –da de su alegría, de su
interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza-,
de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él. No da con
el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita. Dar implica hacer de
la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado. El
amor es un poder que produce amor.
Además del elemento de
dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica
ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas de amor: cuidado, responsabilidad, respeto y
conocimiento. El amor es la preocupación activa por la vida y el
crecimiento de lo que amamos; la responsabilidad es un acto enteramente
voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades expresadas o no, de otro
ser humano; si amo a la otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal cual es, no como yo necesito que
sea, como un objeto para un uso; es obvio que el respeto solo es posible si yo
he alcanzado mi independencia; solo conociendo objetivamente a un ser humano,
puedo conocerlo en su esencia última, en el acto de amar.
El amor no es
necesariamente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una
persona con el mundo como totalidad, no con un “objeto” amoroso. Si una persona
ama solo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es
amor, sino una relación simbiótica, o un egotismo ampliado. Sin embargo, la mayoría
de la gente supone que el amor está constituido por el objeto, no por la
facultad.
La clave más fundamental de amar es el amor
fraternal, el amor a todos los seres humanos. Si he desarrollado la capacidad
de amar, no puedo dejar de amar a mis hermanos. En el amor fraternal se realiza
la experiencia de unión con todos los hombres, de solidaridad humana, se basa
en la experiencia de que todos somos uno. Las diferencias en talento,
inteligencia, conocimiento, son despreciables en comparación con la identidad
de la esencia humana común a todos los hombres.
Mi propia persona debe ser
un objeto de mi amor, al igual que lo es otra persona. La afirmación de la
vida, crecimiento y libertad propios, está arraigada en la propia capacidad de
amar. Si un individuo es capaz de amar productivamente, también se ama a sí
mismo; si solo ama a los demás, no puede amar en absoluto. El egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente
opuestos. Es verdad que las personas egoístas son incapaces de amar a las
demás, pero tampoco pueden amarse a sí mismas.
El amor solo es posible
cuando las personas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias.
Solo en esa “experiencia central” está la realidad humana, solo allí hay vida,
solo allí está la base del amor. Experimentado de esa forma, el amor es un
desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar
juntos; que haya armonía o conflicto, alegría y tristeza, es secundario con
respecto al hecho fundamental de que los seres se experimentan desde la esencia
de su existencia, de que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo y no
al huir de sí mismos.
La condición fundamental
para el logro del amor es la superación del propio narcisismo. Requiere el
desarrollo de la humildad, objetividad y razón. Toda la vida debe estar
dedicada a esta finalidad.
La práctica del arte de amar requiere la
práctica de la fe. La base de la fe racional es la productividad. Una actitud
indispensable para la práctica del arte de amar es la actividad interior, el
uso productivo de los propios poderes.
El amor es la única
respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana. Toda sociedad que
excluya, relativamente, el desarrollo del amor, a la larga perece a causa de su
propia contradicción con las necesidades básicas de la naturaleza del hombre.
Hablar del amor no es “predicar”, por la sencilla razón de que significa hablar
de la necesidad fundamental y real de todo ser humano. Que esa necesidad haya
sido oscurecida no significa que no exista. Analizar la naturaleza del amor es
descubrir su ausencia general en el presente y criticar las condiciones
sociales responsables de esa ausencia.
Tener fe en la posibilidad
del amor como un fenómeno social y no solo excepcional e individual, es tener una
fe racional basada en la comprensión de la misma naturaleza humana.
Erich Fromm - El Arte de Amar
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